En este espectáculo político llamado sexenio de Andrés Manuel López Obrador, la maestría en distracción y desprecio a la crítica -y al estado de derecho- parece no tener límites. En la más recientes mañaneras, vimos al presidente sacar un as bajo la manga: exhibir en vivo y en directo el número de teléfono de una periodista del New York Times. ¿Su crimen? Investigar las conexiones con el narco que rodean al mesías de la 4T.
La imprudencia alcanza su punto máximo cuando AMLO, desafiante y sin pizca de remordimiento, proclama que volvería a hacerlo, pues para él, la privacidad y seguridad de las personas periodistas no son más que fichas en su tablero de juego. En un país donde la violencia contra la prensa es una realidad palpable, su desprecio por la integridad ajena revela un autoritarismo que haría sonrojar a cualquier demócrata de verdad. En otro lado, ya tendría que estar su renuncia en la mesa.
López Obrador no solo rechaza cualquier error, sino que se ufana de su impunidad. Al afirmar que ninguna ley está por encima de su "principio sublime" de libertad, insulta la inteligencia y demuestra que, en su versión retorcida de México, la democracia es solo una palabra vacía.
En el lenguaje del presidente López Obrador, la palabra "investidura presidencial" suena más a una etiqueta personal que a las responsabilidades del cargo. En varias ocasiones, ha usado este término para evitar situaciones incómodas, o como en este caso: para dividir y atacar, como si la investidura fuera algo que lleva consigo, más allá de las funciones y deberes del presidente.
Pero, si nos ponemos a analizar lo que dice, parece que para él, la investidura no es tanto sobre lo que el presidente debe hacer, sino sobre cómo él se ve a sí mismo. Este enfoque explica por qué evita ciertos eventos y encuentros, pero también cuestiona su comprensión del derecho.
Si realmente le importara la investidura como parte integral del cargo, buscaría cumplir con sus responsabilidades y corregir cualquier ley que malinterprete o no aborde adecuadamente la investidura presidencial. Las palabras de López Obrador sugieren que ve la investidura como algo que reside en él mismo, no como un conjunto de funciones democráticas sujetas a control judicial.¿Es el presidente un defensor de la democracia o más bien un protagonista de su propia versión de la presidencia?.
La declaración de que la ley no aplica al presidente y su gobierno por su investidura presidencia es una bofetada a la cara de la democracia.
Mientras el presidente se envuelve en estrategias de distracción y victimización, es crucial que la verdad sobre sus presuntas conexiones criminales y financiamiento ilícito salga a la luz. Las investigaciones de medios internacionales que revelan su relación, al menos económica, con organizaciones criminales deben ser tomadas en serio. En lugar de permitir que la retórica política encubra posibles irregularidades, es necesario un escrutinio serio para salvaguardar la integridad de la democracia y la transparencia en el ejercicio del poder.
ATENTAMENTE
“En un mundo lleno de ruido, la opinión es mi voz”
Lic. Mario Humberto Sías Aguilera
Asesor legislativo y Catedrático de la Facultad de Derecho en la UACH