Microcosmos mexicano

Es curioso observar dentro de los ojos del pasado, un pasado donde el usurpador hundió sus garras hasta lo más profundo, anhelando despojar de su esencia a la estirpe más poderosa del continente entonces desconocido para el temerario conquistador del viejo mundo. La mirada llena de misticismo de un pueblo que sobrevivió a las calamidades de la vanagloriada historia, ahora plasmada en los libros de texto, aún habla desde el silencio de una marginación inmerecida; cuya visión única sobre los hechos que marcaron el rumbo de esta nación, ha tratado de ser omitida a toda costa del registro cronológico que forma parte de la identidad mestiza que vive en cada mexicano.

En el marco del aniversario número doscientos diez del Inicio de la Guerra de Independencia, la brecha de desigualdades que una vez José María Morelos y Pavón luchó por erradicar del pueblo mexicano, ha vuelto a mostrar la crudeza de una realidad que invisibiliza y relega a quienes resguardan gran parte de la identidad de la tierra que hace poco más de quinientos años, otros proclamaron como suya.

Los estragos que ha traído consigo la pandemia, se han incrementado exponencialmente entre los habitantes indígenas del país, los cuales representan un 10.1% de la población total. El reclamo general de este sector desde que inicio la crisis sanitaria ha versado sobre la carente difusión de información verídica y completa sobre el covid-19 en sus respectivos idiomas por parte de las autoridades estatales y federales, lo cual ha dificultado vislumbrar el complejo panorama al que se enfrentan estas comunidades, por demás desprovistas de servicios y personal de salud que puedan asistir en el tratamiento de cualquier patología a los lugareños. Lo anterior, ha hecho más notoria la vulnerabilidad y rezago histórico que atañe a estos grupos poblacionales, los cuales además presentan un alto índice de morbilidad con relación a casos de hipertensión, diabetes y obesidad.

Dicha situación de riesgo ha propiciado que cientos de hombres y mujeres indígenas retomen la aplicación de conocimientos ancestrales sobre medicina tradicional, convirtiéndola en el arma más fuerte de su arsenal para enfrentar la pandemia. Por otro lado, se han incrementado los gestos de solidaridad entre diversos grupos, traducidos en el intercambio de sus propios recursos y medicamentos; estas acciones han potencializado los valores como comunidad, así como la preservación de técnicas medicinales milenarias.

Haciendo uso de su derecho de autodeterminación, ciento ochenta y dos comunidades han optado por llevar a cabo el cierre total de sus fronteras para evitar la propagación del virus. Es posible ver apostados en las entradas de algunas localidades a varios individuos armados con palos o machetes, y en algunos casos, portando armas de fuego. La función de estos retenes radica en evitar el acceso de foráneos que transitan por las carreteras aledañas, así como en repartir tapabocas rudimentarios y gel antibacterial, cuando es posible, a los civiles que regresan a sus lugares de origen.

Como parte de las medidas de prevención tomadas por los pueblos indígenas, también se ha prohibido la salida a miembros de varias comunidades fuera de los limites territoriales que el autobloqueo ha señalado, así pues, a los individuos que emigraron a otras regiones en busca de empleo, se les obliga a permanecer en aislamiento durante veinte días una vez que ingresan a territorio indígena, esto con el propósito de proteger a todos los miembros de la comunidad.

Aunado a la carente situación que enfrentan los pueblos indígenas y a pesar de haber tomado la iniciativa de salvaguardar la salud de sus pueblos, una de las desigualdades que más atañe a este sector desde antes de la pandemia, ha sido la falta de acceso al servicio de agua, lo cual dificulta llevar a cabo las prácticas de higiene recomendadas para evitar cualquier tipo de contagio, así como el poder cubrir las necesidades esenciales de toda comunidad. De igual manera, es posible mencionar el inexistente acceso a telecomunicaciones y servicios de electricidad, el cual se pone de manifiesto ante la imposibilidad de dar seguimiento a la educación básica y media superior que demanda la población estudiantil. El camino hacia un futuro mejor se ve truncado nuevamente por algo más que las injusticias de un sistema que limita e invisibiliza a quienes también tienen derecho a acceder a más y mejores oportunidades por haber nacido el territorio mexicano.

“Sin importar el tamaño de la ciudad o pueblo en donde nacen los hombres o las mujeres, ellos son finalmente del tamaño de su obra, del tamaño de su voluntad de engrandecer y enriquecer a sus hermanos” esas fueron las palabras del independentista Ignacio Allende que hoy representan el enorme esfuerzo que realizan los millones de indígenas, que día con día, aportan un grano de arena al crecimiento de esta nación. Sin embargo, no se puede hablar del progreso de un país cuando se relega y omite la existencia de un sector que enfrenta las vicisitudes de la vida como nadie más lo hace. Es posible dar fe de esto al observar a los miles de comerciantes indígenas que, en las circunstancias actuales, exponen su vida y la de sus familias al acudir a las ciudades en busca de vender su única fuente de ingresos de una manera honrada que dignifique a toda su comunidad.

Siguen siendo muchas las carencias de un pueblo cuya riqueza cultural y cosmovisión son inmensamente valiosas; es claro que aún falta mucho por hacer para que las voces que emanan del origen de esta tierra sean escuchadas y tomadas en cuenta en la toma de decisiones políticas y sociales propias del ejercicio democrático de este país.

Invisibilizar a los diversos grupos étnicos, no hace mas que negar la mitad de nuestra identidad como mexicanos, la herencia que vive en cada connacional jamás debe ser motivo de vergüenza, pues es claro que solo la descendencia de una raza guerrera sería capaz de soportar más de un sinfín de adversidades y salir avante de ellas las veces que sea necesario tal como lo ha hecho el pueblo mexicano a través del tiempo.