Las elecciones del pasado domingo arrojan una información alarmante: la indiferencia de los ciudadanos. La baja participación fue la norma en cada uno de los estados y municipios en que se celebraron los comicios. El porcentaje de ciudadanos que acudieron a las urnas fue en Aguascalientes del 29.67%; Baja California, 29.67%; Durango, 44.87%; Puebla, 33.07%; Quintana Roo, 22.12%; y Tamaulipas, 32.63%. A excepción de Durango, en los demás estados ha sido la que concentró menos participación en las últimas tres elecciones. La lectura más habitual en relación con el bajo índice de participación interpreta que es una elección intermedia. Sin embargo, contradice los porcentajes de las elecciones anteriores. No puede atribuirse únicamente a este factor la reducida participación. Más bien, sugiere que los ciudadanos están cansados de los partidos y de los políticos. En los comicios del 2019 se concluyó que el rechazo a los partidos tradicionales tuvo consecuencia el traslado de votos a Morena. Estas elecciones demuestran que este instituto es ya percibido como el resto de los partidos.
Interesantes son también los números que arroja por partidos. En términos brutos, Morena perdió 3 millones de votos, que representan una caída del 9.77%, con un retroceso significativo en Durango, Aguascalientes y Tamaulipas. La merma de preferencias de este partido coincide puntualmente con la pérdida de popularidad de López Obrador: si éste ha perdido alrededor del 10% del apoyo, Morena refleja de manera ajustada la misma pérdida. Todo indica que la fuerza de Morena es la de López Obrador y que su relevancia no depende del partido sino del presidente. Lo cual, en realidad, es una mala noticia para la democracia puesto que Morena no es una opción política como partido político, sino en tanto que plataforma de Andrés Manuel. La suerte de Morena es la de López Obrador y viceversa. Por su parte el PAN, aunque también perdió votos, fueron menos significativos, y además ganó más espacios. Finalmente, el PRI se estabiliza y parece haber tocado fondo en su desplome.
Tras estas elecciones, el mapa político nacional se distribuye de la siguiente manera: el PRI gobierna en 12 estados; el PAN, en 9; Morena, en 7; el PRD, en 2; Movimiento Ciudadano, 1; y un independiente también en 1. PRI y PAN siguen siendo las fuerzas que gobiernan la mayor parte de los estados. Sin embargo, ambos partidos viven una situación distinta: mientras el primero se estabiliza en el fondo con un porcentaje de votos irrelevante, el PAN experimenta una subida importante que lo posiciona como una alternativa competitiva hacia el 2021. Morena, tras esta pérdida de votos, parece perder ímpetu e inicia un retroceso; el PRD, irrelevante, no es ya opción. Hacia las intermedias del 2021, todo indica que el PAN será el que experimente mayor crecimiento, mientras que Morena, a merced de la valoración de López Obrador, puede sufrir un descalabro importante. El PRI difícilmente podrá posicionarse como opción viable. El PRD desaparecerá.
El panorama político en 2021 es impredecible, atendiendo además al papel de los nuevos partidos y de una opción, la de los independientes, que, ante esta situación, tendrán algo que decir. Un elemento parece decisivo y se antoja que no cambiará mucho en dos años: el descrédito de los partidos entre la ciudadanía que no ha hecho sino aumentar. Es posible que sea el momento de los exigir resultados de manera directa en las urnas.