¿Alguna vez leíste el cuento de Jorge Bucay “La ciudad de los pozos”?, si no lo has hecho, te contaré un poquito: había una ciudad en la que vivían pozos, todos ellos eran de distintos tamaños, y estaban dispersos por toda la ciudad de punta a punta, ellos se comunicaban entre ellos sólo si estaban cerca uno del otro, para no hacerte el cuento muy largo, todos comenzaron con la tendencia de llenar su interior con cosas, algunos lo llenaban con libros, otros con música y piezas de arte, otros con electrodomésticos, otros con cosas lujosas, la idea era que entre más cosas hubiera adentro, mejor, cuando empezaron a llenarse, los pozos decidieron ensancharse, para tener más espacio y seguir acumulando las cosas que tanto apreciaban. Pero, había un pozo, que no quería ensancharse, por lo que pensó que lo mejor sería profundizar, pero para poder darse a la tarea de ello, debía sacar todas las cosas que tenía en su interior, al principio, le dio miedo vaciarse, pero pensó que no tenía otra opción, así que siguió, y siguió, hasta que buscando en su interior que más sacar para profundizar más en él, encontró agua, para él fue tan maravilloso, que comenzó a jugar con ella, y a salpicarla hacia afuera, como en esa ciudad no llovía frecuentemente, el agua que el esparcía comenzó a refrescar la tierra que lo rodeaba, crecieron plantas, flores, hierba fresca y árboles, hasta que se convirtió en El Vergel, un pequeño paraíso, los demás pozos tomaron lo que el dejaba y siguieron acumulando, sólo un pozo lejano, en la otra punta de la ciudad empezó a hacer lo mismo, hasta que se creó un oasis a su alrededor, ambos pozos descubrieron que creando vacío descubrieron lo más hermoso en su interior, y que podían comunicarse entre ellos a pesar de estar lejos, porque el agua que los alimentaba era la misma.
Es un cuento que invita a reflexionar, desde que somos concebidos tenemos complejos, de suciedad, de no ser suficientes, de ser inferiores, de no ser felices, normalmente, las personas, en la vorágine de la vida, creemos que tendremos una vida plena cuando tengamos tal o cual cosa, que la felicidad llegará cuando llegue a nuestras vidas algo más, una persona, un logro, una medalla, dinero, un viaje, y eso hacemos, nos llenamos de cosas, de comida, de información, de películas, de series en Netflix, de videos graciosos, siempre miramos hacia afuera, buscando saturarnos para no tener que mirar el desorden interno y limpiarlo. Ahora, nos da miedo el vacío, claro que sí, sacar cosas y vaciar es aterrador, porque creemos que nos quedaremos sin nada y por miedo evitamos darnos la oportunidad de descubrir que con nuestra simple esencia ya lo somos todo. Ve en el cuento, el pozo vació todo y encontró agua, descubrió su don, y lo compartió, eso generó a su alrededor belleza y vida, compartió, se dio a los demás y creció, al vaciarse se llenó de felicidad.
Recuerdo alguna vez que pasé por una depresión, y recuerdo que mi psicoanalista me dijo “deja lo que te hace daño”, le dije que tenía miedo, y me dijo “¿Te das cuenta de que tienes miedo a soltar porque tienes poco y crees que no habrá nada más?” fue una respuesta obvia, pero para mí en ese momento no lo era, creemos que no somos nada, que no tenemos nada, y por eso queremos llenarnos, atiborrarnos de pertenencias, de amistades falsas (a veces), de likes en Facebook (mírame soy admirado), de información que no nos permita por un momento pensar, enaltecemos el estar ocupados, para no permitirnos ser, porque permitirnos ser implica mirar nuestros propios demonios y descubrir nuestras propias bondades, odiamos el silencio, por eso siempre escuchamos música, tenemos la televisión prendida, ¿has escuchado a alguien que te dice que no ve la tele pero la mantiene prendida para que haga ruido?, miramos noticias desalentadoras, pues nos da algo externo en que preocuparnos para evadir ocuparnos de nuestro propio ser, sin embargo, cuando tomamos la decisión de mirar a nuestro interior, cosas maravillosas podremos encontrar, como en la metáfora de los pozos, el agua que nos nutre es nuestra propia esencia, y dejarla brotar nos mostrará quienes somos realmente, podremos maravillarnos con nuestra belleza grandiosa, y al permitir que otros la miren, podremos compartirlo, generar belleza en el mundo.
Al mirar adentro, encontraremos nuestro propio ser sin distractores, y así podremos vaciarnos para dejar atrás lo que nos duele, lo que nos lastima, dejar atrás relaciones que no funcionan, rencores viejos que nos pesan, miedos que nos detienen, tristezas que ya no nos sirven, frustraciones que nos amargan, imagínate que ligero sería vivir sin todo eso, podrías avanzar más rápido, y además descubrirías quién eres, qué quieres en realidad y qué viniste a hacer a este mundo, una vez que lo descubres, podrás dejar que tu más hermosa esencia amorosa brille, y compartirla a los demás, imagínate tener el valor de vaciarte del “contenido”, para encontrar lo que tienes en verdad para dar a los demás.