Marbella, sede global del crimen organizado

Una decena de vecinos desayunan en un bar bajo el cielo despejado de Marbella frente a la oficina del GRECO Costa del Sol —Grupo de Respuesta Especial para el Crimen Organizado de la Policía Nacional— . El inmueble, situado en un barrio popular, es un edificio anodino, en el que nadie repara. Solo alguien que se fijase mucho se daría cuenta de que dos cámaras de seguridad controlan la entrada. Igual de ajenos toman café y tostadas los vecinos. Ninguno de ellos sabe ni imagina que solo 24 horas antes, en otro punto de la ciudad, la policía ha rescatado a un hombre de un garaje con los dedos de los pies taladrados. Se trata de un amarre, un secuestro entre bandas criminales para ajustar cuentas. Esa misma tarde, en Puerto Banús, la parte más ostentosa y exagerada de esta ciudad de 147.633 habitantes, un joven inglés perteneciente al crimen organizado sale de la tienda de Louis Vuitton y se ve rodeado de un grupo de chavales de origen magrebí, soldados de clanes marselleses. “No querían nada en concreto. Me miraron y me dijeron: ‘Qué pasa’. Buscaban problemas. De un tiempo a esta parte es algo habitual, esto se ha convertido en una zona muy problemática”, cuenta sin reparar en la paradoja: un delincuente quejándose de la delincuencia. Ese mismo día, en Nueva Andalucía, uno de los distritos de lujosas urbanizaciones que rodean la ciudad, al lado del hotel Sisú, calcinado meses atrás por otro ajuste de cuentas, un joven en chándal y tatuajes estrella el Rolls Royce que conduce contra otro coche en un cruce. Mientras inspecciona el frontal destrozado de su vehículo, sostiene tres móviles en la mano y mira desafiante a quien atraviesa la escena. Ocurre todo mientras los vecinos marbellíes de la cafetería terminan sus desayunos.

Fue en los años sesenta, en pleno desarrollismo, cuando se decidió convertir la Costa del Sol en el gran polo del turismo en el sur de Europa. Por un lado, el popular que pobló las playas de Torremolinos. Más adelante, el exclusivo de una emergente jet set o alta sociedad que encontró en Marbella un paraíso. El proyecto triunfó, pero trajo consigo una mochila que se instaló con el mismo éxito. Antonio Romero, exdiputado de Izquierda Unida, coautor del libro Costa Nostra y, desde hace 20 años, una de las voces más sonoras contra el impacto del crimen organizado en la provincia de Málaga, explica: “Ese fue el acuerdo del franquismo: ustedes, los criminales, vienen a descansar, no delinquen y traen dinero. Porque el dinero no es negro ni rubio ni tiene color: es dinero, como decía Lucky Luciano”. Así, con la autoridad mirando para otro lado, la zona se convirtió enseguida en predilecta para las mafias.

La Costa del Sol es una lengua de tierra que se extiende a lo largo de 90 kilómetros entre el mar y la montaña. Al sur, separado por un brazo de apenas 15 kilómetros de mar, se ubica el mayor productor de hachís del mundo, Marruecos (con Ceuta y Melilla como sucursales). A menos de una hora por carretera se llega al Campo de Gibraltar, plaza fuerte del narcotransporte y una de las grandes puertas de entrada de la cocaína en Europa a través del puerto de Algeciras. Allí está, además, la colonia británica de Gibraltar, un paraíso fiscal al otro lado de una verja. Al norte, para cerrar un cinturón territorial intoxicado por el crimen organizado, se yerguen las montañas de Málaga y Granada, principal región de cultivo de marihuana de Europa. Es la frontera sur del crimen, una conurbación continua entre Málaga y Estepona, con Marbella como capital. En este tablero se concentran al menos 113 grupos organizados de 59 nacionalidades distintas, según datos del Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO). El lugar no admite comparación, según la policía, con ningún otro sitio del mundo. La diversidad de los grupos criminales en un espacio tan pequeño es un fenómeno único.

La Costa del Sol es una ONU de mafiosos en un mundo globalizado: Jefe policial experto en crimen organizado

Uno de los principales responsables de la Policía Nacional en la lucha contra el crimen organizado lo resume así: “La Costa del Sol es una especie de hub, de lugar de encuentro, de centro de coworking [espacio compartido de trabajo] en el que están presentes casi todos los grupos criminales organizados del mundo. Una ONU de mafiosos en un mundo globalizado. Marbella”, remata, “es una marca turística y una marca criminal”. Lo ven igual desde el otro lado: un miembro de la Camorra napolitana afincado en Marbella desde hace años y que accede a hablar con EL PAÍS en el salón de una de sus casas, dice: “Aquí estamos grupos de todo el mundo, gente que hace trabajos de todas las nacionalidades. No nos mezclamos, pero hay colaboraciones constantemente”. Marcos Frías, jefe de la Brigada Central contra el Crimen Organizado, completa: “Es como un tejido empresarial, un modelo colaborativo de alianzas ilógicas que llevan a guerras ilógicas. Lo que llamamos internacionalmente crime as a service (crimen como servicio). Todos quieren abrir oficinas, hay que estar ahí presentes. Por ejemplo, un mafioso de Liverpool que quiera traficar droga a gran escala, sabe que tiene que aparecer por Marbella. No le va a quedar más remedio”.

En los últimos años la situación se ha deteriorado. Los jefes mafiosos instalados han ido llevando consigo a sus soldados. Matones de todo tipo se dejan ver hoy en las calles de Puerto Banús o Nueva Andalucía. “Jóvenes armados y muy peligrosos”, explica un miembro del GRECO Costa del Sol. La queja, paradójicamente, no viene solo desde la policía. El discurso del jefe de una organización criminal que lleva años instalado en Marbella es muy parecido: “Los jóvenes que vienen ahora no tienen códigos, no respetan nada”. Es un hombre robusto, educado. Ha accedido a compartir mesa en un restaurante de Puerto Banús, donde —como si fuera el protagonista de una película de gánsteres— siempre tiene una mesa disponible para él. Habla con desprecio del nuevo perfil de delincuencia que hay en la Costa del Sol, mientras bebe un café tras otro: “Lo que ha cambiado de Marbella es que ahora está aquí la clase baja del crimen. Está toda esa gente de las riñoneras cruzadas, mientras sus jefes están en Dubái”. El agente de GRECO retoma: “Son impulsivos. Van paseando en superdeportivos, con relojes de miles de euros y recurren a la violencia a la mínima. Y toda esa gente tiene que vivir aquí”. En esa mudanza está la clave: el paisaje de Marbella ha mutado. Un paseo en coche por la zona es suficiente para percibirlo: vehículos de lujo con jóvenes en chándal y gorra al volante; armarios de gimnasio con enormes tatuajes y cicatrices visibles en los bares y tiendas; miradas desconfiadas en las terrazas de las cafeterías; jóvenes magrebíes fichados por la policía con relojes de oro y brillantes, gimnasios donde da miedo entrar… “Aquí estás cenando en un buen restaurante, te giras y ves en una mesa a un albanés con una estrella tatuada y en otra a un matón de la mafia irlandesa”, cuenta un agente del GRECO. “El otro día en la cola del supermercado se giró el chico que estaba delante de mí y tenía un Kalashnikov tatuado en la frente”. El agente resopla. ¿Antes no pasaba? “No, eso antes no era así. En absoluto”.

Las mafias y sus integrantes se funden con el paisaje, en gran parte compuesto por millonarios de todo pelaje que eligen Marbella para descansar o vivir. Una simple búsqueda en el portal inmobiliario Idealista arroja 3.974 casas de más de un millón de euros. Cien más que en toda la ciudad de Madrid, en una localidad donde la renta per capita (21.818 euros) está por debajo de la media española. De nuevo el contraste: más que un sitio rico, es un sitio lleno de ricos. Las casas de los mafiosos están entre las de otros millonarios que nada tienen que ver con la criminalidad. Sus coches aparcan junto a coches de empresarios, sus barcos atracan en los mismos puertos y comparten restaurantes. Ricardo Álvarez-Ossorio es un abogado penalista que ha representado a numerosos miembros del crimen organizado de la Costa del Sol. “Esta zona es un cuchillo de doble filo, un paraíso con cien manzanas y doscientas serpientes”, dice. “El crimen organizado, en gran medida, es un crimen no visible. Son ricos, viven bien, gastan… Ese crimen organizado ha nutrido Marbella. Ellos y los jeques. Y a todo el mundo le ha parecido bien”.

LA VIOLENCIA:“AHORA VAN DIRECTAMENTE A MATAR”

La consecuencia directa de este cambio de paradigma urbano es la violencia. Los enfrentamientos entre bandas se han multiplicado: “Ahora la violencia es gratuita”, explica Antonio Rodríguez Puerta, jefe de la UDYCO Costa del Sol (Unidad de Droga y Crimen Organizado de la Policía Nacional). “En otros momentos los grupos criminales negociaban, hablaban. Se perdía un alijo y se llegaba a un acuerdo. Ahora comprobamos que, si ocurre algo así, en la mayoría de los casos van directamente a matar”.

Este aumento de la beligerancia inquieta a las fuerzas de seguridad, que temen que se cruce una línea roja. “Creemos que puede pasar en cualquier momento, que empiecen a atacarnos, a dispararnos o a ajustar cuentas contra agentes”, reconoce una miembro del GRECO. También Ignacio de Lucas, fiscal antidroga de la Audiencia Nacional, opina de esta forma, sentado en una cafetería del centro de Madrid: “Veo perfectamente viable la violencia contra las autoridades. Es el único modo de vida que conocen”. Algún agente ya ha recibido intimidaciones después de que miembros de bandas hayan encontrado su foto en redes sociales o mensajería móvil.

El desembarco de soldados de bandas criminales en la Costa del Sol infecta otros ámbitos. “Por primera vez, gente de dinero, vecinos de clases altas, se están yendo de Marbella. Porque tienen miedo”, explica el abogado Ricardo Álvarez-Ossorio. “Yo es la primera vez que escucho a amigos o conocidos decir que tienen miedo, que se plantean dejar esta zona”. Álvarez-Ossorio destaca el pasado mes de agosto como uno de los más significativos, junto al sangriento invierno previo a la pandemia: “Bandas del este entraban todos los días en casas. Había robos y asaltos constantemente. Ha sido el agosto negro y creo que ha supuesto un punto de inflexión en Marbella”. Un agente del GRECO lo corrobora: “A la gente no le gusta lo que está pasando. Es que ahora están por todas partes. Yo me atrevo a decir que más de la mitad de los coches de lujo que veas aquí son de criminales. Es apabullante”. La voz en primera persona la pone una vecina de una acomodada urbanización marbellí que prefiere no revelar su identidad: “Temo dejar cosas de valor en casa. Yo llevo varias pulseras puestas —la mujer las muestra y explica el valor de cada una, de varias decenas de miles de euros— y cuando salgo a correr las cubro con una muñequera, no las dejo”. “¿Se plantea irse de aquí?”. “Sí, de hecho es algo que acabaré haciendo”.

La pandemia ha sido el acelerador de esta evolución. El cierre de fronteras del pasado año dejó atrapados a miembros de bandas y estancada su mercancía. Las calles de Marbella y alrededores, siempre atestadas de turistas que bullen en restaurantes, discotecas y chiringuitos, se ven desiertas. “Muerto Banús” le llaman. Y en ese escenario muchas bandas se han encontrado sin objetivos a los que robar ni clientes a los que vender mercancía. “Esto está vacío, no hay movimiento”. Lo cuenta un joven narcotraficante colombiano residente en Marbella, en la terraza de una hamburguesería. “El cierre de fronteras provocó que bajasen las exportaciones. Un ejemplo: la cocaína que sale de Brasil o Uruguay viene escondida en cuero de Paraguay. Y si no hay demanda para exportar cuero, no hay manera de sacarla”. La situación provocó el pasado año una sequía que elevó los precios de la cocaína por encima de los 33.000 euros el kilo. Y también un hervidero de actividad para intentar meter droga. “Después de Navidad, todo cambió. Lo acumulado ha empezado a salir y ahora está inundado. El precio del kilo ha bajado a 27.000 euros, un 25% más barato que hace un par de meses”, explica. Marcos Frías, de la Brigada Central contra el Crimen Organizado, lo corrobora: “Ha sido como un muelle que estaba comprimido y ha saltado”.

Fuera de los ricos mundos de las urbanizaciones, Marbella no padece una inseguridad ciudadana exagerada. Aunque tiene índices de criminalidad equiparables a ciudades mucho más grandes, no es un lugar peligroso, porque España en general no lo es. Eso dicen las estadísticas. Lo que diferencia a la Costa del Sol es la incertidumbre. La sensación de que puede ocurrir cualquier cosa en cualquier momento, como en un paraje lleno de depredadores. “No sabes con quién puedes tener un problema”, explica un abogado y vecino de la Costa del Sol que pide mantenerse en el anonimato. “Un empujón sin querer, una discusión de tráfico, un hurto… Especialmente delicada es la noche. En una discoteca de Marbella es mejor no tener ningún problema porque nunca sabes quién puede ser la otra persona”.

En ese no saber qué puede pasar se mueve la policía de a pie. Más allá de la lucha de los grupos especializados que se dedican a descabezar organizaciones, en la costa malagueña se libra una pelea diaria contra una delincuencia desconocida en otros lugares. Marbella cuenta con una comisaría de Policía Nacional que no tiene las dotaciones de una capital de provincia, pese a que supera con creces los índices de criminalidad de muchas de ellas. La comisaría de Marbella recibe unas 150 denuncias diarias. Al año, afrontan unos 32.000 asuntos. Son números propios de ciudades del doble o triple de tamaño y población.

“No es que Marbella sea especialmente violenta”, añade un policía destinado en la ciudad, “pero es imprevisible. En otros sitios sabes que las llamadas relacionadas con reyertas, peleas o robos son asuntos de la calle. Aquí acudes sin saber qué te vas a encontrar. Una llamada por una pelea puede ser un ajuste de cuentas mafioso. Las patrullas jamás salen sin el chaleco antibalas puesto. Eso de meterlo en el maletero no existe”. “Os pongo ejemplos: hace poco nos llamaron por una pelea y cuando llegamos nos encontramos una persona a quien le habían rajado los laterales de la boca, le habían hecho la sonrisa del payaso. Era un ajuste de cuentas. También hace poco nos llamaron por disparos y encontramos un tipo que tenía un tiro en cada pierna”.

La falta de medios y efectivos es la conclusión común de todos los policías entrevistados. “Tenemos solo cuatro coches patrulla”, explica un policía destinado en Marbella, “y cuando vienen Aznar y Felipe González a veranear debemos destinar dos a custodiar sus vacaciones. No tenemos ni suficientes chalecos. Y hay docenas de tiroteos. El plus de peligrosidad del País Vasco tendría que estar aquí”.

Les llevamos ventaja, no nos preocupa demasiado la policía: Miembro de la Camorra napolitana

Tal vez sea la fanfarronería del citado miembro de la camorra napolitana la que mejor evidencia que las fuerzas de seguridad necesitan más medios: “Les llevamos ventaja, no nos preocupa demasiado la policía. Tenemos mejores medios y tecnología”, afirma.

Rodríguez Puerta, jefe de Udyco Costa del Sol, concede: “La realidad es que nosotros siempre vamos un paso por detrás. Intentamos que ese paso al menos sea de calidad”. Y un agente del GRECO es más claro: “No tenemos nada, los malos van varios pasos por delante, tenemos muchas trabas legales. Todos los meses tenemos que hacer un oficio de justificación de escuchas, balizas, vigilancias. Pides pinchar 20 teléfonos en un juzgado y lo colapsas. A veces parece que tenemos un chihuahua para enfrentarnos a ellos, cuando deberíamos tener un pitbull. En España los jefes criminales están tranquilos, viven bien”. Ignacio de Lucas, fiscal antidroga de la Audiencia Nacional, sostiene que “la prioridad número uno es meter más recursos. Hay que invertir en la lucha contra el crimen organizado”.

Lo más inquietante de todo este escenario es la escasa profundidad mediática de la que goza, salvo por la prensa local. La opinión pública se asemeja al grupo de vecinos que desayuna frente a las oficinas del GRECO, ajenos al goteo de ajustes de cuentas que inundan su ciudad. Muchos, por no decir la mayoría de los episodios violentos que suceden en la Costa del Sol, no tienen eco. “La prensa los tapa”, afirma el jefe criminal que tiene una mesa reservada en Puerto Banús. Pero lo cierto es que la prensa sí refleja toda la información que la policía le hace saber. La clave parece estar en la criba de esta información, casi siempre dosificada. Y, sobre todo, en que la mayoría de los incidentes entre bandas no cuentan con denuncias posteriores. “Hace unos meses apareció un polaco con disparos en las piernas. Le dispararon unos suecos. Ni presentó denuncia ni quiso testificar”, explica un agente. Añade otro ejemplo de un ciudadano irlandés que, hace unas semanas, resultó herido con un disparo en la cara en Nueva Andalucía. “No quiso colaborar con la investigación. Hay bastantes palizas y secuestros, ocurren en las urbanizaciones, en las zonas turísticas, pero no suelen salir en prensa porque no presentan denuncia ni acuden jamás a la policía. Y la gente no se entera”.

Y pese a la falta de medios y los códigos de silencio, la policía puede sacar pecho: todos los homicidios de la Costa del Sol que se produjeron en 2020 han sido resueltos excepto uno. “Pero el contador ya está otra vez a cero”, indica Marcos Frías. “Ya tenemos otra vez incidentes con armas de fuego y disparos”. Hace tan solo unas semanas, un británico apareció con disparos en las piernas en Fuengirola. No trascendió.

“Todo no lo vas a contar, se crearía pánico”, admite un miembro de GRECO Costa del Sol. “La mayoría de los vecinos no es consciente de lo que está pasando aquí, no tiene ni la menor idea de lo que sucede y le rodea. Ya ni te cuento el resto de españoles. Y tal vez deba ser así”. Juan Luján, jefe del GRECO Costa del Sol, cree que el ecosistema de la zona beneficia a la actividad criminal: “La clave es que aquí la felicidad fluye, el dinero fluye. Y por eso no hay alarma social. La atención mediática ya se la llevan La Línea y el Estrecho. Aquí están los que controlan todo eso, pero no preocupan”.

Es el precario equilibrio de Marbella y su entorno, un lugar en el que vecinos desayunan tranquilamente en una terraza mientras un hombre es torturado con un taladro y dos pandillas de delincuentes se pelean frente a una tienda de lujo. Una delicada realidad que, de momento, no genera preocupaciones ni debates políticos.

EL ECOSISTEMA:RELOJES, RIÑONERAS Y BOTELLAS DE 1.500 EUROS

Pablo abre sobre la mesa del restaurante una riñonera Calvin Klein negra con grandes letras doradas, de la que van saliendo teléfonos de varios tamaños y colores. Dos grandes, similares a smartphones, y dos más pequeños, básicos, con pinta de antigualla. Los ordena en hilera, como si fuera un muestrario, y empieza a hablar. Desde hace años Pablo coloca unos 50 kilos de cocaína a la semana en el mercado español y ahora está subiendo peldaños gracias a sus contactos para traer mercancía directamente del otro lado del Atlántico. Es un narco de nivel medio en el ecosistema marbellí, un prototipo en el que se suelen dar ciertas características recurrentes: coche deportivo ostentoso que recorre las calles de Puerto Banús, camiseta de marcas como Valentino, Dsquared2, Kenzo y Dolce & Gabbana, gafas de sol llamativas, peinado con raya al lado con laterales rapados, barba recortada, chándal, zapatillas blancas y, por supuesto, un ajuar de móviles. A pesar de llevar encima más de dos mil euros en ropa, lo más valioso está ahí: los aparatos que le permiten comunicarse con proveedores, compradores y gente a su servicio a resguardo de la policía, gracias a la tecnología de mensajería encriptada.

En la Costa del Sol, quien no tiene varios teléfonos no es nadie en el mundo del hampa. Hay una carrera de ostentación: Pablo tiene cuatro aparatos, pero algunos miembros de bandas llevan hasta siete. Son como las colas de los pavos reales: cuantos más y mejor encriptados, más poderoso es el mensaje que se lanza. Y el ritual marca que hay que colocarlos todos encima de la mesa cuando se llega a un restaurante o a una discoteca. El despliegue de teléfonos es una señal de aviso.

Además de lo estético, portar móviles encriptados es una necesidad. Hay decenas de programas en el mercado para camuflar comunicaciones, y los miembros de las bandas de la Costa del Sol los controlan todos con la precisión de un ingeniero. Es una guerra invisible y silenciosa que mantienen desde hace años con las fuerzas de seguridad por adquirir, manipular o evitar los mecanismos de ocultación. En el mundo criminal se habla de sistemas de encriptación como si fueran adquisiciones para estar a la última. Hay algunos que están de moda, otros solo al alcance de los grupos más fuertes y otros antiguos pero fiables. Cuando uno deja de ser seguro, la voz corre entre los grupos, que lo dejan de usar.

“Alguien que gana lo justo en un trabajo normal no va a usar encriptadas, solo lo hacemos quienes lo necesitamos y nos da igual gastar ese dinero”, dice Pablo, desbloqueando uno de los aparatos. Sky ECC, Encrochat, Silent Phone u Omerta son algunas de las aplicaciones, de elocuentes nombres, que regatean la vigilancia policial y hacen furor entre los grupos de la Costa. Con ellas se puede mantener una comunicación segura usando determinados móviles, ya que modifican el aparato para evitar micrófonos, cámaras, GPS y, por supuesto, lector de huellas y reconocimiento facial. Cuestan entre 1.500 y 2.000 euros y caducan cada seis meses, lo suficiente para hacer un trabajo y comprar otra para volver a empezar. Han sustituido a los antiguos teléfonos Blackberry y a los básicos anteriores a los smartphones (teléfonos inteligentes), fiables hasta cierto punto porque para localizarlos es necesario triangularlos. Los que nunca usan para trabajar son smartphones comunes.

Hace unos meses las policías inglesa, holandesa y francesa lograron infiltrarse en Encrochat, el programa de encriptación más utilizado por el crimen organizado, y fueron detenidos 800 sospechosos. El pasado marzo también cayó Sky ECC, después de que la policía belga la interviniera. Gracias a esa actuación fueron detenidas 49 personas en el país y 30 en Holanda, en la considerada mayor operación policial en la historia de Bélgica. Hoy nadie quiere Encrochat ni Sky y los investigadores saben que no encontrarán nada ahí.

La mayoría de estas aplicaciones tienen códigos curiosos. “En esta accedes por la calculadora, haciendo una operación secreta que te permite entrar en una pantalla de chat encriptado”, cuenta el narco mostrando conversaciones en las que habla con otro traficante sobre el precio del kilo en Colombia. En una de ellas se ven imágenes de paquetes con diferentes sellos —la marca que se impresiona sobre la cocaína y que distingue los cargamentos— de las organizaciones con las que ha trabajado.

Pablo dibuja hoy un perfil determinado, pero también sabe que “los que triunfan tienen otra imagen, de empresario respetable”, y parece dispuesto a llegar a él. No quiere ser como El Chatito, “que se grabó a sí mismo en las gomas (lanchas rápidas) pasando el Estrecho y luego en un Mercedes con dinero y un paquete dentro mientras repostaba”.

A Puerto Banús, capital de la ostentación, llegó hace unos años Tina, una joven colombiana atraída por el dinero de la costa y que trabaja como relaciones públicas en varios de los mejores locales de Marbella. Allí manda el dispendio narco. Hay que dejarse ver: “En las discotecas que frecuentan los malos la reserva de una mesa cuesta hasta 5.000 euros con consumición”, detalla Tina sentada ante un zumo de frutas en horario de desayuno y vestida para ir al gimnasio. “Lo que suele hacer esta gente es pedir botellas de champán de 1.500 euros y otras de vodka o tequila de varios litros, hasta llegar al crédito que se pagó por la mesa. Pero siempre se supera la cuenta”.

“Cada vez que compran una botella buena, o varias, aparecen los camareros con bengalas, para que todo el mundo se fije en lo que ha pedido”, prosigue Tina. “Con los príncipes árabes y todo su séquito, las bengalas entran cada cinco minutos. Es imposible que lo beban, solo lo hacen por el estatus de pedir y si luego se tira, se tira. Pero también lo hace gente de este otro mundo. He visto cuentas de hasta 100.000 euros por noche, y propinas de varios miles”. A Tina se le tuerce el gesto al hablar del pasado verano pandémico. “Como apenas había turistas de lujo, lo que llenaba las discotecas era esta gente de las mafias que ya vive aquí instalada y tiene que salir de noche. Se notó mucho más su presencia. No son gente con clase. Los más temibles y violentos son los ingleses. Y nadie los para porque les tienen miedo. Visten vulgar y no parece lo que realmente son, gente que tiene todo: dinero, fuerza, poder”, concluye.

El exterior de estos locales es la antesala de lo que se cuece dentro. Frente a las fachadas, los aparcacoches estacionan los vehículos más llamativos para dar prestigio al club, a modo de currículo. La seguridad de la entrada es férrea con la vestimenta, incluso con el físico de sus clientes. “Gordos y gordas no entran”, dice Tina muy seria, dejando claro que no es una broma. En los accesos VIP los invitados van a dejarse miles de euros, y su origen no parece preocupar a nadie. “No hay cacheos. Entra gente armada, está claro”, cuenta Tina. Con las drogas ocurre algo similar. “Tolerancia cero con la venta, pero el consumo no está tan controlado”. “¿Prostitución? “Es imprescindible en una disco de lujo. Está llena de hombres ricos que quieren ligar. Y si no hay chicas guapas, se van”, reconoce. Pero añade: “Marbella sin todo esto no existiría. Sería Torremolinos o Benalmádena, turismo de asalariados”.

De tez morena, con piercings variados en las orejas, uñas postizas y pelo planchado, María (nombre falso), de 30 años, va a Marbella por temporadas a trabajar como escort (acompañante remunerada). Por su cuenta, “como hacen casi todas”, comenta. “Las mafias de prostitución son solo para las chicas de la calle. ¿Cómo haría una chica a la que le gusta un bolso de 3.000 euros si no? ¿Le va a pagar a un chulo? Eso ya no cabe en la cabeza”. Pero esos artículos de lujo no los compra. Son casi siempre regalos.

En la vida tal como era antes de la pandemia la discoteca es lo más parecido a un terreno de juego. “Las chicas saben que les van a invitar y se ponen cerca de las mesas, dejan el bolso en una de ellas y hay un duelo total para ver a quién invitan primero”. Las terrazas de los hoteles son el otro campo de batalla sigiloso: “Ahí se trabaja muy bien y es facilísimo”. Según María es sencillo adivinar quién tiene más dinero: los que menos alardean. A los soldados rasos del narco los delata el reloj: “Ves gente con Rolex o Patek Phillipe de 200.000 euros. Cuanto más caro el reloj, más postureo. Como las riñoneras de marca para guardar cinco móviles y un fajo de billetes. Aquí hay muchos que alardean de ser narco, porque en el bajo mundo ser narco significa que tienes dinero”, remata María, que ofrece una conclusión extrapolable a otros estamentos de la Costa del Sol: “Es demasiado fácil meterte en este mundo, demasiado tentador. Cuando hay lujo y diversión es muy difícil escapar”.

La pandemia ha cambiado los hábitos. Con las restricciones, la Costa del Sol se ha inundado de fiestas clandestinas en villas y chalés. Lo cuenta Pablo, el narco colombiano: “Desde el verano los miembros de bandas asisten a fiestas en casas. Son constantes. Las hay casi todos los días. Los grupos a los que les entra un trabajo y sale bien, quieren festejarlo con alcohol, drogas y mujeres. Y si no hay discotecas, lo hacen en villas”. En estas fiestas los precios se han disparado casi a la altura de los grandes clubes, y de hecho los chalés se decoran como discotecas adonde acuden disc jockeys (pinchadiscos) de altísimo nivel —con cachés que superan los 100.000 euros— y chefs de renombre, alguno con estrella Michelín. El pasado 29 de marzo, un pincha murió en una de estas fiestas por una bala perdida, tras una discusión. Cuando la policía llegó, el chalé estaba vacío salvo por el cadáver del joven. Días después, los investigadores detuvieron a varios miembros de los Ángeles del Infierno y descubrieron que el fallecido ya había estado en otra fiesta meses antes donde un ciudadano magrebí fue asesinado a disparos.

Las drogas están presentes. Además de las habituales (marihuana, pastillas, cocaína), entre el crimen organizado de Marbella se ha puesto de moda el 2CB (cocaína rosa, tusi o tusibí, por la pronunciación de esas iniciales en inglés), un polvo color chicle que mezcla varias sustancias sintéticas. También el globo, llamado gas de la risa o balloon se ha convertido en la sensación de los últimos años, con la distinción de que ni siquiera es una sustancia ilegal. Se trata de óxido nitroso que se absorbe tomando aire de un globo y que proporciona un subidón momentáneo que a veces llega a lo alucinógeno. Se comercializa en internet a través de bombonas o cápsulas de gas.

Esta es una promoción real en una fiesta privada en una villa: reserva de una mesa por 800 euros, una botella de 1,75 litros de vodka de primera calidad, una cachimba y una bombona de dos kilos de globo. Es una escena singular: grupos de traficantes de droga que consumen una sustancia legal de recreo.

Pablo concluye: “Pero todo esto es una etapa. El objetivo es no ostentar, hacer vida de familia, como los grandes jefes, que no te imaginas que hacen lo que hacen. Eso del ‘plata o plomo’ es de película. La culpa es de las series y la tele, que atraen a los jóvenes a ese mundo pensando que se van a hacer ricos”.

LAS BANDAS:“ES LA ‘UBERIZACIÓN’ DEL CRIMEN ORGANIZADO”

La Costa del Sol alberga más de un centenar de grupos criminales organizados. Van desde estructuras mafiosas de gran poder (como serbios, marroquíes y holandeses) hasta bandas de delincuentes que se dedican a robar relojes o entrar en casas. Todos conviven en un espacio reducido, incrustados en una de las zonas más turísticas y de mayor nivel económico de Europa. “En la Costa del Sol se produce un efecto llamada”, explica Marcos Frías, jefe de la Brigada Central contra el Crimen Organizado. “Si un grupo quiere hacer negocios, necesita presencia en la Costa del Sol, asociarse, hablar, negociar, pedir favores…”. Un miembro de un clan de la camorra asentado en Marbella confirma: “Aquí es donde hay que estar: es la puerta de Europa”.

En la Costa del Sol estos grupos trabajan aliándose (o enfrentándose) entre ellos y cada uno se especializa en actividades que giran en torno al narcotráfico: compra de mercancía, protección, transporte, distribución, blanqueo… Casi ninguna de estas bandas tiene capacidad para llevar a cabo todo el proceso por sí sola, de ahí las colaboraciones constantes. Lo explica un fiscal antidroga especializado en la zona: “Quien piense que las organizaciones criminales son como antes, piramidales y con todos los apartados cubiertos, se equivoca. Lo siento, pero no es así. Es como en la serie ZeroZeroZero, donde se tienen que aliar y cada uno se encarga de algo. No son carteles, son [grupos de] prestación de servicios: hemos llegado a la uberización del crimen organizado”. No existe, pues, un reparto territorial. “No sería posible hacer un mapa, como sí ocurre, por ejemplo, en México”, completa. “Se puede hacer, en cambio, un esquema del reparto de actividades, a qué se dedica cada organización”. Los grupos se aglutinan por país de origen. Es difícil ver una banda integrada por más de una nacionalidad. “Hay respeto entre grupos, pero no nos mezclamos entre nosotros”, señala el camorrista.

Por debajo de estos grupos hay bandas criminales más pequeñas que, en ocasiones, funcionan como subcontratas. Marcos Frías explica: “Hay muchos pequeños grupos que hacen negocios subsidiarios: conseguir un arma, un coche, tener a un tipo que sepa conducir a 250 kilómetros por hora, otro que le dé una paliza a alguien…”. Varias de estas bandas se dedican al robo de relojes, vehículos o casas. Y algunas de ellas, como pandillas de jóvenes napolitanos o marselleses, o bandas de Rumanía o Bulgaria, viajan a Marbella unos meses a hacer la temporada y regresan a sus ciudades.

¿Cómo entran en contacto y se relacionan estas organizaciones? Un narcotraficante asentado en Marbella cuenta, mientras toma un refresco, que entre los grupos organizados de la Costa del Sol “se está todo el día hablando, preguntando”: “Todo el mundo se entera de todo y casi todo el mundo sabe quién es quién”. La mayoría de los encuentros tienen lugar en sitios discretos: cafeterías de centros comerciales, cadenas de comida rápida, terrazas o dando un paseo por un parque o los jardines de las urbanizaciones de lujo.

Muchas de estas reuniones son organizadas por intermediarios, figuras del crimen organizado afincadas desde hace años en Marbella que se dedican a la mediación entre bandas. Uno de estos diplomáticos del crimen accede a hablar. “Los encuentros no se parecen demasiado a los de las películas. Suelen ser charlas educadas y rápidas”, explica. En ellas, a veces, y conscientes de que pueden ser escuchados, intercambian trozos de papel con la información clave, tal y como han recogido cámaras de seguridad en numerosas ocasiones. “Hay de todo, pero en general la gente es respetuosa, quiere hacer bien los negocios. Son encuentros que tienen una atmósfera empresarial y a los que no acuden soldados, acuden los jefes”. Otras veces, los intermediarios son abogados, contables o asesores fiscales que trabajan para las bandas y que las ponen en contacto. Suelen acudir a los encuentros y, en ocasiones, sirven de garantía, de aval, para llegar a acuerdos.

Aunque no hay una disputa territorial, cada organización tiene sus lugares propios, los sitios que frecuenta. Y es importante para ellos conocer estos códigos. “Como un inglés se meta en el gimnasio de los albaneses, va a tener un problema”, cuenta el narcotraficante que bebe un refresco. Los irlandeses tienen sus pubs en Puerto Banús; los marroquíes, sus propios locales donde (en público) no se bebe alcohol pero sí se fuma sisha; los colombianos acuden a los centros comerciales, la camorra tiene sus propias pizzerías, hay hoteles concretos para mafiosos ingleses… La policía sabe muchos de los nombres de restaurantes y locales que sirven de sede para las distintas organizaciones y, en un recorrido por Marbella un agente los va mostrando como si se tratase de una visita guiada por la ruta del crimen, invisible a ojos del visitante.

Dubai es como Marbella pero sin reglas ni ley: Jefe criminal de la Costa del Sol 

Más allá de sus fronteras, Marbella está irremediablemente unida a Dubái por un cordón umbilical del crimen. La mayoría de las organizaciones viven a caballo entre las dos ciudades. Si alguien se resfría en Marbella, estornuda en Dubái. “Dubái es como Marbella pero sin reglas ni ley”, explica un jefe criminal de la Costa del Sol. “Es rarísimo que allí detengan a alguien, ha ocurrido muy pocas veces y siempre por cuestiones políticas detrás. La mayoría de los grandes jefes viven allí y pasan el verano en Marbella. Los soldados se van a Dubái cuando se sienten vigilados. Allí nos protegen, no te extraditan”, dice.

EL BLANQUEO:DEL LADRILLO A LAS CRIPTOMONEDAS

Lo llaman “monedero frío”. A la vista parece un pendrive USB, pero en realidad es un soporte donde se pueden guardar millones de euros en criptomonedas. Resulta una herramienta excepcional para aquellos que quieren guardar dinero ilícito en un lugar discreto. Más que discreto, difícil: está frío porque no está en la red y, por tanto, no se puede piratear, ni seguirle el rastro. Y, además, tiene una contraseña de más de 35 palabras que el titular debe apuntar si no quiere perderlo todo: no hay forma de entrar sin ese código y, si alguien lo intenta, el dispositivo destruye el dinero.

El monedero frío es la última moda en blanqueo, paso ineludible de las organizaciones mafiosas para convertir sus ganancias ilícitas en dinero legal. En el lavado de dinero, los investigadores pueden encontrar la rendija que no hallan en ninguna otra de las etapas del camino del crimen organizado. Pero es difícil. Y, como ocurre con el resto del proceso, los delincuentes van un paso por delante de las fuerzas de seguridad.

Hay una anécdota que corre entre los investigadores del lavado de dinero en la Costa del Sol: “El narco que baja de casa, cruza, se compra un Porsche y vuelve”. Puede parecer exagerado, pero un paseo por Marbella da fe de la cantidad de concesionarios —muchos de ellos a nombre de sociedades extranjeras— y de la multitud de vehículos de altísima gama que recorren sus calles. “Si tienes una habitación llena de dinero no te vale de nada: eres pobre. El efectivo hay que transformarlo para poder usarlo”, dice un investigador de la Guardia Civil.

Más allá del bitcoin, la forma de blanquear en la Costa ha sido siempre el ladrillo: “Es raro encontrar una mansión en la Costa del Sol que no tenga sociedades de grupos criminales detrás”. Lo dice, sin dudarlo, uno de los investigadores de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil especializado en el lavado en la Costa del Sol. La fórmula que más quebraderos de cabeza da a las fuerzas de seguridad es la facturación falsa. Una organización criminal firma un contrato de inversión pactado con una inmobiliaria que controla de forma opaca. En el texto se establece una cláusula por la cual el contrato se extingue si se deja de pagar. Tras un tiempo, la organización deja de emitir facturas y el contrato se resuelve. Ahí es donde se puede perder el rastro, pues lo ya pagado se declara como beneficio y el dinero pasa a estar limpio.

Un ejemplo real que la Guardia Civil está investigando es el de la inmobiliaria Bynok, que construía villas de lujo en Estepona. Los agentes han descubierto que gran parte del capital invertido provenía de tres empresas pantalla de la Mocro Maffia (mafia marroquí) holandesa en facturas de 3 y 4 millones de euros. Cuando el dinero en efectivo de la droga llegaba a Bynok, era entregado a blanqueadores profesionales, expertos financieros normalmente asentados en Madrid, que cambiaban el efectivo por oro y se lo devolvían a Bynok, que a su vez invertía el oro en cuentas bancarias pertenecientes a la Mocro Maffia. “Era el mismo grupo que torturaba en unos contenedores con silla de dentista. Ese es el dinero que está levantando esas villas en Estepona. Y como ese, hay cientos de ejemplos”, afirma el agente. “El objetivo final de los blanqueadores siempre es que el dinero llegue al banco. Si es así, ya está”. La falsa facturación deja capítulos como una serie de cuentas que la Guardia Civil encontró hace unos meses: “El concepto de la factura era O?. Aire, literalmente. Vender aire”.

Por el camino de la ostentación los criminales de la Costa del Sol también encuentran una forma de blanquear sus propios bienes de lujo. Un buen ejemplo es salir del país con artículos que mantienen su valor y ocupan poco espacio: los relojes. “Si viajan tres personas con un Rolex o un Hublot de 100.000 euros cada uno, ya tienes fuera 300.000”, dice el guardia civil. Esa modalidad encuentra una vuelta de tuerca más: hay un mercado negro de relojes en internet en el que se venden modelos a la mitad de su precio o menos. Lo pagan en B, se los llevan y los venden fuera por el mismo valor, o por el real, e ingresan el dinero, ya convertido en A.

Un policía con muchos años de servicio en Marbella mantiene que “el narco de manual vende coches para lavar”. Pero eso también tiene variables jugosas. En España no se puede pagar más de 2.500 euros al contado. En Alemania sí, hasta 50.000, y con más facilidades si se hace como empresa. La operación es sencilla: el delincuente vive en Marbella y monta una sociedad en Alemania. Esa empresa compra coches a concesionarios oficiales en Alemania y pagan en cash. Luego la sociedad manda los vehículos a España en cesión de venta y, ya en la Costa del Sol, un socio compra. El negocio está hecho: el que vende se queda la comisión correspondiente y el resto del dinero se manda a Alemania ya totalmente legalizado.

En ocasiones no es necesario infringir estrictamente la ley para lavar dinero. Es lo que se llama bancarizarlo, una técnica habitual entre las bandas de la Costa del Sol. Un miembro de un grupo llega a España con un millón de euros y lo declara en la aduana. Explica que tiene una filial de cambio de divisas y completa el formulario pertinente. El dinero es enviado por una empresa de seguridad al banco, como una remesa de la empresa, y empiezan a mandar transferencias. “No es delito, pero bancarizan el dinero delante de nuestras narices”, dice el agente de la Guardia Civil.

Facturación falsa, relojes de lujo o bitcoins son solo algunos de los caminos que las organizaciones de la Costa del Sol utilizan para blanquear el dinero de sus actividades. Hay muchos más. Es un océano de posibilidades y la lucha es titánica. Desde paraísos fiscales hasta bancos chinos pasando por los llamados boliburgueses, miembros de la oligarquía venezolana expatriada en Madrid que hacen de intermediarios. “Tenemos organismos para detectar el blanqueo, pero es imposible pararlo todo”, explica el agente de la Guardia Civil. “Por ejemplo, cuando una transferencia viene de un paraíso fiscal, salta una alerta. Las alertas también tienen sesgo identitario. Si, por ejemplo, un serbio ingresa dinero en Marbella, salta”, afirma. “Blanquear es saber contestar a preguntas. Si contestas todo, no hay manera de pillarte”.

EL NEGOCIO:EL NARCOTRÁFICO EXPLICADO POR SUS PROTAGONISTAS

El narcotráfico es el negocio nuclear del crimen organizado de la Costa del Sol. La actividad desde la que se ramifica todo lo demás y su principal fuente de ingresos.

Para explicar cómo funciona el negocio del narcotráfico en la Costa del Sol, además del conocimiento de los investigadores de la Policía Nacional, contamos con tres voces, las tres ocultas bajo un nombre falso: Francesco, miembro de un clan de la Camorra napolitana; Pablo, un narco colombiano y Juan, narcotransportista malagueño. Los tres están asentados y operan en la Costa del Sol desde hace años y con cada uno tenemos una cita en lugares y días distintos, siempre con la condición de máxima discreción.

“El narcotráfico es un entramado global, pero Marbella es la capital. Esto es el centro de todo para llegar a acuerdos, negocios y operaciones”, explica un miembro de GRECO Cádiz. “El Campo de Gibraltar se ha llevado en los últimos años toda la atención de los medios, pero es solo el patio trasero de la verdadera mansión, que es la Costa del Sol, donde está la gente que lo maneja todo”. Los enormes narco-hilos que unen Colombia, Marruecos, Holanda, Italia o Dubái convergen todos, antes o después, en Marbella. Noticias como el envío de un fiscal permanente a España por parte de Holanda da la medida de la atención generada por lo que ocurre en un punto estratégico como pocos.

El hachís proviene de Marruecos y la cocaína de Colombia. El primero suele ser alijado en lanchas rápidas, gomas, por narcotransportistas andaluces o gallegos. “En los periódicos solo se habla de La Línea y El Estrecho, pero se mete por toda la costa”, explica Juan, el narcotransportista malagueño. “Los clanes más fuertes de La Línea no son más que contratas de las organizaciones que están en Marbella”. Lo mismo sucede con la cocaína: casi siempre entra en contenedores por el puerto de Algeciras, rampa de llegada de la droga a Europa, aunque los propietarios están a pocos kilómetros de allí. “Los que ponen el dinero están en la Costa del Sol. Y no solo en Marbella, sino en Torremolinos, Fuengirola, Estepona… y hasta Sotogrande. En Sotogrande veranean grandes banqueros y los mayores narcotraficantes del mundo”, explica un agente de GRECO Cádiz.

El circuito, en el caso del hachís, arranca en Marruecos, donde las grandes organizaciones preparan envíos que a veces alcanzan los miles de kilos. Cada uno de ellos se vende en España por unos 2.500 euros (precio que triplica el habitual debido a la pandemia). En un momento dado, la organización propietaria del hachís pierde el control del envío. Comienza el ya mencionado coworking. “Hay un momento en el que nos entregan la mercancía y la organización deja de saber durante un tiempo dónde, cómo o cuándo la vamos a meter en España”, explica Juan, el narco malagueño. “Desde ese momento la mercancía es mi responsabilidad y me tienen que matar si quieren que la suelte. Cuando la droga ya está almacenada en tierra, entonces contacto con la organización propietaria y, con algunas claves que hemos pactado, les entrego de nuevo la droga y me dan en efectivo mi parte”.

Esto se hace así para evitar los robos y vuelcos, el mayor temor de los narcotraficantes. “Es mucho más habitual que otra organización te haga un vuelco que una redada de la policía. En cuanto te encargan un transporte, lo más importante es la discreción, cuanta menos gente lo sepa, mejor. Si la voz empieza a correr, estás jodido, van a ir a por ti. Y si me roban la mercancía, tengo que responder ante los moros”, prosigue Juan. “Yo me rodeo solo de gente de máxima confianza y les pago muy bien”.

Pablo, el narco colombiano, coincide: “No te puedes fiar de nadie. Las propias organizaciones pueden robarte. Envían a gente y tú te crees que te han robado otros, pero en realidad son los propios dueños de la droga los que te la han robado para no pagarte tu parte y encima cobrártelo”, dice. “En otras ocasiones, las bandas consiguen uniformes reales de la policía, que les entregan agentes corruptos, y simulan redadas para llevarse todo. ¿Os acordáis de una redada en La Línea donde los narcos respondieron a los disparos de la policía y luego les pedían perdón? Pues era real, pensaban que les estaban haciendo un vuelco disfrazados de policías”.

Todos coinciden en señalar que las bandas de los Balcanes y los grupos magrebíes de Francia son los más habituales en este tipo de acciones, muchas veces asaltos muy violentos con pasamontañas y armas automáticas. “Yo a mis hombres, desde que nos encargan el transporte, no les dejo regresar a casa. Dormimos todos en el mismo sitio, para que no hablen con nadie. Sobre todo con sus mujeres. Se van a casa, les cuentan y luego la mujer habla… Y ya la cagaste”.

Para evitar estos vuelcos, en ocasiones, las organizaciones contratan escolta. En el caso de la Costa del Sol esta labor, sobre todo, la lleva a cabo la Camorra napolitana. “Nosotros garantizamos la operación y cobramos por adelantado. Los demás ya saben que si ocurre algo con ese envío, habrá consecuencias. Quien intente algo, está muerto”, explica Francesco, miembro de la Camorra asentado en Marbella. “Las mercancías suelen llevar un GPS. Si en algún momento desaparece del radar, te matamos”, dice sin inmutarse. Juan, el narco malagueño, añade: “A veces es la propia organización que te contrató o sus escoltas las que ponen rastreadores para robártela. Eso lo hacían los albaneses. Aquí nadie se fía de nadie, tienes que estar atento a todo. Yo, con los años, ya sé perfectamente quién me está mintiendo. Si un amigo que no sabe a lo que me dedico me está mintiendo, lo sé. Y a veces me jode saberlo con tanta exactitud”.

Una vez en tierra, la droga se carga en coches de gran cilindrada robados por otras bandas y se transporta a las guarderías, almacenes donde espera a ser entregada. “Muchos de ellos están en Sevilla”, explica Pablo, el narco colombiano. Otras veces, la droga se esconde en zulos en la sierra que rodea Málaga, donde contratan a pastores para que la vigilen y avisen si hay algún contratiempo.

“Para la entrega se pactan códigos. Por ejemplo, la organización te entrega un billete con una numeración correlativa a otro que se quedan ellos. Antes de avisarles de dónde tienes la droga almacenada, deben enviarte la foto del billete para saber que, efectivamente, son ellos. Y, cuando llegan a por la mercancía, deben mostrarte el billete otra vez. Yo llevo el mío metido en la funda del móvil”, cuenta Pablo. Tampoco ese momento está exento de engaños, como explica Juan, el narco malagueño. “Puede ocurrir que la mitad de lo que te envían sea mercancía de mierda, falsa. Aparece el comprador y te dice que se lleva solo la mitad y ya pagará cuando venga a por lo demás. Y nunca vuelve. Nosotros revisamos todo, lo abrimos todo. Y si es falso o de poca calidad, ya sabemos lo que hay”.

“Normalmente la droga se la devolvemos a la organización propietaria y ellos la venden”, explica Juan. “Se reúnen con ingleses, franceses, italianos o rusos y les venden partes del cargamento. Para mil kilos hay decenas de compradores. En tierra, como máximo, tiene que estar una semana. Si no, empieza a quemar y a ser peligroso. Otras veces, directamente vienen los compradores a por ella, pero eso no suele gustar a los propietarios porque a veces tú puedes hacer buenas migas y empezar a hacer negocios con ellos directamente, puenteando a las organizaciones en origen”, continúa narrando el narco local. “Yo no lo hago, pero los franceses jóvenes lo hacen mucho. Quieren escalar y negociar en origen. Yo paso de calenturas de cabeza”, añade. “Una vez que está entregada, nosotros desaparecemos. Los moros franceses la meten en Audis y se van a 250 por hora cagando hostias a París, sin parar. Frénalos tú”.

“También hay fantasmas que se creen narcos y son los que joden todo”, cuenta Pablo, el narco colombiano. “Llegan con réplicas de relojes de lujo y un coche bueno, piden una cita y dicen: quiero cien cajas de esto. Y aprovechan, te ponen una lapa, te siguen y te roban todo”.

Los vuelcos son la causa principal de los ajustes de cuentas y la violencia. “Si pierdes o te roban la mercancía, las organizaciones te dan una oportunidad de devolver el dinero trabajando para ellos los siguientes años o embargándote propiedades”, cuenta Juan, el narco malagueño. “Si aparece un muerto es porque no ha podido pagar de ninguna forma lo que perdió. O no ha querido”, completa un agente del GRECO. “Ahora se pica [mata] hasta a jefes. Mira el Zokato. Eso antes no pasaba, hay más violencia ahora. Matan por pocos kilos perdidos”.

La cocaína, por su parte, entra normalmente en contenedores de exportación provenientes de Latinoamérica. Pero también en ese tránsito las bandas se sofistican. “Hemos visto que los marroquíes han empezado a mandar hachís a Sudamérica y traer cocaína. Por ejemplo, mil kilos de hachís por 300 de coca. Un tráfico doble”, explica un responsable policial. Un kilo de cocaína cuesta en Colombia unos 4.000 euros. En España se vende, de media, por unos 30.000, y en Rusia puede llegar a los 70.000.

Los contenedores pertenecen casi siempre a empresas legales de comida en la que uno, o parte de un contenedor, transporta la droga, viene preñado. “Una vez en el puerto, y con un trabajador que tengamos en nómina, nos pasan el código, abrimos el contenedor y cogemos la droga. También nos pasan unas bridas de precinto idénticas a las que hemos roto para volver a cerrar el contenedor y que en el control de salida del puerto no salte la alarma”, explica el narco colombiano. Un agente de GRECO Cádiz añade: “Aquí han llegado a detener al presidente del sindicato de estibadores. Ahora están intentando meterse en el puerto de Málaga, y a lo mejor ya tienen alguna rata [trabajador en nómina], pero Algeciras sigue siendo el gran coladero, porque ya lo tienen controlado”.

“Para meter mucha cantidad tienes que tener tocado a alguien”, dice Pablo. Se refiere a tener comprados a agentes de las fuerzas de seguridad. “Las organizaciones tienen a gente de Policía Nacional, Guardia Civil y Aduanas. También trabajadores de los puertos. Hay mucha más corrupción de lo que se piensa. Si no tienes a gente es muy difícil meter nada”.

“Facilita mucho el trabajo tener a policías”, dice Juan, el narco malagueño. “No son baratos: tienes que pagar de 300.000 euros para arriba para comprarlos y miles de euros para cosas puntuales, como por ejemplo que te avisen de un cambio de turno y tú justo en ese momento puedas meter la goma”.

“A veces sabemos que un contenedor está marcado [las fuerzas de seguridad lo tienen controlado] y lo dejamos caer. Esto es, dejamos que lo capturen y aprovechamos para hacer limpieza: descubres quién estaba metido y así caen agentes, jefes, chivatos y empiezan los problemas. Ocurrió con los 9.000 kilos de cocaína en Algeciras”, explica Pablo, refiriéndose a la mayor incautación en un contenedor efectuada en Europa, en abril de 2018. “En otras ocasiones puedes llegar a acuerdos con los agentes. Te dejan meter algo a cambio de que les avises de otras cosas”, continúa. “Pero tampoco te puedes fiar. Puede parecer que tienes un acuerdo con un policía y acabas detenido”. Son agentes encubiertos que, en ocasiones, se hacen pasar por agentes corruptos.

“Es un terreno resbaladizo”, dice un miembro de GRECO. “Porque a veces un agente infiltrado deja pasar cosas a cambio de conseguir información valiosa. Eso no significa que sea corrupto. Digo esto pero también admito que hay corrupción. Nadie se libra. La realidad es que existen agentes comprados y también métodos más sutiles, como acuerdos legales, arreglos, jefes mafiosos que cumplen solo seis años, intercambio de favores, contratos, cenas, vacaciones... No es lo habitual, pero hay que admitir que ocurre”, completa el agente.

En otras ocasiones la cocaína es introducida en embarcaciones: lanchas rápidas o pesqueros camuflados. Incluso submarinos: hace unas semanas se halló una embarcación sumergible en Monda, un pequeño pueblo de la sierra malagueña, destinada a introducir fardos bajo el mar. Su diseñador era el mismo que construía las planeadoras de Sito Miñanco en Galicia.

La policía no se cansa de denunciar que faltan medios para frenar esta guerra desigual. “Es más fácil montar una operación de envío de droga que investigarla”, afirma un agente del GRECO. “Aquí son todo trabas: si la policía quiere hacer un asalto en alta mar tiene que ir en una embarcación de la Guardia Civil, que le tiene que pedir permiso al Servicio de Vigilancia Aduanera para entrar en el puerto. Tendría que haber un cuerpo exclusivo contra el narcotráfico con todas las competencias, como la DEA [agencia antidroga de EE UU]. Si somos la puerta de entrada de Europa, ¿cómo no va a haber algo así?”. Francesco, el miembro de la Camorra, completa: “Hagan lo que hagan esto nunca termina: el dinero de la droga es lo que mueve el mundo”.

Con información de El País

 

 

Tips al momento

¡Hay tiro!

Circula entre los panistas de Ciudad Juárez, una imagen de una acalorada discusión del dirigente estatal del PAN, Gabriel Díaz contra el regidor, Joob Quintín.

De acuerdo a la versión la imagen, corresponde a una conversación de chat donde Gabo Díaz le dice a Joob Quintín “platicamos luego si quieres”.

Joob Quintín le responde a Gabo Díaz, “le vas a ir a llorar a la gobernadora? Esa es tu única estrategia”

Gabo Díaz replica a Joob Quintín “jajajajaja me la pe… bien duro pend…. Pero mejor te lo digo en vivo por mensaje es de mari…”

Joob Quintín concluye en la conversación de la imagen “como? Un regidor? Pensé que estábamos platicando Te estoy platicando que en Juárez las cosas no van bien”


Convocan a hombres para vacante de comisionado del CPC Anticorrupción 

La Comisión de Selección del Comité de Participación Ciudadana del Sistema Estatal Anticorrupción, emitió la convocatoria para la designación de las personas integrantes del Comité de Participación Ciudadana del SEA, misma que es dirigida sólo para el sexo masculino.

Debido a que en la conformación de Participación Ciudadana no habrá más de tres integrantes de un mismo sexo, y que al momento de que se encuentre vacante la plaza que se convoca, el citado Comité se encontrará integrado por tres personas del sexo femenino y una persona del sexo masculino, es quese convoca a participar únicamente a ciudadanos chihuahuenses del sexo masculino.

Las postulaciones de los candidatos al Comité de Participación Ciudadana serán recibidas a partir del 27 de marzo del 2024, al 8 de abril del 2024. El listado de las personas inscritas se publicará el día 9 de abril del 2024.

 El proceso de evaluación para la designación de la persona seleccionada se llevará a cabo en las siguientes etapas:

La primera etapa consistirá en una evaluación documental que permita determinar el cumplimiento de los requisitos del 10 al 16 de abril del año que transcurre.

En la segunda etapa, el 17 de abirl del 2024, la Comisión hará público el resultado de la evaluación documental y curricular en la que se haya identificado a los mejores perfiles para ocupar el cargo convocado, y se establecerá el listado de las personas que pasarán a la etapa de entrevistas, y su respectivo calendario.

La tercera etapa, que es la de entrevistas, se verificará los días 18, 19 y 20 de abril de 2024.

La designación del integrante del Comité Estatal de Participación Ciudadana, se hará en sesión pública a más tardar el día 21 de abril de 2024.

El resultado de esta sesión se comunicará de manera inmediata a la persona designada y al H. Congreso del Estado, para la toma de protesta correspondiente, lo que se realizará, el día 22 de abril de 2024.

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