Es la BOA

En la mañanera del martes Andrés Manuel López Obrador denunció un “compló” con nombre de ofidio que amenaza no sólo a su gobierno sino a su inexistente 4T: la BOA. Llama la atención que el astuto reptil se haya enroscado en la garganta del Ejecutivo en un momento en que los muertos y contagios aumentan sin que se sepa dónde está el pico de la pandemia, en que el desempleo se incrementa por millones, en que la inseguridad alcanza números históricos. La serpiente siempre aparece en gobiernos populistas disfrazada de amenazas de golpismo encubierto, de oscuras maniobras, de tenebrosas intenciones para expulsar del paraíso al hombre nuevo. Así sucedió con Hugo Chávez en Venezuela y Rafael Correa en Ecuador, y así sucede con Nicolás Maduro en Venezuela y con Pablo Iglesias en España. Tras los deslindamientos de los acusados por el Presidente, el señalamiento ha quedado en nada, a lo que se añade la información de El Universal según la cual un individuo se apersonó en su redacción para ofrecer el documento. La nómina de los acusados es la habitual desde que las mañaneras son las mañaneras y antes de que lo fueran. No hay novedad alguna, a no ser que los presuntos conspiradores comparten el mismo espacio de papel. El gobernador de Chihuahua, Javier Corral, es uno de los estigmatizados por el Presidente sin más prueba que su capricho.

            Pero hay algo que merece cierta atención. Los anillos de la BOA están constituidos por periodistas, cámaras empresariales, políticos, intelectuales. Hasta donde sé, el derecho a la asociación libre está amparado por la Constitución, así como el derecho a la libre expresión y a la disidencia. Aun cuando un grupo de ciudadanos se hubiera reunido para presentarse como alternativa al gobierno, eso no viola la legalidad. Por lo tanto, no se sabe muy bien si el propósito de López Obrador es amedrentar a las voces inconformes con su gestión o, en realidad, son una amenaza explícita a toda forma de oposición. En cualquiera de los dos casos, suponen una censura a los derechos legítimos de los ciudadanos y una merma al estado de libertades de nuestra democracia. Si la denuncia fue una advertencia es muy malo, si una amenaza, peor. Andrés Manuel, frente al fracaso de la 4T, ante el drama al que asiste el país, sólo recurre a lo único que sabe hacer: dividir, confrontar, polarizar. Todo esto adquiere tintes trágicos cuando se repara que quien representa a la máxima autoridad arremete contra ella; quien debería preservar los principios constitucionales, es quien primero se los salta; quien debería respetar la legalidad, es el primero que la impugna. La irrupción de la BOA no es la del peligro, sino la de la propia incompetencia.

            Con todo, lo que es indudable es que las campañas hacia el 2021 ya han arrancado, también la manera tramposa en que Morena y López Obrador van a competir. Es una lástima que el sr. Presidente utilice la zozobra de los ciudadanos para sus intereses políticos, que Ricardo Monreal sitúe la polarización como una estrategia de los “conservadores”, cuando todos los días tiene la oportunidad de escuchar de labios del titular de ejecutivo nombres y apellidos de ciudadanos libres a los que calumnia, veja y agravia. Uno no sabe si la BOA existe o no, sí sabe que existe para el Presidente y que es un excelente pretexto para seguir haciendo lo que mejor hace: insultar y difamar.