Entre el 2020 y el 2021, la red nacional de transmisión eléctrica –cuya operación es un monopolio a cargo de una subsidiaria de la CFE— se amplió en sólo 53 kilómetros. Esto, hasta pena da aclararlo, equivale a un crecimiento de 0.05 por ciento. Comparado con 2019, hoy la red eléctrica tiene menos capacidad de transformación y apenas 2 por ciento más de subestaciones. Los propios datos de la CFE muestran que, en estos tres indicadores clave, la compañía no ha podido mantenerle el paso ni al ritmo de crecimiento de la demanda eléctrica nacional. De modernización ya mejor ni hablamos.
No es precisamente porque CFE Transmisión padezca falta de ingresos o ganancias. Los datos de la cuenta pública, ya cuando se consideran las notas a los estados financieros, sugieren que tan sólo esta subsidiaria habría “ahorrado” casi 33,000 millones de pesos como resultado del ejercicio 2021. Respecto a los ingresos totales, esto implica un exorbitante margen de 44.3 por ciento –algo francamente inexplicable para un monopolio regulado.
Sabiendo dónde buscar, es sencillo llegar a estos números. La clave es un tecnicismo: el cuestionable concepto de “demanda garantizada”, que se registra como gasto y por lo tanto disminuye el resultado del ejercicio. Como he explicado en otras columnas, esto en realidad funciona como un descuento que una parte de la CFE (Transmisión) le da a otra parte de la CFE (Suministro Básico). Es gigantesco. Para ponerlo en perspectiva, en 2021 le costó 29,000 millones de pesos a CFE Transmisión –89% de sus ganancias totales (o el 39% de sus ingresos totales). Y no es un tecnicismo cualquiera. Permite esconder tanto ingresos indebidos para CFE Transmisión como ventajas indebidas para CFE Suministro Básico. La primera, un monopolio regulado, no debería poder cobrar tarifas que le permiten tener ganancias leoninas, mucho menos cuando prácticamente no está reinvirtiendo prácticamente nada en la ampliación y modernización de la red eléctrica. ¿Ya le avisaron a la CRE? La segunda debería competir, por ley, en igualdad de circunstancias. ¿Y a la Cofece?
En principio, el mero tamaño del boquete del descuento debería hacer todo esto imposible de esconder. Si los repartieran a partes iguales entre los usuarios domésticos de CFE, los 29,000 millones que hoy van a dar a la caja de CFE Suministro Básico se convertirían en un reembolso de más de 600 pesos a cada hogar. Ya incluyendo la “demanda garantizada” hacia CFE Distribución, donde se repite una práctica similar, serían unos nada despreciables 1,000 pesos de reembolso por familia en un solo año. Es una cantidad equiparable al subsidio total a la luz, uno de los rubros grandes del presupuesto de egresos de la federación.
Pero parece que nadie le está siguiendo la pista al dinero, quizás justo por ser público. Los ya cientos de miles de millones de pesos que la CFE ha extraído como renta monopólica en los últimos tres años se han terminado mezclando, socializando y camuflajeando adentro de la caja negra de las tarifas eléctricas que siempre acaban cubriendo no sólo los usuarios sino los contribuyentes. Los estamos pagando los mexicanos por doble partida –triple, si consideramos la pérdida de competitividad de tener una red cara en la que nuestro operador monopólico no se digna en invertir. Mientras tanto, la CFE y el gobierno se dan el lujo de acusar y acosar a generadores y consumidores privados porque consideran que no pagan lo suficiente precisamente en transmisión. Y, políticamente, se siguen saliendo con la suya.
Suena a crimen perfecto. Pero no hay que exagerar. Es un vil y corriente abuso de un monopolio; algo que cualquiera podría esperar. Y sólo ilustra el enorme daño generado por la falta de reguladores independientes, de pesos y contrapesos en nuestro gobierno actual.
Con información de El Economista