Un día en casa

La infección parece comenzar a cambiar las costumbres de los mexicanos al menos durante unas semanas. Excepto el sr. Presidente, la mayoría ya está tomando medidas para combatir el virus. Si hace unos días elogiaba en esta columna la información impartida por Hugo López Gatell, ya no puedo decir lo mismo después de haber afirmado que la fuerza moral de AMLO derrota a covid-19. El Subsecretario ya no acompañó la información puntual de acciones concretas para enfrentar la crisis. El gobierno se desapareció, como casi siempre que hay coyunturas complicadas y, por lo visto, sigue desaparecido. López Obrador sigue a lo suyo. Reuniones con grupos limitados de ciudadanos, como si así no hubiera riego de contraer el virus. Algo sucede en el gabinete que nadie es capaz de ponerle límites a un presidente cuyo mesianismo pone en riego a muchos ciudadanos. Si Andrés Manuel quiere infectarse es su problema, pero no lo es que por su causa mexicanos contraigan el coronavirus. Porque es de sentido común que en las actuales circunstancias quienes van a los eventos presidenciales son acarreados. El artículo de Raimundo Riva Palacio de este martes en su columna “Estrictamente personal” (https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/raymundo-riva-palacio/el-problema-de-lopez-obrador) es reveladora de la tesitura en que se encuentra el país a merced del gobierno actual.

            Con todo, a pesar de la ineptitud de los responsables que algo tiene de lambisconería hacia el Presidente, la sociedad civil ha decidido tomar sus propias precauciones. Los colegios públicos y privados han suspendido actividades, también las Universidades, se restringen los eventos públicos para evitar aglomeraciones, los Estados implementan medidas al margen del gobierno federal, etcétera. Sucede que el gobierno federal va en una dirección y la sociedad en otro. Más responsables, los mexicanos prescinden de las tonterías que AMLO y López Gatell sueltan cada mañana. Las familias ya han comenzado a organizarse. Habrá integrantes que tengan que salir a trabajar, otros lo harán telemáticamente. Con los hijos en la casa, cambia la dinámica. Hay que considerar que las personas de la tercera edad son particularmente vulnerables. Habrá que restringir salidas y planear el día con actividades que sin desmerecer los estudios ocupen el tiempo. No son vacaciones, sino situaciones de emergencia. Parece necesario calendarizar las actividades diarias: tareas escolares y universitarias, algo de ejercicio si es posible, buenas lecturas, series y películas relevantes. La cuarentena que paulatinamente se impone puede ser un buen momento para enriquecer la cultura de cada uno, para hacer aquello que siempre se pospone, para ocuparse de lo que se retrasa por falta de tiempo o de ganas. No es momento para abandonarse, sino justamente para aprovechar cada día. Parece necesario que la familia siga un horario establecido, en que lo anormal sea salir de casa y no quedarse en ella. Hay que llenar de sentido lo cotidiano en días excepcionales. La convivencia también sirve para conocerse mejor, para conversar aquellos temas que incomodan, para construir el espacio familiar sin olvidar las responsabilidades profesionales. En caso de que una familia tenga un infectado del virus, es necesario seguir escrupulosamente las medidas aconsejadas en cualquier página solvente de internet.

            Las familias son ahora los verdaderos cortafuegos para el covid-19 y para el gobierno. En lugar de enojarse, conviene sacarle provecho a lo que se avecina. En absoluto es tiempo perdido. Todo lo contrario. Puede ser una oportunidad para priorizar lo importante.   

Jorge Camacho Peñaloza