Hoy no ha sido un día tan diferente a los demás, es un día común. Uno de esos días donde el calor puede ser abrumante, el tráfico lento y la sociedad distante. Es un día como cualquier otro, para algunos es muy bueno y para otros no tanto. Pero para mí, es diferente, para mí es amenazador, tortuoso e incierto.
Mi cerebro interpreta el mundo de manera diferente, o por lo menos eso me han dicho. He intentado ver el mundo como lo hacen los demás: simple, sin más preocupaciones de las necesarias, pero entre más lo intento, más me pierdo.
Mis preocupaciones no son exclusivas; me preocupa la escuela, las tareas, el trabajo, el ambiente, el agua, los animales, mi familia, mi salud y mi pareja (entre otras cosas); preocupaciones aparentemente normales como las tuyas y las de mis amigos, pero las mías… me limitan.
Deje de ir a los balnearios por miedo a ahogarme, a pesar de que se nadar. Ya no como en la calle -ni siquiera en restaurantes-, por miedo a que la comida está contaminada, subir y bajar escalares lo considero peligroso, pero usar el elevador es terrorífico. Hay días que salir a la escuela, a trabajar o simplemente a pasear se vuelven un reto personal, hay tantos peligros allá afuera que no sé si regresaré hoy a casa. Dejé de usar redes sociales por miedo a la extorción e inclusive el celular por miedo a la radiación (si es que eso es posible).
No me creo capaz de explicarte como me siento, no sin que pienses que soy “exagerada”, “dramática” o “histérica”. Ojala fueran solo pensamientos los que me atormentan, pero no es así. Mi corazón comienza a acelerarse, mi respiración se entrecorta, se forma un nudo en la garganta, mis músculos se tensan y por un momento, siento que estoy muriendo, no de manera metafórica… realmente siento y pienso que estoy muriendo.
Hay veces en que el llanto es inevitable y sucede cuando menos lo espero, cuando conduzco, cuando estoy en medio de una presentación, cuando me invitan a comer o simplemente cuando estoy viendo televisión. Mis amigos y familia, me intentan ayudar (de veras que lo intentan), pero muchas veces me siento responsable de que sus intentos no sean fructuosos. ¡Solo cálmate!, ¡No es para tanto!, ¡Respira!... ¿A caso creen que no lo sé?, soy consciente que mis preocupaciones y mis reacciones no son convencionales, sé que debería temer a lo que temo, pero aun así me aterra.
Vivir con ansiedad no es fácil y no es algo que yo elegí hacer. Aun así lucho día a día, acudo a mis terapias psicológicas, me tomo mi medicamento, trato de cambiar mis hábitos, realizo ejercicio o hago deporte, salgo con mis amigos y enfrento mis miedos. De tal manera que hay días buenos, días en lo que las cosas no parece tan malas, días en los cuales mi trastorno de ansiedad toma vacaciones… y son esos días, que me hacen pensar que algún día todo va a estar bien.