Sin duda uno de los conceptos filosóficos y jurídicos más complejos que han existido en la historia del hombre, en cuanto a su interpretación y consecuentemente respecto a su aplicación, es el de la Justicia. Concepto que puede ser abordado desde dos dimensiones específicas, a saber, la moral y la jurídica; en lo moral, a su vez, supone dos dimensiones más: una universal y otra personal; la Justicia es un valor humano universal que se traduce en la concepción abstracta de un estado social armónico y pacífico, del cual deriva la concepción concreta del orden social “justo” al cual aspira cualquier Estado democrático. Al mismo tiempo, la dimensión personal de la justicia en el orden moral, se traduce en la aspiración individual de cada ciudadano para contribuir a realizar la concreción del orden social justo en el Estado democrático del cual forma parte fundamental. La dimensión jurídica de la Justicia, se traduce en la aspiración de alcanzar el orden social “justo” a través de la creación de un orden jurídico inspirado en la Justicia. Dicho orden jurídico pretende restablecer el orden social “justo” cuando en un caso concreto se ha convertido en injusto. Es decir, el Estado democrático fundamentalmente pretende en todo momento y a cualquier precio, hacer prevalecer el orden social basado en la idea de la Justicia cuando éste orden se trastoca por la acción u omisión de sus gobernados o de sus gobernantes; y la forma de hacerlo es precisamente a través del cumplimiento del orden jurídico. Sin embargo, la mayor dificultad sobre la idea de la Justicia es precisamente responder a las interrogantes sobre qué es lo justo o para quién es justo?, sobre todo en una sociedad tan polarizada socialmente como la nuestra.
Más allá de las complejidades antes descritas, la Justicia en nuestro contexto social e incluso en el contexto global, se ha convertido en sólo un elemento discursivo del poder fáctico en favor de quienes lo detentan, ya sea para conseguir otro tipo de poder o para mantener el que ya tienen, pero desafortunadamente está muy lejos de ser utilizada como “la firme voluntad de dar a cada uno lo suyo” haciendo alusión a la descripción del gran jurista romano Ulpiano. No se aspira a la Justicia a fin de dirimir un conflicto entre partes, mucho menos lo es para construir una sociedad que tenga seguridad en cuanto a los efectos o consecuencias de los actos de todos sus miembros.
En nuestra realidad actual, tanto en la procuración de la justicia como en la administración de ésta, pocas veces la dimensión personal de la justicia que como antes señalamos se traduce en la aspiración individual de cada ciudadano para contribuir a realizar la concreción del orden social justo en el Estado democrático del cual forma parte, se encuentra presente. En estas actividades socialmente fundamentales, resulta un lugar común, el hecho de que la parte menos virtuosa de los que sin tener capacidad de entendimiento de las leyes suelen ordenar a quienes las aplican y a quienes las crean, los criterios a seguir, completamente ajenos y distantes de la Justicia; esto en razón de que la ley pareciera ser letra muerta en manos de quienes tienen la obligación de aplicarla como en quienes tienen la obligación de hacerla valer si ésta va en contra de sus intereses de poder, de tal suerte que la Justicia humana termina la mayoría de las veces siendo una perversión de la Justicia, usada no para establecer el orden social justo, al servicio no de la sociedad ni de los “justiciables” sino para satisfacer las apetencias, miedos o caprichos de los que tienen el poder.
Ejemplos de lo anterior los tenemos en abundancia tanto a nivel internacional, nacional y sin duda también en nuestro Estado; ya sea para proteger a los verdaderamente poderosos política y económicamente, ya sea legitimando la llegada al poder cada sexenio, ya sea para perseguir a sus adversarios o para tener aun más poder; sucede en los gobiernos de izquierda, de derecha o “mestizos” como sucede ahora en el Estado, sin ninguna identidad donde se combinó mas no se concilió, un solo amasijo de intereses tras el poder. A nivel internacional uno de los casos más sonados del olvido y la perversión de la Justicia es el caso de Julian Assange fundador de Wiki Leacks, quien puso en Jaque las estructuras más grandes de poder en el mundo; Assange recibió durante el gobierno de Rafael Correa la nacionalidad ecuatoriana y asilo político en la embajada ecuatoriana en Londres, donde permaneció protegido de las garras del gobierno norteamericano hasta que asumió el poder el presidente Lenin Moreno y sin más, argumentando irregularidades de los procedimientos en los que se le había otorgado el asilo político y la nacionalidad ecuatoriana, de manera discrecional y totalmente ilegal, le revocó ambos derechos, por lo que Assange fue apresado por el gobierno del Reino Unido quien actualmente le otorgó la extradición a los Estados Unidos donde le “acomodan” el delito de Conspiración a fin de ser extraditado, violando con ello además del debido proceso, los derechos humanos fundamentales de Assange, ya que una de los impedimentos en cualquier tratado de extradición es el que el “extraditable corra peligro de muerte” y en los Estados Unidos se contempla la pena máxima para este delito. A nivel nacional sobran también ejemplos, tales como en los casos de Salinas con la Quina, Zedillo con Raúl Salinas, Calderón con Pablo Salazar, Peña Nieto con Elba Ester, o bien como persecución política para acallar detractores como el caso de AMLO con Rosario Robles o de Javier Corral con Cesar Duarte y los “Duartistas”, en todos estos casos la justicia ha sido el arma de los que detentan el poder para legitimar, conseguir, mantener o alargar su poder; siempre simulando un actuar bajo el amparo de “hacer justicia” para los ciudadanos cuando solo es usada de bandera para los intereses personales haciéndose “ la voluntad de Dios en los bueyes de mi compadre”.
¿Llegará algún día la Justicia a estar al servicio de los ciudadanos y no de los gobernantes?... no lo sé, pero si en todo caso es posible, eso depende del actuar responsable e inteligente de los ciudadanos en cuanto a la vigilancia del actuar de sus gobernantes, mientras tanto hoy por hoy en Chihuahua, me parece que la procuración de la justicia aún no se distingue por el respeto del debido proceso ni de los derechos humanos.
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