En el año 2010, César Duarte tomaba protesta como gobernador constitucional del estado de Chihuahua, en un terrible ambiente de inseguridad que se vivía, el parralense vendió la idea que él sería ese líder fuerte que llevaría a la entidad a un mejor “modus vivendi”. Durante esos años presumía su relación estable con Felipe Calderón y de excelente con Enrique Peña Nieto.
El exgobernador se confiaba y vociferaba a todo el país que en Chihuahua se “aprobaba” su gobierno, ya que en las elecciones del 2012, 2013 y 2015, el PRI tuvo buenos resultados electorales. Lo que “Don” César no había previsto, es que precisamente en ese año (2015) nacía un némesis para Duarte en ese momento, llamado Javier Corral, que después de perder la interna contra Ricardo Anaya para dirigir a su partido (PAN) a nivel nacional, se decidía si lanzarse como candidato por el estado grande de la república; y así ocurrió, el hartazgo de la ciudadanía hacia César Duarte, rebasó las fronteras de lo aceptable, y fue como en el 2016 se dio un efecto de “voto de castigo” al PRI, y el PAN tuvo excelentes resultados electorales en el estado.
Una vez que rindió protesta como gobernador de Chihuahua Javier Corral, la esperanza estaba puesta en sus dos principales promesas de campaña, la primera en llevar ante la justicia al exgobernador César D. J. ( la cuál parcialmente ha cumplido al momento de redactar ésta columna) y que la universidad pública fuera gratuita (promesa aún no cumplida) y curiosamente un año antes de elección nace el némesis de Javier Corral, llamado Cruz Pérez Cuéllar, que después de aquella “rara” elección del 2012, el Senador por Chihuahua ha jugado hábilmente un papel de contrapeso al gobernador del estado y la pregunta que brota a primera instancia ¿se impondrá el némesis de Javier Corral en las próximas elecciones, o gobernador pondrá gobernador?