Para cualquier Gobierno, debe existir una oposición que sea útil a los equilibrios que debe tener el ejercicio del Poder; estos equilibrios fueron representados en el pasado en los tres poderes del Estado, para evitar que el monarca ejerciera todas las funciones y no se atropellará a los ciudadanos.
En la actualidad muchos mecanismos existen para evitar que la voluntad de un solo hombre imperé en el ejercicio del poder; sin embargo, la pregunta que surge es ¿Dónde están?; ¿dónde están los partidos políticos de oposición?; ¿Dónde están los defensores de derechos humanos?; ¿Dónde están los sindicatos patronales?; ¿Dónde están las expresiones ciudadanas?; ¿Dónde están los poderes de la Unión?; ¿Dónde están los medios de comunicación?; ¿Dónde están los lideres religiosos?; ¿Dónde están los ciudadanos que ven con temor lo que pasa en México?.
En este poco más de un año del triunfo del Presidente Andrés Manuel López Obrador he escuchado muchas voces, más en los últimos días, que piensan que el país no va bien; muchos con temor a invertir, otros cuestionando la entrega de recursos a los países centro americanos; otros quejándose del problema de la migración; otros manifestando su preocupación por el tema de la inseguridad; otros más siguiendo la agenda que se dicta diariamente en las conferencias mañaneras; pero nadie, nadie, dispuesto a dar un paso hacia adelante para construir esa nueva oposición que se requiere en México.
Desde la Presidencia de la Republica se habla de un cambio de régimen, lo cual implica que, ajustados a esa nueva realidad, también se construya una oposición eficaz al denominado nuevo régimen; porque se están siguiendo las mismas recetas que en el pasado los partidos políticos de oposición hicieron y, ahora, eso creo que no dará resultado.
Ejemplos hay muchos, en cuanto el Presidente dice algo en la mañanera, se convierte en la agenda de los medios, a favor o en contra, pero se olvida lo mas importante, que es lo que el sistema esta tratando de ocultar, o bien, aquello en lo que quiere influir. En los últimos meses todas las agencias internacionales que revisan la economía de cada país nos dicen que México puede llegar a una recesión; medios internacionales señalan las políticas públicas erróneas del Presidente; el Gobierno federal señala que le dejaron un país en desastre, pero le renuncia su Secretario de Hacienda, por diferencias en el manejo de le economía.
Los recortes presupuestales, la excesiva centralización del gasto, la inoperatividad de programas federales que impulsen la economía, la eliminación de organismos autónomos, el reclamo a los medios de comunicación, el realizado a la revista proceso, por portarse mal con el Gobierno; la ampliación de mandato en baja California, violando la constitución y firmar ante notario público, algo que la propia constitución prohíbe, que no habrá de buscar la reelección; son síntomas de un Gobierno inestable, en donde el Presidente Andrés Manuel López Obrador es y será el poseedor de la verdad absoluta; solamente sí la oposición sigue como hasta ahora, perdida en el objetivo de ser oposición.
Las diversas fuerzas de pensamiento distintas a quien nos Gobierna a nivel nacional, sean del partido que sean, debemos sumar ideas, propósitos y construir un instrumento de contrapeso que permita el sano equilibrio que el ejercicio del poder debe tener; en ninguna parte del mundo, los países con gobiernos unipersonales funcionan en beneficio del pueblo; es necesario que se piense distinto, una cosa es ganar elecciones y otra muy distinta es el rumbo que el país puede llegar a tener.
Es necesario actuar con pragmatismo político, porque en la condición que nos encontramos, quienes estamos en la oposición, difícilmente podremos construir una opción que represente, por si sola, la voz de la mayoría; si la oposición sigue pensando así, seguirá atomizándose, obteniendo solo posiciones de poder mínimas, pero sin ser una corriente de pensamiento que logre hacer frente al gran poder presidencial que actualmente se tiene; o bien, hacer lo que muchos por conveniencia hacen, sumarte a la ola, sin saber hacia a donde te va aventando.
Así que, o se construye algo que enfrente al nuevo régimen, o hay que irse subiendo a la ola.
¿Qué prefieres?