El recuento del naufragio

Colaboración especial/Ivonne Estrada

Han pasado un centenar de días desde que fuimos asolados por la pandemia. Al principio la marea parecía tranquila y nos convencimos de que el mal tiempo duraría poco. Se nos olvidó que la Naturaleza es impredecible y pronto nos vimos envueltos en una tormenta de contagios y fallecidos. Sin brújula o mapa que nos mostrara el camino que debíamos seguir, mantuvimos a flote nuestras vida intentando reaccionar a cada nueva ola que nos arrastraba al hundimiento: cierre de actividades no esenciales, devaluación del peso, incremento de la curva de contagios, aumento de la tasa de desempleo, etc.

Como era de esperarse, nuestra ciudad encalló y nos vimos en la necesidad de saltar de nuestra realidad  infecciosa y mortal para sobrevivir. Nos encerramos en el único lugar que nos ofrecía seguridad, movidos por el miedo y la ignorancia; anclamos nuestras vidas a cuatro paredes desiertas.

Convertidos en la familia Robinson, los primeros días de la cuarentena vivimos en una especie de fantasía infantil, esperanzados en que pronto los americanos crearían una vacuna y salvarían a la  humanidad entera -muy al estilo Hollywood-. Hicimos mofas y tomamos la situación a la ligera; después de todo, la suspensión de clases tenía ese tinte nostálgico del virus H1N1 en 2009 que lo hacía ver como una breve extensión de vacaciones.

Alejados de la civilización, no tuvimos más opción que convivir con nuestra familia. Nos enfrentamos con seres desconocidos y nos vimos obligados a desenterrar los fósiles de una relación antigua para  entender el comportamiento de aquellos que compartían nuestro ADN. Al inicio nos tratamos con pinzas, respetando la privacidad del otro para evitar que se extinguiera el cariño que se tiene por naturaleza. Convencidos de la brevedad de la cuarentena, consideramos el aislamiento como la oportunidad perfecta para estar juntos y crear recuerdos. Pero mientras que las semanas en confinamiento se hacían más largas, nuestra paciencia se hizo corta y aparecieron los desencuentros.

Cuando se dio a conocer que la Jornada Nacional de Sana Distancia no iba terminar el 19 de abril, la ilusión de regresar a la normalidad se fue desvaneciendo; las noticias parecían un mal presagio. A partir de ese momento supimos que permanecer en nuestras casas ya no era cuestión de prevención sino de vida o muerte. La isla había dejado de ser temporal.

Nos obsesionamos con las conferencias de prensa de la Secretaría de Salud, como si se tratara de una bola de cristal que predijera el fin de nuestro encierro. Se volvió rutina el informe diario de coronavirus en México a falta de fútbol y telenovelas en la televisión abierta, y no faltó quien desarrolló el Síndrome de Estocolmo, convirtiendo a Gatell en su amor platónico, superado en popularidad sólo por Chayanne.

El comercio cambió su código postal por una dirección IP. Empezamos a consumir como un paliativo a la notable ausencia de libertad y malgastamos el dinero en aplicaciones de comida a domicilio y ventas por internet, hasta edificar una muralla de compras de pánico en nuestros hogares. Tratamos de evadir la incertidumbre de nuestro futuro inscribiéndonos a mil actividades que se ofertaron en las redes sociales, desde diplomados de una lengua extranjera, rutinas de ejercicio, cursos de cocina. y hasta tutoriales de jardinería.

Nos visualizamos como Da Vinci, vencedores de la peste, y nos propusimos aprender e innovar bajo la convicción de que el virus no nos mataría si formábamos parte del renacimiento 2.0.

Seguimos los pasos de Chuck Noland para mantener la cordura y no tardamos en conversar por largas horas con Mr. Celular, Mrs. Computadora y Mr. Televisión. El internet se convirtió en nuestro mejor aliado para conectarnos con nuestros seres queridos y pasar el tiempo libre que nos acechaba con los recuerdos de una vida diferente, llena de amigos y abrazos.

Pero nuestros intentos de llenar el vacío  emocional, físico y financiero que había causado el Covid-19 fueron insuficientes, y en más de una ocasión colapsamos. El ser humano por naturaleza es nómada, necesita moverse y el estancamiento fue deteriorando nuestra mente. En algunos se manifestó como abatimiento, ansiedad o depresión, y otros se volvieron violentos.

En tres meses, nuestra sociedad dio un giro de 180º; la pandemia nos quitó el timón de nuestras vidas y nos hemos dejado arrastrar por las olas. Lo peor no ha pasado y el panorama científico es incierto. Debemos cuestionarnos si nos quedaremos paralizados hasta que nos lancen un chaleco salvavidas o estaremos dispuestos a optar  por el camino que han seguido otros países para sobrevivir, adaptarse a la situación con responsabilidad.

Algunos ya han comenzado a nadar contra marea. Nuestros compatriotas del sur se han visto en la necesidad de abandonar sus casas, azotadas por sismos y huracanes. En Chihuahua, las empresas han reabierto sus locales para reactivar la economía. Lo importante es que en nuestra búsqueda por salir adelante, pensemos en nuestra comunidad y  no ahoguemos al otro con actos egoístas.

 

Tips al momento

Defiende Loera a Cruz 

Juan Carlos Loera que aspiraba a la candidatura a la alcaldía por Ciudad Juárez y terminó siendo el abanderado al Senado en la segunda posición por Morena, salió a defender al alcalde con licencia Cruz Pérez Cuéllar.

A través de las redes sociales publicó un video, acompañado del siguiente mensaje "Denuncio públicamente a la Gobernadora de Chihuahua por abuso de poder contra el alcalde juarense con licencia y por intromisión en el actual proceso electoral. Es urgente que el IEE actúe en consecuencia y se acaben los actos abusivos de quien debería velar por nuestro bienestar".

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Juan Carlos Loera que aspiraba a la candidatura a la alcaldía por Ciudad Juárez y terminó siendo el abanderado al Senado en la segunda posición por Morena, salió a defender al alcalde con licencia Cruz Pérez Cuéllar.

A través de las redes sociales publicó un video, acompañado del siguiente mensaje "Denuncio públicamente a la Gobernadora de Chihuahua por abuso de poder contra el alcalde juarense con licencia y por intromisión en el actual proceso electoral. Es urgente que el IEE actúe en consecuencia y se acaben los actos abusivos de quien debería velar por nuestro bienestar".

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