Poco se habla, por no decir que ha desaparecido completamente de la discusión pública, sobre la situación de los migrantes en la frontera norte. Con seguridad inquieta a las autoridades competentes, pero es un hecho que no preocupa a la mayoría de los chihuahuenses. Como consecuencia de esta indiferencia generalizada, ya no son de dominio público las circunstancias y condiciones que sufren quienes intentan pasar la frontera. Este olvido no significa que los migrantes dejen de padecer privaciones, limitaciones, abusos. Al contrario, favorece todavía más los atropellos y vejaciones. De repente, los reporteros retiraron sus micrófonos y sus blogs de notas. Inmediatamente dejó de fluir información encauzada a través de la página escrita, los audios y las imágenes. Lo que no se ve y lo que no se oye no existe. Lo que no se escribe y lo que no se dice tampoco. El silencio es una coartada al servicio de algo más: no incomodar conciencias, complicidad con el gobierno estatal, colaboración con el federal. Tampoco se habla de la labor callada y discreta de las casas de migrantes, esas organizaciones preocupadas porque no se violen los derechos humanos, porque se respete la dignidad de las personas, interesadas con una generosidad dignas de todo encomio de una atención y una supervisión de la que carece, por ejemplo, el INSABI. Si el gobierno federal se desinteresa de la salud de los mexicanos, cómo se va a preocupar por la de los migrantes. Un olvido que se suma a otro olvido. Es curioso, este gobierno que se dice social olvida siempre a los que siempre han estado en el olvido. Se recuerda a los migrantes únicamente cuando interesa por oportunismo político o porque no queda de otra para inmediatamente arrumbarlos en la desmemoria. Hay un maltrato activo, pero también otro pasivo consecuencia de la omisión. Podría decirse que la omisión es involuntaria. En absoluto. La omisión es siempre voluntaria. Es no querer encarar, enfrentar, denunciar por comodidad, temor o interés. Es una dejación de derecho que afecta el derecho de un tercero. Moralmente es tan nocivo como la agresión misma. Hay que voltear a los migrantes.
Otro asunto es lo que pasa con el agua de Chihuahua. No parece opción que los chihuahuenses nos quedemos sin agua. Es cierto que en 1944 se firmó un tratado que concesionaba agua al vecino del norte. Pero eso no es pretexto para que nos dejemos avasallar ni defendamos nuestro patrimonio. López Obrador afirmó en relación con la presa La Boquilla “que hay agua suficiente para el riego de este año”. Seguramente los agricultores afectados tienen muy presentes las promesas del Presidente en relación con el INSABI, el combate a la violencia, la lucha en contra de la corrupción, la venta del avión presidencial, etcétera. ¿Por qué habrían de confiar en su palabra? La crisis del agua es importante para el gobierno de Xavier Corral. No lo es para López Obrador. No sólo es una oportunidad para defender lo que es nuestro de todas las maneras y en todas las instancias posibles, sino también es una ocasión excelente para demostrar la autonomía de un estado ya no hacia el gobierno federal sino también hacia EEUU. El agua para Chihuahua es un bien precioso. Cualquier medio para defenderla parece poco. Paradójicamente si este gobierno es capaz de conciliar la inquietud de los agricultores de Chihuahua con el derecho del país vecino, saldrá muy reforzado. Una manera digna de recuperar el tiempo perdido. Xavier Corral y su gabinete tienen en sus manos el presente y el futuro del campo chihuahuense. Una buena causa para políticos al servicio de la sociedad.
Jorge Camacho Peñaloza