Arquitectos de La Salle: Entre urbanismo, ciudades y pocket parks del post COVID-19

La forma en que concebimos a las ciudades y su espacio público, sin duda cambiará después de la pandemia provocada por el COVID-19.

No es la primera vez que las condicionantes arquitectónicas y urbanas sufren cambios enfocados en tratar de mejorar la salud de los habitantes en las ciudades. En los tiempos posteriores a la Revolución Industrial, el movimiento moderno buscó cambiar la manera de habitar proyectando espacios habitables salubres estableciendo lineamientos, ahora básicos, como el disfrute del sol. Le Corbusier en su libro Principios de Urbanismo o Carta de Atenas, mencionaba que el sol debería de entrar en cada vivienda, así como el aire puro libre de gases nocivos. Eso mismo se planteó en el IV Congreso Internacional de Arquitectura Moderna C.I.A.M. celebrado en Atenas en 1933, donde se concluyó que “el sol, la vegetación y el espacio son las tres materias primas del urbanismo” argumentando que la salud de las personas viene dada por la supeditación a las condicionantes naturales.

En la época actual, buena parte de las ciudades han superado esta condición de salubridad habitacional tan perseguida y anhelada por el movimiento moderno (aunque muchas otras ciudades continúan con hacinamientos, desarrollo urbano en lugares contaminados o la falta de servicios básicos). No obstante, las ciudades post COVID-19 se enfrentarán a dos grandes retos.

En el campo arquitectónico-habitacional, las viviendas ya no se contemplarán como un lugar que pueda albergar el home office, sino el all home. Es decir, espacios en donde además de vivir, los individuos puedan trabajar, ejercitarse, aprender, jugar, relajarse y desarrollar la mayoría de sus necesidades. También estará presente el tema de poder mantener un distanciamiento mínimo con el resto de los ocupantes en el interior de la vivienda si es necesario.

En el campo urbano, el reto será lidiar con las concentraciones de personas, el fomento del distanciamiento social y las condiciones de higiene y limpieza de los espacios públicos y sus elementos urbanos. Se ha visto que fuera de casa es donde se hace más intenso y posible el estar en contacto con enfermedades infecciosas y es ahí donde también se pueden transmitir con mayor facilidad. También es justo ahí, en el espacio público, en donde se pueden generar los cambios con una mayor rapidez, tomando el liderazgo los ayuntamientos al plantear la ciudad que contemple la reinserción de la vida social después de la pandemia. Recordemos que, según datos del IMPLAN local, la suma de los traslados a pie y trasporte público equivalen al 36% del total de los desplazamientos en la ciudad. El automóvil sigue liderando con un 61% pero, aun así, la cantidad de peatones en el espacio público, al caminar y recorrer la ciudad, sigue siendo considerable.

Con relación a lo anterior, diversos organismos de todo el mundo como la ONU, UNICEF o la OMS, en la actualidad abordan la importancia de contar con un mínimo de metros cuadrados de espacio público verde por habitante y espacio suficiente para el esparcimiento y la movilidad dentro de la ciudad. Otras organizaciones como Greenpeace se han pronunciado sobre la responsabilidad de los ayuntamientos de proteger y garantizar espacio público seguro y suficiente para evitar un alza en los contagios al terminar la contingencia sanitaria.

La semana pasada, el Ayuntamiento de Madrid planteó la necesidad de ampliar banquetas para fomentar la dispersión y crear espacios cercanos a las viviendas como nuevos puntos de encuentro. Estos nuevos espacios deberían permitir realizar sus necesidades diarias sin tener que hacer desplazamientos continuos o lejanos y reducir así el tiempo de estar en el espacio público en esos trayectos. Utilizar lo que ya se tiene sacándole el máximo provecho posible ante la nueva realidad.

Actualizando este planteamiento, ahora se buscaría crear una red de mini parques, con diferente oferta de diseño y función, para contribuir a facilitar el reparto y dispersión de las personas en una mayor cantidad de espacios públicos destinados al esparcimiento. Con esta estrategia se ayudaría a mitigar las concentraciones de personas en unos cuantos parques y fomentar un distanciamiento social más eficiente y seguro.

Otra ventaja de la estrategia, es que los metros cuadrados de áreas verde por habitante necesarios para alcanzar mejores estándares de calidad de vida, se incrementarían haciendo una ciudad más sostenible y atractiva. Incluso podrían servir para implementar lo que se plantea en el manual de desarrollo inteligente en el sentido de concebir a la calle, como la primera unidad económica dentro de la ciudad. Esto quiere decir que dentro de los pocket parks se podrían establecer terrazas con mesas para los cafés y restaurantes destinados a la gran cantidad de personas que no querrán permanecer mucho tiempo en espacios interiores. En los espacios abiertos también se podría incentivar el establecimiento de quioscos de venta que fomenten la economía local, la movilidad y la animación social en esas zonas.

Como reflexión final, estos días de confinamiento hemos visto que la vida como la conocíamos puede cambiar de la noche a la mañana. Las dinámicas sociales y nuestra manera de comportarnos en el espacio público, muy probablemente cambiarán radicalmente y más aún por la gran oferta de aplicaciones de tecnología que permiten estar conectados con el mundo en la seguridad de nuestras casas. Pero, así como cambiaremos nosotros, las ciudades cambiarán también. El espacio público tendrá que adaptarse si o si, a las nuevas necesidades de una sociedad atenta y alerta de su salud y la salud de su comunidad.