De Santander a Uruachi

Colaboración especial / Katya Galán

Como muchos mexicanos, si es que no todos, mi familia tiene profundas raíces en España. De hecho, desde principios del siglo XVII algún aventado santanderino llegó a Veracruz y se enamoró ahí de una mexicana y juntos se trasladaron a lo que ahora es el municipio de Uruachi, a establecerse y buscar fortuna.

Que yo sepa, todos sus descendientes hemos sido buenos mexicanos, amamos a nuestra tierra y trabajamos para que esta sea la Patria ordenada y generosa que tanto soñamos.

Y digo claramente, mexicanos, no españoles, no indígenas. Nos sentimos muy orgullosos de nuestras raíces y no compartimos aquella idea maniquea de los gobiernos del PRI de sentirnos humillados por los malvados conquistadores, que abusaron de nuestros antepasados indígenas.

No somos los mexicanos del Laberinto de la Soledad, de Octavio Paz; no nos da vergüenza ser lo que somos más bien, nos sentimos orgullosos de descender de esos hombres y mujeres aguerridos, aventureros, visionarios, de la raza o el color que hayan sido. Como pocos pueblos, tenemos el privilegio de haber recibido lo mejor de muchas culturas.

¿Qué habrá pensado aquel tatarabuelo veracruzano cuando su hija le salió con la noticia de que el gachupín que la cortejaba iba a pedir su mano y se iban a recorrer un mundo entonces desconocido?

¿En qué cabeza cupo creerle a ese hombre y confiarle su vida, por completo? Sólo una mujer con los pantalones -las enaguas, pues- bien puestos habría corrido el riesgo. Y no solo el riesgo, sino el sacrificio que implicaba dejar las comodidades de la casa paterna y la posibilidad de un matrimonio cómodo y sin sobresaltos.

Esos soñadores son los que hicieron de Chihuahua el gran estado que es actualmente. Con su cultura del trabajo, de no tenerle miedo a nada ni a nadie. Con su fe en Dios y en sus sueños construyeron patrimonio donde solo había desierto.

Nada se les dio fácilmente, como sucedía más al centro o al Sur. Los nativos -apaches, comanches, tobosos- no solo no eran amigos, sino que defendieron su territorio con uñas y dientes, aún a costa de su muerte o la de los colonizadores.

Cada piedra puesta costó sangre. Nadie le regaló nada a nadie.

Si se fundaron pueblos fue, más que nada, por defenderse de los ataques de los apaches.

Habría que imaginar una escena de esos tiempos. Sin mano de obra local, los nuevos llegados tuvieron que cargar las piedras en sus lomos. Nada parecido a aquellas impresionantes construcciones de la ciudad de México, de Puebla o de Veracruz. Tampoco el clima ayudaba mucho, por lo que había que construir alrededor del calor y del frío en extremo. Las mujeres se tenían que hacer cargo, no sólo de los hijos, sino también de gran parte del menaje de casa y de garantizar alimento para los largos inviernos. Había que aprovechar lo poco que podía llegar del centro y darle el toque austero pero funcional para que su familia tuviera un hogar. Sin mucha agua y con una naturaleza muy poco pródiga, había que conservar lo poco que había: secar carne, vegetales, hacer quesos, conservar las hortalizas y las pocas frutas, dar sazón como si de manjares se tratara.

A pesar de las dificultades y las carencias, en las casas de nuestros antepasados, no faltaba nada. Ni Dios, ni techo, ni alimento. Estos colonizadores, agradecidos, lo primero que hacían siempre era buscar el lugar donde construir un templo para recordar que el Todopoderoso siempre estaba con ellos, en las buenas, en las malas y en las peores.

¿Cómo reclamar si no les faltaba nada?

La tierra también agradecía y daba lo que tenía: oro, plata, frijol, maíz, calabazas. Los animales llegados de la península se adaptaron también a los nuevos territorios.

Lo que cuesta más, rinde más y Chihuahua fue y sigue creciendo, con el esfuerzo de nuestros primeros padres.

Nuestro carácter es diferente, como lo es el medio: hosco, seco, reservado.

Recuerdo que, cuando era niño, mis padres tenían varios amigos españoles, que se reunían, regularmente, con otros peninsulares, para compartir lo bueno que habían recibido de su nueva tierra. Sus hijos, nacidos ya en México, siempre han sido mexicanos, no gallegos o asturianos o catalanes. Sólo mexicanos. La única diferencia es que tiene parientes en España y que son más güeros que la mayoría de nosotros. Y esos apellidos que no dejan lugar a duda.

¿Tenemos algo que reclamarle a España? Ni los que llegaron antes ni los que llegaron después y siguen llegando.

Agradecemos la sangre que recibimos y con ella la cultura que nos heredaron.

Agradecemos que Fernando e Isabel le creyeran a Colón, cuando les decía que había otra manera de llegar a las Indias.

Agradecemos la fe que recibimos.

Agradecemos nuestro idioma, tan rico y tan lleno de sabores y colores.

Agradecemos la gastronomía que, al mezclarse con los alimentos que acá había, dio origen a una de las cocinas más ricas y variadas del mundo.

Agradecemos la cultura del trabajo, la visión, los sueños, el carácter que nos heredaron.

Agradecemos la alegría, la música, el arte.

Toda esa riqueza que recibimos hizo más rico nuestro mestizaje. No podríamos concebirnos sin esa parte de nuestro pasado, como no podemos concebirnos sin la parte indígena. O asiática. Renegaríamos de una parte de nosotros.

¿Qué nos tengan que pedir perdón? ¡Pero de qué! A nosotros nadie nos hizo nada malo.

Más bien reconocer que, sin esa parte española, no seríamos quienes somos, estaríamos aislados del mundo y nunca habríamos tenido acceso a todo esto que hoy nos hace personas únicas y especiales.

Ni siquiera hubiera podido escribir lo que ahora escribo.

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"Me han informado que la seguridad del lugar donde vivo ha sido vulnerada. He suspendido mi gira en el interior del estado y en este momento estoy regresando a la capital. Mi familia está bien. Me comentan que hay personas inocentes heridas. Información apunta a que hubo un móvil político contra mi persona. Más adelante estaré compartiendo más información. ¡No se vale carajo!", compartió en redes sociales. Eduardo Rivera solicitó protección a las autoridades estatales en enero.

Hubo muestras de solidaridad para con él y su familia, pero también el enfatizar que estas elecciones serán recordadas como las más violentas en mucho tiempo.

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