En 2019 se estrenó “A dos metros de ti”, un drama juvenil que narra la historia de dos jóvenes, Stella y Will. Ambos padecen fibrosis quística, una enfermedad pulmonar crónica que les impide estar juntos.
En el filme se relata las precauciones que debe tomar la pareja para tener una cita: esterilizante, guantes de látex, cubrebocas y dos metros de distancia ¿Te suena familiar?
El menor contacto entre ellos podría resultar mortal, por lo que deben debatirse entre permanecer lejos de la persona que aman o ceder el espacio que los separa y dañar la salud propia, y del otro.
Hasta el momento no he visto a nadie sosteniendo un palo de billar para mantener Susana Distancia. Sin embargo, si te tomas el tiempo de ver esta película podrás empatizar rápidamente con los protagonistas, ya que en los últimos meses hemos experimentado situaciones y sentimientos bastante similares.
En especial, existen dos diálogos de Stella que me hicieron mucho eco. Resonaron en mi cabeza, porque son pensamientos que han abordado nuestra mente y están implícitos en las acciones que tomamos, lo admitamos o no.
Nos han repetido constantemente los síntomas de la COVID-19: fiebre, tos seca, cansancio y dolor de cabeza. Nos han advertido que nuestro estado de salud podría empeorar, que podríamos presentar dificultad para respirar y tendríamos que ser intubados. De cualquier forma hemos hecho caso omiso a las indicaciones hechas por las autoridades competentes y hemos salido a la calle.
Nos hemos reunido con amigos y familiares no por una necesidad que atienda al sentido estricto de la supervivencia, sino porque preferimos recibir el aliento de un abrazo, un saludo de mano y un beso, más que el oxígeno que ingresa en nuestros pulmones (tal vez porque este último siempre ha estado a nuestra disposición).
El virus SARS-CoV 2 nos ha robado seres queridos, trabajos, educación, sueños y graduaciones. Nos hemos convertido en una especie de Robin Hood y con rebeldía infantil nos hemos propuesto desesperadamente “mantener el control de nuestra vida” a través de actos desobedientes. Le robamos una nariz al tapabocas; le quitamos centímetros a la distancia en la fila del banco; le quitamos segundos al lavado de manos y nos saltamos la sanitización de nuestros artículos personales.
Pero robar momentos y espacios, no repara el cataclismo que sufrió nuestra realidad. Nuestros actos irresponsables, no son justos, sólo nos hacen ladrones de nuestra vida y la de otros.
La cuestión es que la pandemia no ha cesado. Chihuahua alcanzó la cifra de 8,306 contagios y México registró un total de 47,746 muertes ayer .El semáforo se ha convertido en eufemismo para anunciar la derrota de un país que forma parte del Top 10 en defunciones y contagios.
Rusia, Francia, China, Estados Unidos, entre otros países, están en una carrera científica para lanzar la vacuna. Desafortunadamente los expertos dicen que la distribución de forma global empezará hasta 2021.
No es momento de ser egoístas, sino de solidarizarnos en esta confusa “nueva normalidad” que nos ha tocado enfrentar. Dejemos los eventos triviales y las fiestas clandestinas. Han sido meses solitarios y duros para todos, nuestra salud mental se ha debilitado. Por eso debemos seguir las indicaciones. Cumplir las reglas significa que podremos acompañar a nuestros amigos y familiares en sus grandes momentos pronto.
Asistir a la boda que fue cancelada, conocer al bebé que nació durante el confinamiento y reconfortar a los que viven un duelo.
En la escena final, Will abandona el hospital para que la salud de Stella no corra ningún peligro, con la esperanza de que vendrán tiempos mejores. Hasta que no se demuestre lo contrario, nosotros podríamos ser asintomáticos y causar dolor a quien amamos.
Démosle a nuestros seres queridos la oportunidad de un final feliz, tomemos distancia .