Pandemia

México entró en la fase II en el combate al Covid-19. Lo de las fases en verdad es un relajo. Los Estados y los ciudadanos responsablemente y en la medida de sus posibilidades ya habían decidido quedarse en su casa para evitar contagios. Ayer, con un retraso de una semana, el gobierno federal declaró que formalmente México había entrado en la segunda fase. Es decir, entramos en la segunda fase cuando todo el cuando llevaba instalado en la fase II una semana. Es poco creíble que la declaratoria de López-Gatell se deba a motivos científicos y no políticos. Hasta ahora el único que ha hecho lo que se le ha pegado la gana con el coronavirus es López Obrador que con su habitual autoestima por las nubes considera que por sus pistolas no puede contraer el virus ni contagiar a otros. Es decir, las actuaciones del Presidente han puesto en riesgo a la población y a la vez se ha puesto en riesgo por motivos políticos. Más bien lo que quiso decir el Subsecretario de Salud es que ahora, por motivos políticos siguiendo la opinión de científicos, lo oportuno es quedarse en casa.

            Hasta ahora la prevención acapara los esfuerzos. Desde este momento se pondrá a prueba nuestro sistema sanitario. En opinión de AMLO y López-Gatell no hay bronca. A juicio de los ciudadanos, ya lo veremos. Una mira al mundo ofrece una estrategia dispar para contener la pandemia: Asía, ordenada y eficiente, con experiencia en otras dos epidemias de coronavirus, ha salido mejor que peor de la prueba. En el caso de China, ayudó el autoritarismo del gobierno. En todos lo casos asiáticos, advertimos una sociedad consciente de los riesgos que se ha puesto al servicio de combatir la pandemia. Europa frivolizó con la llegada del coronavirus y, en la actualidad, España, Italia, Francia, Alemania y Reino Unido han declarado el estado de excepción. Sin embargo, cuenta con un servicio de salud competente y profesional. Con todo, no ha servido para contener la epidemia ni para mitigar el número de muertes: en el caso de Italia, alcanza el 10% del total de los declarados oficialmente contagiados. El Presidente de Estados Unidos fue irresponsable al principio. Ahora trata de enderezar ese comienzo, pero ya es tarde para contener la pandemia. Sus recursos médicos son los que ahora se pondrán a prueba. México ha prevenido mejor a iniciativa de la sociedad civil, pero el gran interrogante es saber si su servicio de salud será capaz de darse abasto. Todo indica que no será así. A pesar de los alegres números del Gobierno y del optimismo sin sustento, será finalmente el pueblo el que tenga que sufrir las consecuencias que se traducen en un contagio masivo, incapacidad del sistema de atender a los enfermos más graves y, en el peor de los escenarios, como en España, cementerios sin espacio para alojar a los muertos.   

            Lo peor está porvenir aunque ya hay mexicanos que padecen las consecuencias económicas. Con seguridad la demora del Gobierno en declarar la fase II se debió a los millones de mexicanos que viven el día, para quienes la pandemia los arrumbará a la indigencia. Además de las medidas sanitarias, urge un plan económico generoso y eficiente que proteja a los que menos tienen. En este sentido, Europa y Asia se han apresurado a paliar momentáneamente la previsible tragedia. En México se necesitan directrices claras de operación económica que no se reduzcan a pedir a los empresarios que no despidan a sus empresarios.

Jorge Camacho Peñaloza