No pasó la reforma electoral impulsada por el gobernador, Javier Corral. En realidad, poco podía argumentarse en contra de una iniciativa que buscaba la elección de candidatos en primarias. La propuesta buscaba devolver al ciudadano la posibilidad de elegir al mejor candidato, sin esperar a la decisión del aparato de los partidos políticos, siempre condicionados por los intereses de sus dirigencias. La posibilidad de que el ciudadano se implicara más en la política se esfumó. Se canceló la oportunidad de abrir los partidos que se deben al ciudadano y no al revés. Se terminó una opción de que los partidos se democratizaran. El rechazo a la iniciativa de Javier Corral exhibe por completo lo que son los partidos políticos. Del ciudadano sólo quieren los votos para seguir en la poltrona, reactivos a las preocupaciones de los chihuahuenses, contrarios a sus inquietudes. Los partidos vuelven a demostrar que son empresas económicas administradas por cuotas de poder. Incapaces de renunciar al amiguismo, al nepotismo, a las influencias, resueltos a marginar a la menor ocasión a los ciudadanos para dirimir en lo oscurito lo que les conviene. El rechazo a la reforma es un portazo a la legítima inclusión del los chihuahuenses en la vida de los partidos, algo a lo que los dueños de los partidos se resisten con uñas y dientes. Los argumentos en contra de la propuesta carecen de toda razón, están construidos con la palabrería del niño que en la escuela es atrapado en falta. Los políticos no quieren entender que está al servicio de la sociedad, de manera que lo pertinente es que la sociedad decida su suerte. Pero no. El agandalle, el interés personal, el egoísmo disfrazado de preocupación social son norma de actuación.
El rechazo a la iniciativo se dio de manera previsible: palabras vacías, intervenciones insulsas, adiciones irrelevantes, todo ello adornado según la liturgia del caso, maneras rígidas, ademanes acartonados, gestos mimetizados, trajes oscuros para ellos con corbatas tristes, vestidos sin vida para ellas. El PRI sigue muy vigente, aunque ya sólo exista en el aparato ritualizado que vuelve a los políticos cofradía cuasi secreta. La política en México sigue siendo la de siempre aunque cambien las siglas y los colores, sigue siendo esa hermandad que medra a costa del ciudadano, continúa siendo ese club que necesita al mexicano para arrumbarlo al olvido una vez que recibe su voto. La política es esa actividad que a la menor ocasión da la espalda al ciudadano acompañada de palabras en que le declara amor eterno. Tuvieron una ocasión de demostrar a los chihuahuenses que ellos son los importantes, que están donde están gracias a los ciudadanos, que su compromiso es con ellos y no consigo mismos. Pero no. Algo previsible. De otra manera quizás México podría aspirar a una democracia efectiva. Pero la democracia es reactiva a nuestra clase política. Nuestros políticos conspiran en contra de la democracia puesto que es capaz de regresarlos al lugar del que en muchos casos salieron. El enemigo de nuestra democracia reside en quienes han sido presuntamente elegidos democráticamente y que ahora se niegan a apoyar un proceso más democrático. Como no podía faltar, todas estas contradicciones, egoísmos y engaños se revisten con palabras que carecen de toda verdad. Entre ellos, los políticos se dispensan felicitaciones, sonrisas y golpecitos en la espalda.
Jorge Camacho Peñaloza