Hace dos semanas advertí que Julio sería un mes lleno de revelaciones. Sin hacer referencia a cualidades místicas o sucesos supra terrenos, en los últimos días hemos sido testigos de noticias que hacen tangible la posibilidad de comenzar a “vivir” nuevamente.
A esta hora, por demás se ha hablado de encontrarnos un poco más cerca de poner fin a este episodio dantesco, en el cual las probabilidades de amanecer con el mundo un poco más de cabeza, han sido las mismas que situarnos del otro lado del camino victoriosos.
El desarrollo de una vacuna efectiva se ha convertido en una carrera por la salud pública, misma a la que se han sumado varias empresas farmacéuticas e instituciones académicas, siendo AstraZeneca y el Instituto Jenner perteneciente a la Universidad de Oxford, los primeros en mostrar resultados prometedores en un ensayo de Fase ½, publicado en la revista médica The Lancet. Dicho ensayo mostró avances alentadores, sin embargo, los científicos aseguran que es de suma importancia proceder con cautela, pues aún hay áreas que requieren de un minucioso estudio para esclarecer en su totalidad el desarrollo y naturaleza de la posible cura. Se habla también acerca de la futura distribución de la vacuna contra el COVID-19, la cual necesitará de una evaluación detallada sobre las necesidades y realidades específicas de cada país, mismas que servirán como respaldo para la planificación global garantizando óptimos resultados.
La compañía alemana BioNTech en colaboración con la estadounidense Pfizer, también han logrado grandes avances en los últimos días; el pasado miércoles 23 de julio, el gobierno de Estados Unidos anunció que busca adquirir 100 millones de dosis una vez que se demuestre la eficacia y seguridad de la vacuna en los ensayos durante la Fase 3 de dicha colaboración, así como habiendo obtenido la licencia correspondiente de la Administración de Fármacos y Alimentos (FDA) de Estados Unidos, o en todo caso, una Autorización para Uso de Emergencia. La vacuna será gratuita para los ciudadanos estadounidenses, teniendo disponibilidad a partir del cuarto trimestre del año en curso.
El mundo aplaude a quienes, movidos por la vocación, han puesto todo de si para salir del ojo del huracán llevando al mundo entero a cuestas. Y es que no podría describirse de otra forma, pues así como los distintos investigadores y científicos dedicados al análisis y desarrollo de una vacuna efectiva, han puesto un gran empeño en su labor desde que comenzó la pandemia, el trabajo de aquellos que han estado en primera línea resguardando a los miles de enfermos no goza de menor importancia.
Esta pandemia ha traído consigo estragos a nivel psicológico y físico en la población mundial. Por demás hemos oído de personas cuya salud mental se ha visto perjudicada conforme pasan los días donde nos vemos forzados a soportar más de lo mismo. La frustración, el enojo constante, la tristeza y el sentimiento de inseguridad, han estado a la orden del día al no encontrar un punto de equilibrio dentro de todo este caos.
El personal médico en todo el mundo no ha experimentado una suerte distinta, ya que han tenido que lidiar con un sinfín de conflictos ocasionados por el acceso limitado a recursos de atención médica, equipo de protección personal o por el alarde del supuesto distanciamiento social tan poco relevante dentro de poblaciones que día a día ven crecer las cifras de muertos y contagios. Así mismo, han tenido que administrar hasta el más mínimo recurso, lo cual no ha resultado una tarea sencilla, pues priorizar en estas circunstancias deja un gran vacío en el ámbito moral y quebranta el sentido del deber.
Muchos médicos están viviendo en un constante conflicto de moralidad al no poder llevar sus decisiones al campo de las acciones; se saben comprometidos a salvaguardar la vida de los pacientes, pero ¿cómo lograrlo al coexistir dentro de un incesante dilema?
El despojo moral, en conjunto con la angustia de la misma índole, producen culpa, arrepentimiento o vergüenza, las cuáles a su vez, generan agotamiento que afecta la salud y el bienestar de los médicos. Desgraciadamente vivir bajo esta situación puede orillarlos al abandono de su profesión o al desarrollo de trastornos como el estrés postraumático.
Esta problemática ha inspirado actos de solidaridad como el que realiza el grupo Theater of War for Frontline Medical Providers, la cual es una colaboración entre el Programa de Artes, Humanidades y Salud de la Universidad John Hopkins, el Instituto Berman de Bioética y Theater of War Productions.
Su trabajo consiste en realizar representaciones de tragedias griegas interpretadas por artistas reconocidos y, a partir de ello, generar debates dinámicos entre los espectadores que accedan a sus presentaciones por medio de la plataforma Zoom; de este modo, se espera proporcionar un nuevo enfoque que permita a estos héroes de la salud compartir y reflexionar sobre las aflicciones que enfrentan durante esta crisis sanitaria.
Se sabe que la tragedia ateniense surgió como un paliativo contra las necesidades psicológicas que generaba una democracia militarizada que había sufrido el yugo de la guerra por décadas, aunado a la plaga que mato a casi un tercio de la población entre el 430 y el 427 a.C. Fue así, como el Teatro de Dionisio se convirtió en un espacio donde se permitía la expresión y análisis sobre el sufrimiento colectivo.
Las tragedias antiguas versaban, entre otros temas, sobre enfermedades terminales, el abandono, el dolor diferido, la impotencia ante el sufrimiento, el riesgo personal o sobre el final de la vida; estos tópicos han creado un canal seguro mediante el cual se puede involucrar a todo el personal de salud, creando un dialogo constructivo que fomente la comprensión y la compasión, así como renovando el sentido de comunidad.
Es imposible dimensionar la carga emocional y física que han experimentado estos incansables servidores, enfundados en guantes, mascarilla y túnicas de protección privados incluso de la capacidad de comunicar y expresar aquello que resulta esencial para el ser humano, pero que sin embargo, resulta la única manera de velar por la integridad de todos.
El mundo puede ser azotado por catástrofes inimaginables, deconstruyendo todo y volviéndolo un poco más complejo cada vez, sin embargo, la fragilidad que la raza humana es inmutable cuando se enfrenta tan de cerca la desgracia y sufrimiento.
El arte es y siempre ha sido un refugio para el espíritu agobiado, un oasis donde se puede enjugar hasta el más grande miedo, válvula de escape ante cualquier adversidad cuya finalidad es trascender más allá de lo inefable del sentir.
El panorama se pinta de esperanza y optimismo, sin embargo, aún quedan resquicios de incertidumbre. Que la exigencia de ser libres nos lleve por el camino de la unidad y la empatía, afrontando con valentía las batallas que aún estén por venir.