¿Ya no hay valores?

Es frecuente escuchar esta frase. Que la gente perdió los valores y por eso el mundo está como está: porque todos tienen mala voluntad. Pero como acostumbramos en esta columna de opinión, vamos a cuestionar lo que nos dice el sentido común, para así reflexionar en busca de posibles soluciones, ya que no nos gusta ser espectadores pasivos ni obedecer ciegamente: en nuestras vidas somos los protagonistas siempre.

Primero hay que entender ¿Qué son los valores? Estos son los principios que forman el carácter de las personas. Las cosas que hacemos cuando estamos a solas con nosotros mismos y nadie nos ve, pues solo nos guía la propia voluntad, ya sea impulsada por una consciencia espiritual y de fe, o por una convicción cívica del buen ciudadano, las personas, en teoría, deben decidir comportarse en contra de los impulsos de autodestrucción y disolución social,  y por el contrario, aportar actitudes que construyan y ayuden, aún cuando no sea explícitamente su obligación o incluso evitando algo que no esté directamente prohibido.

Los principales valores que podemos enlistar son: respeto, responsabilidad, honestidad, solidaridad. Diría Eduardo Galeano que en el origen de los tiempos, las primeras comunidades humanas dependieron del apoyo mutuo para poder sobrevivir las difíciles condiciones de la madre naturaleza, sin embargo, hoy en día en la era del individualismo las personas todavía dependemos de los cuidados, trabajos y consideración de muchas otras personas, ya sean familias, amigos, compañeros, vecinos, los valores siguen siendo la base de una vida que va más allá de la mera supervivencia.

Siendo así las cosas, podemos ver que es falso que se hayan perdido los valores, o al menos no se han perdido en muchos sectores. Las familias que se levantan a trabajar todos los días, los estudiantes de universidades públicas que alzan la voz por trato digno, las comunidades indígenas que cuidan los bosques, vemos en todos lados ejemplos de los valores que mantienen vivos todavía sectores del tejido social, incluso en las condiciones más adversas como en el caso de las madres buscadoras que remueven mar y tierra por encontrar a sus seres queridos desaparecidos.

Lo que sí es cierto con respecto a la perdida de los valores, y por lo tanto, la consecuente destrucción del tejido social (y ambiental) es que los sectores que gobiernan a la sociedad entera desde el poder político y económico sí actúan inescrupulosamente, demostrando no tener principios ni valores, como si las personas que representan a partidos, gobiernos y empresas no tuvieran carácter. Al respecto de esta terrible situación citamos un fragmento de un cuento llamado la historia de la noche, escrito por el ya finado Subcomandante Marcos del EZLN:

"Dice la gente que no es sabedora, que guarda la noche muchos y grandes peligros, que es la noche cueva de ladrones, lugar de sombras y temores. Eso dice la gente que no sabe. Pero vos debés saber que el mal y el malo no se andan ya escondidos tras los negros pliegues de la noche, ni se guardan más en cubiles. No, el malo y el mal andan a cielo abierto y caminan el día impunemente. Habitan el mal y el malo en los grandes palacios del Poder, poseen fábricas, bancos y grandes comercios, visten ropas de senadores o diputados, son presidentes de las distintas repúblicas que en estas tierras duelen, y hablan como si no fueran el mal y el malo quienes hablan. Esconden el mal y el malo su gris pestilencia debajo de mil colores y andan las modas que ellos mismos decretan."

Por suerte, existen organizaciones sociales y ambientales que sí tienen carácter y sí tienen principios. Personas y familais enteras que hacen lo que creen aunque a veces no les convenga. Gente con integridad que busca hacerse responsable del lugar donde viven, del territorio que aman. Les puedo decir desde Salvemos los Cerros, que aunque somos pocos, cada vez somos más las personas que buscan sanar y reparar el tejido social, y la fuerza que nos dan los principios y valores que nos sostienen, es como una espada para enfrentar al mal y al malvado., por eso no tenemos miedo y sabemos que este camino, aunque esté lleno de obstáculos, nos da la satisfacción del deber cumplido:

Luchar por lo que es justo aunque eso nos traiga problemas, aunque nadie nos esté viendo.