Un chihuahuense, en ruta por el mundo

Texto y fotos: José Luis Muñoz

Sao Paulo, para mi gusto la mejor metrópoli de este continente. Posee varios y muy buenos museos, uno de mis favoritos es el comúnmente llamado Museu da Negritude, oficialmente Museu Afro Brasil Emanoel Araujo. Reúne un magnífico acervo expuesto con una exquisita y robusta sensibilidad estética y notable profundidad nacional y antropológica. Mas de 6 mil piezas ensamblan un vigoroso testimonio de la inmensa riqueza plástica de un pueblo rebosante de formas y colores en su pintura, su escultura, su vestuario, su gastronomía, su erotismo, su canto, sus ritos y creencias, su teología y su cosmogonía, sus danzas y su música, sus utensilios, su vida cotidiana y, muy dignamente, también su esclavitud.
Su tema es la influencia de la raza africana en la evolución y conformación de la compleja y maravillosa sociedad brasileña. Después de Nigeria, Brasil posee la segunda mayor población de ascendencia negra del mundo.

Me dejó impactado la talentosa posibilidad de hacer museo, de presentar incluso un instrumento de tortura, de una manera bella. Trágica, pero equiparada en estética con un instrumento musical. El arte que plasma la trayectoria de los negros africanos y afrobrasileños en la historia del país desde la invasión de los europeos y el arribo de los esclavos, semeja un espléndido carnaval de 4 siglos, frecuentemente tortuosos, forjando el entramado de un gran país con incansable e incontenible alegría.

El museo lleva el nombre de Emanoel Araujo, quien lo concibió, lo fundó y es su Director-Curador; nacido en Bahía, -- estado que concentra gran porcentaje de población negra y mestiza- es considerado un gigante de las artes afrobrasileñas y quizá la máxima autoridad hasta su fallecimiento, el 8 de septiembre del año pasado, a los 81 años. Fue también escultor e ilustrador, escenógrafo, coleccionador y maestro permanente en seis décadas de fecunda creación. El punto de partida de la conformación del Museo fue su colección particular. Su semblanza oficial dice: " ... artista plástico bahiano, nació en una tradicional familia de orfebres, aprendió carpintería, linotipia y estudió composición gráfica en la Imprenta Oficial de Santo Amaro da Purificação. En 1959, aún en su tierra natal, realizó su primera exposición individual. Se mudó a Salvador en la década de 1960 e ingresó en la Escuela de Bellas Artes de Bahía (UFBA), donde estudió grabado. Fue premiado con medalla de oro en la 3ª Bienal Gráfica de Florencia, Italia, en 1972. Al año siguiente recibió el premio adjudicado por la Asociación Paulista de Críticos de Arte (APCA) como mejor grabador, y, en 1983, el de mejor escultor. Fue director del museo de Arte de Bahía (1981-1983). Dictó artes gráficas y escultura en el Arts College, en la The City University of New York (1988).Expuso en varias galerías y muestras nacionales e internacionales, totalizando cerca de 50 exposiciones individuales y más de 150 colectivas".

El Museo ocupa un idóneo edificio diseñado y construido por el arquitecto Oscar Ribeiro de Almeida Niemeyer Soares Filho, más conocido como Oscar Miemeyer, quien nació en Rio de Janeiro en 1907 y vivió 104 años; fue autor de una centena de obras incónicas de su país, incluyendo la construcción de Brasilia como nueva capital de la nación, en los años 60, y uno de los responsables del equipo que diseñó la sede de la ONU en Nueva York. Recorrer el museo es transitar por un camino hecho de curvas. Nimeyer decía: “ No es el ángulo oblicuo que me atrae, ni la línea recta, dura, inflexible, creada por el hombre. Lo que me atrae es la curva libre y sensual, la curva que encuentro en las montañas de mi país, en el curso sinuoso de sus ríos, en las olas del mar, en el cuerpo de la mujer preferida. De curvas es hecho todo el universo, el universo curvo de Einstein”.

El pabellón lleva el nombre de "Manoel da Nóbrega Pavilion", en honor del religioso que encabezó la primera misión jesuita que vino al continente. Fue fundador de Salvador de Bahía y de Rio de Janeiro y fue el primero en arribar a la meseta de Piratininga para, junto con su subalterno el ahora Santo José de Anchieta, de quien siempre fue su Superior, fundar Sao Paulo. Da Nobrega y Achioeta fueron determinantes en convencer a los aborígenes en 1953 de que retiraran su apoyo a los invasores franceses que terminaron derrotados. Alberga también la Biblioteca Carolina Maria de Jesus, con cerca de diez mil títulos, y el Teatro Ruth de Souza, para ciento cincuenta personas.

Se ubica en el bellísimo parque Ibirapuera, el más popular de la ciudad, que ocupa 158 hectáreas y cuenta con tres lagos artificiales interconectados, construidos donde alguna vez fue una aldea indígena y posteriormente granjas y zona de pastizales. La primera idea de construir un parque ahí se frustró debido a lo inundable del terreno, hasta que Manequinho Lopes, un modesto empleado de la ciudad inició en 1927 la plantación de cientos de eucaliptos australianos que permitieron desecar el pantano. El proyecto arquitectónico recayó en Oscar Niemeyer, el proyecto paisajístico en Roberto Burle Marx, y la obra fue dirigida por el ingeniero agrónomo Otávio Augusto Teixeira Mendes.
Un día en el Museo y caminar por el parque para llegar y salir bordeando los lagos y cruzando los túneles de bamboo, es una delicia.