Los políticos mexicanos han convertido en un axioma: “El pueblo es sabio”, prueba de ello es que, los funcionarios no se limitan en repetirla cada que tienen oportunidad y nadie puede contradecirlos.
Sin embargo, mencionar la asertividad de comportamiento y pensamiento del pueblo, no va encaminado al reconocimiento de que los mexicanos somos conocedores, ingeniosos o sensatos, sino a la propia validación del actuar de nuestros lideres, porque un sabio, no elige a un tonto para gobernar.
El problema radica en que si somos honestos con el tipo de gobierno que tenemos, podremos distinguir que el enunciado favorito del momento, realmente es un insulto a nuestra inteligencia. El discurso político actual, sin importar la ideología partidista, está enfocado en disfrazar la falta de consistencia que tienen las administraciones, pero como es un arte, no a todos les funciona.
El lunes pasado, Andrés Manuel López Obrador se reincorporó a las mañaneras, tras haberse recuperado de la Covid-19 y contrario a lo que le sucedió a muchos mandatarios, su contagio y el mal manejo de la crisis sanitaria no fue fatal para él; pues regresó a los escenarios políticos con una aceptación del 69%, es decir, un porcentaje mayor al que tenía incluso antes de la pandemia (en febrero de 2020 tenía el 55.2% de aprobación). No cabe duda que el coronavirus le cayó como anillo al dedo.
Por otro lado, Corral se posicionó como el peor gobernador de México (32/32) con solo el 9.4% de aprobación, según la encuesta de Arias Consultores, reprobando en salud, seguridad, economía, empleo, honestidad en declaraciones oficiales y lo más importante (ya lo verá) apoyo a grupos vulnerables.
Lo interesante es que, además de la fascinación por criticar a sus antecesores, ambos gobiernos se han caracterizado por la realización de pequeños logros, que sin ninguna trascendencia, son presumidos ante los medios de comunicación como la octava maravilla.
Por ejemplo, el aeropuerto Felipe Angeles (Santa Lucía) fue “inaugurado” la semana pasada con el aterrizaje de 3 aviones comerciales en la primera pista de la base militar aérea que integra el complejo del nuevo aeropuerto, mientras que el BravoBús formó parte del 4to informe de gobierno estatal, recalcando el avance histórico en transporte público.
Pero más allá de que ninguna de las dos obras está terminada y que su construcción deja mucho que desear, destaca la poca originalidad de los proyectos, ViveBús y Texcoco fueron bastante criticados, pero eso no evitó que se realizarán malas copias, nada baratas y que se presentaron como un logro estrella.
Las ideas no fueron lo único reciclado, pues en vez de unidades nuevecitas, le quitaron el “Chihuahua Vive” a los antiguos camiones Mercedes-Benz, para que dieran servicio a los juarenses, mientras que López Obrador, al igual que Peña, no pudo resolver la operación simultánea de dos aeropuertos y necesitó que se alteraran, las operaciones aéreas en la Ciudad de México y Toluca para hacer su simulación de vuelos, sin permisos ni certificación.
Pero si su modo de gobernar es tan similar, ¿Por qué los dos gozan de una popularidad tan dispar?
Pues porque como planteó Juvenal, poeta latino en el año 100 A.D, los ciudadanos de nuestra época también han renunciado voluntariamente, al derecho de involucrarse en la política, despojándose del pensamiento crítico, a través de la falsa saciedad de que les concede el panem et circenses, también conocido como pan y circo.
En el sexenio pasado nos sumergimos en un mar de memes que hacían referencia a las ocurrencias de Lord Peña: ¿Qué hubieran hecho ustedes?... Estábamos como a un minuto, no, menos, como a cinco minutos...El corazón amorfo en el grito y Okinawa. Mientras nosotros reíamos con el show del presidente, se hacían los grandes desfalcos.
Andrés Manuel sabe que un gobierno debe ir acompañado de una dosis de pan y circo, para evitar motines y como él no tiene talento para la comedia, se ha decantado por otro género, la tragedia.
Ha establecido que es una víctima del sistema —todo lo malo que sucede a México, es una reafirmación de que su plan de trabajo está funcionando—y nos ha regalado importantes producciones —en el último episodio, la FGR perdió las pruebas contra Emilio Lozoya— servidas con un delicioso festín clientelar, bautizado como Programas Sociales de Bienestar.
Pero, el choro mareador de Corral ya aburre, (ya ven que él no da para los refrescos) pues con solo 7 meses de mandato restante, el gobernador sólo ha ha cumplido 11/54 compromisos con la IP, el 4to informe de gobierno visibilizó que las obras en Juárez no han sido terminadas y mientras la extradición de Duarte no se ejecute, la Operación Justicia para Chihuahua no deja buen sabor de boca.
Los gobiernos actuales, están huecos por dentro, por lo tanto la aprobación no premia el buen desempeño, sino la capacidad para acompañar las penas, que últimamente son muchas, con un buen trozo de pan, de modo que el ruido no sea tan ensordecedor.