El olvido, la tragedia añadida

Jorge Camacho Peñaloza

Apenas hace una semana que tuvo lugar la tragedia de la familia LeBarón. Apenas hace unos días que tres mujeres, esposas y madres de familia, fueron asesinadas despiadadamente junto con algunos de sus hijos a manos del crimen organizado en Bavispe. A uno de los niños le dispararon por la espalda.

Desde ese momento, el Gobierno Federal ha dado muestras de desorientación y extravío. Sin saber bien a bien cómo proceder, el presidente Andrés Manuel ha tratado de desviar la atención sobre la masacre. Los primeros días se sucedieron los lugares comunes, buenos deseos y propósitos de enmienda. Y nadie pudo dar pie con bola, ninguna autoridad. En el aparente indicado momento, irrumpió el caso Evo Morales que le vino como anillo al dedo para sepultar definitivamente la tragedia. Desde hace un par de días, tras las primeras noticias sobre la situación del ex presidente de Bolivia, se armó en el ámbito federal todo un operativo sin pies ni cabeza, haciendo uso de la demagogia y el sofisma, para justificar un asilo político poco menos que cuestionable. La única justificación ante tanta precipitación, declaraciones estúpidas y palabras inoportunas es tapar la incompetencia del Gobierno Federal en el caso LeBarón y en el culiacanazo.

            El Ejecutivo Federal miente cuando dice que el ejército boliviano dio un golpe de estado, miente cuando afirma que Evo Morales ha sido respetuoso del orden constitucional de su país y miente también cuando quiere presentarse como defensor de los Derechos Humanos y la legalidad ofreciéndole el derecho de asilo.

En realidad, no hay nada de eso. López Obrador debería saber, ahí están sus discursos en los que se equipara con Cristo, que la caridad empieza por los de casa. En ésta resulta que viven los LeBarón. Sin embargo, en las mañaneras y declaraciones de los miembros del gabinete el suceso de Sonora y Chihuahua ya es historia. Por el contrario, se muestran muy preocupados por lo que le acontece a un ex mandatario boliviano, contra el que el pueblo bueno se levantó señalándolo como autor intelectual del reciente fraude electoral. Dicho de otra manera, como autor de un golpe de estado sin uniforme militar.

            El Gobierno Federal puso el grito en el cielo cuando el Presidente Trump ofreció la ayuda del FBI. Con toda razón, el portavoz de la familia LeBarón pidió que no interviniera el FBI y que las autoridades mexicanas asumieran su responsabilidad. Algo a lo que éstas inmediatamente se prestaron ofreciendo asilo político a Evo Morales. Si cuatro días atrás la masacre de Bavispe comenzaba a alojarse en un olvido premeditado por las autoridades federales, hoy ya está debidamente sepultada debido al oportunismo del caso Morales.

Andrés Manuel López Obrador y su gobierno son incapaces de disimular su incompetencia. Los detalles del traslado de Evo Morales a México, con lujo de detalles y “momentos delicados”, contrasta con la ausencia de noticias fiables respecto de la investigación de la matanza de la familia LeBarón. En términos realistas, si se quiere saber quién, cómo y cuándo estuvo detrás de la masacre, así como los autores materiales, lo mejor es que el FBI se haga cargo de la investigación. López Obrador ya ha demostrado que lo prioritario es alojar en nuestro país a Evo Morales. A medida que pasen los días la masacre se volverá un olvido confortable y conveniente para el Gobierno Federal. Sin embargo, la brutalidad del ataque es inolvidable y exhibe las intenciones del Ejecutivo. Es obligación del gabinete federal investigar a fondo lo sucedido. Este gobierno actúa con esa misma impunidad que había prometido combatir.