Que siga así, indómito ante el miedo

Colaboración especial / Lucía Ramírez Lira

Cuando pareciera que este año no podría traer consigo ninguna otra novedad, por la tarde del viernes 30 de octubre un terremoto de 7,0 grados en la escala de Richter sacudió la costa turca del mar Egeo y de las islas griegas cercanas, azotando específicamente a la isla de Samos y a la ciudad de Esmirna, posteriormente un pequeño tsunami inundó las calles turcas del distrito de Seferihisar, arrastrando con fuerza gran variedad de artefactos y muebles, así como embarcaciones cuyos amarres fueron vencidos por las aguas. Las imágenes de edificios destruidos en la ciudad de Esmirna comenzaron a circular por la red e incluso varios videos mostraban el momento exacto en que la cotidianidad del distrito de Bayrakli fue interrumpida abruptamente por el movimiento telúrico que hasta el momento ha cobrado la vida de 69 personas y dejado un saldo 949 heridos según autoridades locales.

El cruce de placas tectónicas y dos importantes fallas geológicas, convierten a Turquía en una zona con actividad sísmica frecuente, prueba de ello han sido el terremoto de 1999 cerca de la capital Estambul, que causó aproximadamente 18,000 muertes e innumerables daños materiales y el más reciente a principio de año en las provincias de Erzincan y Malatya, cuyo saldo fue de 41 fallecidos. A pesar de que la ciudadanía cuenta con un conocimiento previo sobre los protocolos necesarios a llevar a cabo ante desastres naturales de esta índole, cientos de personas han quedado en el desamparo tras la pérdida de sus viviendas, otras tantas han optado por pasar la noche en la calle por temor a que las fuertes réplicas hicieran colapsar los edificios que aún se mantienen en pie; precisamente desde el viernes se registraron más de 800  réplicas, docenas de ellas con una magnitud mayor a un terremoto de 4,0 grados, motivo que ha complicado la búsqueda de supervivientes.

 Los daños materiales se vuelven más alarmantes al estar en medio de una crisis sanitaria mundial como la que hemos vivido desde hace 8 meses, prueba de esto es que las áreas verdes frente a los edificios destruidos se han convertido en campamentos improvisados por los vecinos que se encuentran a la espera de noticias sobre familiares y amigos que quedaron bajo los escombros de los 20 edificios colapsados, muchos otros han acudido a centros de ayuda temporal o carpas que se encuentran abarrotados.

 Ante el riesgo de un aumento de contagios por coronavirus que implica el no poder seguir las medidas de distanciamiento social, el Ministerio de Salud ha llevado a la ciudad enormes cantidades de mascarillas y desinfectantes que han sido distribuidos por el personal de la Autoridad de Gestión de Emergencias y Desastres (AFAD) y el Equipo Nacional de Rescate Médico (UMKE), así mismo el titular del Ministerio de Salud, Fahrettin Koca, ha pedido a la ciudadanía que no se olvide del virus: “No podemos ceder ante la pandemia mientras lidiamos con las secuelas del terremoto” insiste el ministro Koca.

Hasta el domingo por la noche, las autoridades comunicaron que más de 100 personas fueron rescatadas de los escombros; entre alegría, lágrimas y semblantes de esperanza, quienes emergían a la superficie eran recibidos por los rescatistas y civiles que por horas estuvieron trabajando incansablemente en su rescate. Los gestos de solidaridad entre la población turca sofocaban la tensión de aquellos que aún no obtenían información favorable sobre sus seres queridos, varios vecinos sostenían largas pláticas con estas personas brindándoles algún tipo de consuelo ante un pronóstico poco alentador.

Indudablemente el trabajo de los más de 5,000 miembros del personal de protección civil, 20 perros rastreadores y 751 vehículos ha sido fundamental en el rescate de las víctimas del terremoto, sin embargo, el apoyo de los voluntarios que desde el primer momento asistieron a la zona de desastre merece el mismo reconocimiento o incluso uno mayor al tratarse de individuos motivados por la empatía propia de quien ve relejada su circunstancia personal en aquel a quien le tiende la mano.

Las imágenes de cientos de personas formando cadenas humanas, brindando apoyo en situaciones donde pocos se atreverían a involucrarse por completo, miradas decididas, nudillos fuertes que sostienen un mismo ideal a pesar de estar al lado de cientos de desconocidos y una ausencia abrumadora de cualquier resquicio de miedo, inevitablemente evocan aquellos recuerdos del 19 de septiembre de 2017, momento en el cual un sismo con intensidad de 7,1 y con epicentro en la zona limítrofe entre Morelos y Puebla, arrebató la vida a 369 individuos y que haría temblar a cada connacional como nunca se había visto.  Recordar aquellos momentos en relación con lo ocurrido en Esmirna, logra poner de manifiesto la enorme capacidad de los seres humanos para sumar esfuerzos de un momento a otro en aras de proteger y salvaguardar a quienes más lo necesitan, demostrando una disciplina, solidaridad y templanza inigualables.

A más de tres años de aquella catástrofe en nuestro país que insisto, hizo temblar a cada uno de los que vimos las imágenes y videos de edificios derrumbarse frente a personas que no daban crédito a lo que estaban presenciando, hoy nos vemos envueltos en un asunto que, difícilmente podría llamarse un trago amargo que la naturaleza exclusivamente nos está haciendo pasar o un deliberado error humano, ya que probablemente resguarde un poco de ambos al final del día. En cualquier caso, nos encontramos ante la necesidad de actuar más que nunca con el mismo nivel de entereza y decisión que se apodera de cada mujer y hombre cuando llega la hora de responder a la necesidad y protección de quienes lo han perdido todo a causa de los caprichos de la naturaleza.

Lo que ocurrió en Esmirna nos ha recordado que a pesar de la vulnerabilidad de nuestra propia existencia e incluso en las circunstancias más adversas, tales como sortear los daños ocasionados por un terremoto y un mini tsunami en medio de una pandemia, el coraje de la humanidad sigue ahí, justo dentro de cada persona dispuesta a sacrificar un poco o quizás mucho de sí mismo para procurar el bienestar de los demás, ya que de alguna forma, nos vemos reflejados en las penas del otro, identificando parte de nuestras debilidades y carencias ante un mundo que diariamente nos desafía a mirar un poco más allá y a hacer un poco más para solucionarlas, actuando con valor y responsabilidad, así sea desde lo individual utilizando un cubrebocas o  participando en la búsqueda colectiva del rescate de alguien más.

Tips al momento

Ataque contra candidato a gobernador deja a inocentes heridos

A través de las redes sociales, el candidato a gobernador de la coalición Mejor Rumbo Para Puebla, Eduardo Rivera Pérez, anunció que ha suspendido su gira de campaña al interior de la entidad, luego que su domicilio fuera blanco de ataque armado y aseguró que sería de un móvil político.

"Me han informado que la seguridad del lugar donde vivo ha sido vulnerada. He suspendido mi gira en el interior del estado y en este momento estoy regresando a la capital. Mi familia está bien. Me comentan que hay personas inocentes heridas. Información apunta a que hubo un móvil político contra mi persona. Más adelante estaré compartiendo más información. ¡No se vale carajo!", compartió en redes sociales. Eduardo Rivera solicitó protección a las autoridades estatales en enero.

Hubo muestras de solidaridad para con él y su familia, pero también el enfatizar que estas elecciones serán recordadas como las más violentas en mucho tiempo.

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