Sin sesgo | Arq. Mario Contreras Figueroa
Mucho ruido ha hecho en las redes sociales la nominación de Yalitza Aparicio, una joven indígena oaxaqueña, para el premio Óscar, a la mejor actriz, compitiendo con una sorprendente Lady Gaga y una de las mejores actrices del mundo, Glenn Close.
Lo primero que se me viene a la mente es aquella película de Woody Allen (“To Rome with Love”), donde Lorenzo Benigni se convierte en una celebridad, de la noche a la mañana, famoso por ser famoso. Los periodistas lo acosan con preguntas tan frívolas como sus preferencias en ropa interior o su desayuno de la mañana. Cuando la prensa se cansa de él, como fenómeno de medios, se buscan a otro personaje, igual de irrelevante y lo convierten en el nuevo personaje del momento.
Como en su día lo fueron Paris Hilton, las once mil Kardashians (y su padre disfrazado de mujer) y otras tantas, “famosas por ser famosas”.
Aparicio personifica a “Cleo”, la sirviente de una familia de clase media en la colonia Roma de la ciudad de México, en los años setentas, en la película autobiográfica “Roma”, de Alfonso Cuarón.
Este filme, que se dirige a un mercado muy específico se convirtió, accidentalmente, en el gran suceso cinematográfico de México, al grado de ser considerado para los premios Oscar.
Su gran mérito -si lo tiene- es una excelente fotografía en blanco y negro, cuidada hasta el más mínimo detalle. ¿Lo peor? Su pobre línea argumental y el abuso forzado del momento histórico de México, en 1970. Forzado porque, de no haber aparecido, la película hubiera sido la misma.
La trama es muy compleja:
Todo esto durante casi dos horas, por lo que las escenas son largas, largas.
¿La anécdota? Yalitza acompañó a una amiga al casting para el personaje de una de las criadas y el director la contrató, a pesar de no tener estudios de actuación (es maestra de educación básica).
Como el personaje de Benigni, Yalitza es ahora la gran actriz del momento, a la altura de María Félix (no era tan difícil, tampoco) pero, también, de actrices de la talla de Glenn Close, su competidora más cercana en el premio a la mejor actriz, quien tiene una larga y reconocida carrera actoral.
¿El mérito? Ninguno, que se sepa, solo haber estado el día preciso, en el momento preciso, en la película precisa y en el tiempo preciso en el que el mundo la requería.
Todo el mundo está al pendiente de ella, qué come, quién la viste, cuáles son sus influencias artísticas. Aparece en las portadas de las “mejores” revistas, Hola, Quién, Vanity Fair, Vogue. Está en la punta de la ola. Los mejores actores -los de verdad- caen rendidos a sus pies y le hacen recomendaciones para su carrera.
La niña se la cree.
Los mexicanos de la cuarta transmigración se reflejan en ella y en sus grandes logros. Se hace justicia. México, por todo lo alto. Hay que apoyarla, porque pone en letras de oro el nombre de nuestra patria. Si viviera Raúl Velasco, ya le habría dado una patada en el trasero, para impulsar su carrera naciente.
Probablemente, con la condescendencia de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, se ganará el premio que, normalmente, es para actrices reconocidas.
Este fenómeno surrealista de discriminación inversa, en nombre de un supuesto nacionalismo no es más que el mismo de los años de gloria de los gobiernos priístas. Lo indígenas (perdón, pueblooriginarios) son buenos, los blancos son malos, vinieron a robarnos. Mueran los gachupines. En las portadas de los libros de texto la Libertad, con rasgos de indígena de Oaxaca. Aunque más del 95% de los mexicanos seamos mestizos.
Como el gobierno regresa a 1968, Roma registra este regreso y lanza un mensaje, urbi et orbi, de que México mira hacia atrás.
Yalitza es la musa de la cuarta transformación. Mientras dure.
Arq. Mario Contreras Figueroa