¿Recuerdas cuando eras un niño o niña y tenías sueños?, ¿recuerdas cuándo te preguntaban qué querías ser cuando crecieras?, seguramente respondías con una frase similar a “quiero ser bombero”, “quiero ser doctora”, tal vez si eras un poco más audaz respondieras con querer ser súper héroe, confieso que yo quería ser un hada. El punto es que cuando somos niños, tenemos la capacidad de tener sueños y creer en ellos, no nos da miedo pensar que somos capaces de cumplirlos, y cuando éramos niños estábamos convencidos de que ese mundo de fantasía, ese mundo que soñamos era posible. Ahora va la pregunta del millón ¿cómo te sientes ahora?, ¿qué sentiría ese niño que soñaba con ser un súper héroe si viera el adulto que eres hoy?, espero que se sienta orgulloso.
Esto me lleva a reflexionar en el hecho de que cuando nos convertimos en adultos, nos enfocamos en el ego, en el “yo soy importante”, la vida del adulto está llena de seriedad, fijamos nuestra atención en “las cosas importantes”, el dinero, las deudas, el trabajo, y paulatinamente vamos dejando de lado los sueños de ese niño que fuimos. La vorágine de la vida nos va marcando el paso, y dejamos de ser para enaltecer el estar ocupados, hacemos magnífica la idea de no estar disponibles para nada “superfluo” porque estamos siempre proyectando nuestra imagen de importancia ante el mundo, buscamos estatus, ser el abogado, ser el maestro, ser el constructor, y vamos olvidando el simplemente ser, existimos por inercia, dejamos que la vida nos vaya llevando sin detenernos a pensar qué estamos haciendo, porque es más complicado tomar un respiro y ver quiénes somos realmente, perdiendo ese conocimiento valioso por una idea de proyección que nos hace grandes ante los demás, vivimos alimentados por la admiración que generamos en los demás, aun cuando nuestro propio ser sólo nos pide nuestro propio reconocimiento.
Cuando menos pensamos, han pasado años, y nosotros seguimos haciendo lo mismo, y generalmente no somos felices, hay muchas personas deprimidas, hay muchas personas enojadas, tristes, solas, con muchas cosas que hacer, la vida se nos va en proyectar, en ocupaciones, pero, no nos detenemos a pensar ¿quién soy?, ¿qué estoy haciendo?, ¿para qué lo estoy haciendo?, ¿soy feliz?, en el mundo hay muchas personas que viven frustradas porque no están conectadas con su verdad, con su propio ser. Dice Suzanne Powell que los adultos debemos recordar y reconciliarnos con el niño que fuimos, incluso dice que los niños son más conscientes porque saben perfectamente lo que vienen a hacer en este mundo. Igualmente, hay un libro que tiene un enfoque genial en cuánto a la vocación, se llama “El Busca Locos” de Jorge Cuevas, en el que habla de algunas historias de diversas personas que son muy buenas en sus profesiones, incluso exitosas, pero que no son felices, hay una en particular, de una señora que es reportera y se dedica a escribir nota roja, le apasionaba ese trabajo, pero llegó un punto en que eso ya no la hacía feliz, lleva a su hija a clases de violín y empieza ella a tomar clases con su hija, es una historia genial, porque cuenta ella como cuando está sobrepasada por su realidad, un día toma su violín y se sube al metro a tocar la melodía de “estrellita”, eso es lo que la hizo sentir feliz. Esta historia a mí me hace pensar en que llega un punto en el que nos aletargamos, nos dormimos, nos perdemos en prejuicios, en buscar siempre el estatus, lo que impacte hacia afuera, pero no abrazamos a ese niño que fuimos, y que aun llevamos dentro, ese niño que tiene la sabiduría para vivir y disfrutar de la vida.
¿Cuándo nos dormimos?, cuando permitimos que en las escuelas, en los medios, en todos lados nos hicieran creer que la vida es dura, que la vida es difícil, que nada es bonito, que soñar es para tontos, que lo importante es ganar millones de pesos, y si no usas un traje, si no tienes un título, no vales nada, no eres nadie, nos dormimos cuando nos enseñaron que para poder sobrevivir hay que encajar en el molde de lo que todos quieren ver, y por ello decidimos abandonar nuestros sueños; estoy consciente de que no puedo ser un hada (lógico), pero también es cierto que podemos ser felices haciendo lo que nos gusta, lo que amamos, pregúntale a un niño ¿qué es lo que te hace feliz?, y tal vez te mire como pensando “¿a qué se refiere este loco?”, pero luego pregúntale “¿qué es eso en lo que eres realmente bueno?”, inmediatamente la carita de ese niño se iluminará y te dirá “soy bueno para dibujar” o “bailo muy bien”, ese niño está despierto y hace lo que provoca que su corazón se regocije. Como adultos eso es lo que debemos buscar.
¿Cómo despertar?, deja de juzgarte, de exigirte ser y hacer lo que no te hace feliz, deja de juzgar la vida de los demás y, lo más importante, deja de escuchar a quienes juzgan tu vida o tu actuar. Te comentaré una historia, hace algunos años tuve una maestra extraordinariamente capaz, buena en su trabajo, con una inteligencia grandísima, ella cuenta con dos maestrías y dos doctorados, es abogada, y ahora se dedica a cambiar la vida de las personas de otra manera, optó por dejar esa carrera porque no la hacía feliz, y comenzó a hacer otra cosa dando asesorías para que las personas tengan bienestar en su salud, es una ocupación totalmente diferente, que le ayuda a tener abundancia, y que impacta en la sociedad de una manera positiva, pero ya no es “la abogada”, es una historia que yo admiro profundamente, porque hasta cierto punto me he sentido identificada con ella, y con admiración conté esta historia a un miembro de mi familia, pero, para mi sorpresa, me causó un poco de tristeza que esa persona me dijera “que desperdicio, con dos doctorados y dando esas asesorías, en lugar de ejercer”, en mi interior me dio un poco de risa, y le dije “bueno, es lo que la hace feliz, a mí me parece admirable e impresionante el despojarse del miedo de lo que la gente prejuiciosa vaya a decir, pensando que es un desperdicio, y atreverse a ser feliz”.
Todos tenemos en nuestro interior una vocación, algo para lo que somos buenos, y eso es algo que nos hace felices, pero normalmente por miedo, no nos dedicamos a eso que nos hará sentir bien con nosotros mismos, porque creemos que en primer lugar, seremos señalados por los demás, o no seremos capaces de lograr tener abundancia, pero, ¿sabes qué?, nuestro espíritu desde antes de nacer, tiene impreso un propósito, algo que al hacerlo nos hará felices, y además nos proporcionará todo lo que necesitamos e incluso más, cuando eres feliz, la vida empieza a acomodarse de tal manera que empieza a brindarte todo lo que tú necesitas, lo que anhelas e incluso más. Ahora te pregunto si recuerdas cuándo te dormiste, pero lo más importante ¿te atreves a despertar?.