Te contaré una historia, es una leyenda argentina, sobre la Pachamama (pacha significa tierra y mama significa madre), según esta historia, Hilario y su hijo, acostumbraban cazar animales, más de los que necesitaban, pero a la Pachamama eso no le gustaba, pues ella no permitía que los hombres cazaran a los animales por placer, mucho menos que asesinaran a las madres de las manadas, por lo que un día ella les dio un aviso produciendo derrumbes y haciendo retumbar la tierra, padre e hijo se intentaron proteger y su presa, que era una mula, logró huir de ellos (ese fue el primer cobro de la madre tierra), los humanos asustados, pidieron perdón a la madre tierra, le hablaron con respeto, la acariciaban, le regalaban semillas y le pedían buenas cosechas. Hilario volvió a pedir permiso para seguir cazando, y cuando pensaron que tenían permiso, siguieron cazando, pero al regresar, Hilario no encontró a su hijo, lo buscó por todos lados, pero no lo encontró, pasaron meses hasta que un día, vieron al hijo de Hilario como “un fantasma” guiando las manadas de animales salvajes entre las montañas, vestido con pieles, la pacha mama equilibró las cosas, y a su acérrimo detractor lo convirtió en su fiel guardián.
Es una leyenda, sin embargo, ¿cuántas veces hemos sido mal agradecidos, soberbios y crueles con la madre tierra y todos los seres vivos?, animados por el consumismo, guiados por el deseo de demostrar poder por sobre los más débiles, queremos poseer, pisoteamos y aniquilamos, alguna vez, escuché a Bruce Lipton, en la Filosofía de la Creencia, él explica que el mundo es un caos, porque se basa en la teoría de la evolución de Darwin, que dice que sobrevive el más fuerte, y él dice, que esto nos lleva a la competencia, de la competencia no viene nada bueno, pues sólo se genera división, y de la división el odio, y del odio la destrucción, y realmente observa la historia del mundo, no sólo la forma en la que por milenios hemos destruido a la tierra, sino como con guerras por dominar, por poder, por tener más y más hemos destruido incluso hasta a nuestros propios hermanos.
Ahora es un tiempo de reestructura, de reflexionar, y de cambiar enmendando nuestras acciones, ¿realmente necesitas cincuenta vestidos?, ¿realmente necesitas acumular tanta comida?. Hace poco escuché un poema que dice “pero la primavera no lo sabía”, y habla de cómo los humanos dejaron de trabajar, y tenían miedo, pero la primavera no lo sabía, y crecieron las flores, y el pasto, y las aves volaron libres, y cantaron, realmente me pareció hermoso, porque, nosotros, pasamos por este planeta tierra que nos da todo para vivir, nos da el fuego, nos da el aire, nos da el agua, nos da el alimento, nos da nuestra vivienda, nos da la luz, la obscuridad y belleza, pero, somos efímeros en él, vivimos como si nuestro paso por aquí jamás se fuera a terminar, queriendo poseer, dejando nuestros pensamientos, expectativas y vivencias en buscar tener, tener más dinero, tener más cosas, pero realmente, nuestra vida algún día terminará aquí, nada nos vamos a llevar, y las flores seguirán creciendo, la luna seguirá cambiando, el agua seguirá corriendo, los árboles seguirán siendo el hogar de los jilgueros, y la tierra seguirá albergando a quienes nos sobrevivan, nuestros hijos, nuestros nietos, ¿qué queremos dejarles?.
Has visto las noticias que muestran que ahora en varios países en los que las personas han tenido que estar encerrados, la contaminación se redujo, y los animales salieron a las calles, hay un video de Venecia que circula pos las redes, donde los Cisnes retomaron su lugar, dramáticamente muchas personas dicen “el humano es el virus”, personalmente, no lo creo, sólo nos faltaba abrir los ojos, nos hacía falta volver a escuchar, y lo estamos haciendo de nuevo, estos saliendo del yo para pensar en los demás. No somos malos, sólo que nuestro corazón había olvidado de donde venimos, pero lo estamos recordando.
De nosotros depende el rumbo que tomará la humanidad, y el destino de nuestra madre tierra, de nuestros bosques, nuestros animales, nuestros mares, nuestros ríos, nuestros desiertos, definitivamente más allá de desear que nuestros hijos o nietos vayan al parque de Diversión de Disney, todos querremos que aún tengan la oportunidad de ir a las Cataratas del Niágara, o que tengan la oportunidad de ver una aurora boreal, sólo piensa que llegará el día en que tú ya no estés, pero seguirán las montañas, los ríos, los bosques, los volcanes, y habrá quienes si se queden un tiempo más, tu no te llevarás nada, las riquezas acumuladas, el auto de lujo, la ropa, la comida almacenada, la casa que celaste, todo, se quedará, nada podrás llevarte, pero, en tu corazón llevarás la satisfacción de haber cambiado, de haber respetado a cada ser sintiente y de dejar un lugar purificado y no un basurero como el que estábamos dejando.