Si la posibilidad de que un mexicano permanezca en casa fuese proporcional a las cifras de defunciones ocurridas, hace años las calles estarían solas.
Resulta paradójico que la crítica reciente, por varias razones, se dirija a la falta de respuesta civil ante el aumento de las cifras de infectados por COVID 19.
Como mexicanos hemos tenido entre nuestras hermosas ciudades, a la más violenta del mundo, durante años observamos como las mutilaciones humanas fueron las portadas más vendidas, el mexicano ha asimilado la muerte como parte de la cotidianeidad, las cifras no representan números alejados al 2019, el año más violento de México, o del reciente 19 de abril, el día más violento y con más muertes del 2020.
Los números no van a mandar a los ciudadanos al confinamiento, se necesita hacer más, no basta sumar infectados y restar ciudadanos, esto no involucra, no motiva, no llama a la acción del mexicano solidario, quien incluso en los peores escenarios ha logrado salir adelante. Esto simplemente acrecienta la desesperanza de México.
Hemos enfrentado enemigos visibles, y han aparentado que no los ven ni lo escuchan, ahora que se enfrenta a un enemigo invisible, queda como anillo al dedo, porque ya nadie cuestiona respecto a los enemigos visibles, porque sin crítica, sin dudas y sin cuestionamientos, el Presidente se siente cómodo.
Que nunca se olvide, la duda es un atributo inherente a la razón, no una característica antipatriótica, tal como nos lo han venido haciendo creer.
¿Por qué hay discrepancia en las cifras?, ¿Por qué surge la respuesta diferenciada en los Estados?
Porque no hay confianza, porque se ha comunicado mal, porque no hay claridad, porque no hay consensos, porque al interlocutor entre el máximo mandatario mexicano y el pueblo mexicano no le es posible responder sin negar, porque cae constantemente en contradicciones, porque no es coherente, porque ha minimizado la situación en repetidas ocasiones, y a pesar de ello, se proyecta sorprendido por la falta de respuesta.
Hay una razón en demasía comprensible, porque si no salen de casa se mueren de hambre.
Desafortunadamente, los más pobres son los que se encuentran en la peor situación, para más del 40% de la población mexicana, quedarse en casa es un privilegio fuera de su alcance, porque ese porcentaje se encuentra en situación de pobreza, vulnerables ante la pandemia, y vulnerados por la pobre y tardía respuesta del tan criticado modelo Centinela del Dr. Hugo López Gatell, y por la falta de sensatez en la política pública del Presidente López Obrador.
Tengo muchas dudas, al igual que todo mexicano después de los circos matutinos que poco informan. Cuando iniciaba el sexenio dudaba de la capacidad del dedo del Presidente para la toma de decisiones, luego al centro de la crisis dudé del poder de una estampita para detener a lo que la historia llamará “El Gran Confinamiento”.
Hoy sigo dudando, cuestionando, estando o no de acuerdo, pero solo así se construye, aportando, contrastando, canalizando la crítica hacia la mejora, para primero aceptar y posteriormente mejorar, para dejar de responder negando, para dejar de entretener y comenzar a informar, a involucrar, a no ir en contra de alguien, sino a favor de todos.