Venezuela

La máxima juarista a la que de manera inflexible se ciñe el actual Gobierno, “el respeto al derecho ajeno es la paz”, en las circunstancias de Venezuela no parece particularmente aceptable. Si el respeto al derecho ajeno significa que los venezolanos se sigan muriendo de hambre, a lo mejor es la paz, pero por aniquilación.

Si el respeto al derecho ajeno es que los venezolanos no tengan trabajo con que sustentar a sus familias, a lo mejor es la paz, pero por desesperación. Si el respeto al derecho ajeno es que se violen sistemáticamente los derechos fundamentales de los ciudadanos, a lo mejor es la paz, pero por persecución. Urge que México deje de hacerse de la vista gorda. No está en juego que un país decida su futuro, sino que sus ciudadanos tengan futuro.

Cuando me refiero al futuro no lo hago pensando dentro de cinco años, sino en mañana. El Gobierno de Nicolás Maduro no merece respeto por la sencilla razón de que no respeta a los venezolanos. Un Gobierno que se vuelve en contra de aquellos a los que debe servir ya no es un Gobierno sino la administración de un enorme campo de concentración.

En Venezuela se violan a diario los Derechos Humanos, motivo suficiente para entender que no se respeta ningún derecho. ¿Es posible recurrir al “Derecho ajeno” cuando en Venezuela hay ningún tipo de Derecho? Marcelo Ebrard y AMLO utilizan a Juárez para no asumir sus responsabilidades como Presidente y Secretario de Relaciones Exteriores en representación de todos los mexicanos. Dice López Obrador que se mira en Juárez. Todo indica que se refugia en éste.

Andrés Manuel es un Presidente autoritario que gobierna de manera autoritaria. Quizás lo que está detrás de la máxima juarista sea el deseo de que nadie alce la voz a medida de que la 4T vaya cancelando los derechos de los ciudadanos.

Venezuela se deterioró por la ambición de una cúpula que consideró no sólo que el país era suyo, sino que los ciudadanos debían vivir de acuerdo a sus antojos. Lo que alguna vez fue pueblo se transformó en rebaño. Eso explicaría la irrupción de López Obrador como pastor de las palabras y de la existencia.

Eso mismo fue Hugo Chávez al final de su vida y eso mismo es Maduro desde que asumió el poder. López Obrador niega la realidad como en su momento la negó Chávez y ahora Maduro. Es la realidad la que se termina imponiendo. Maduro continúa con sus discursos idénticos a sí mismos desde el principio con el reparo de que los venezolanos de hace cinco años viven hoy otras circunstancias y piensan de otra manera.

Por mucho que los dirigentes venezolanos quieran negar el contexto actual, éste acabará imponiéndose. Lo que está en juego no es que Maduro continúe en la Presidencia, sino que haya más o menos muertos.

Diacrítico. No parece que el Gobierno actual de Venezuela merezca ningún respeto, pero sí que López Obrador puede cambiar algunas cosas para que la realidad no termine por devorarlo. Por ejemplo, atender a lo que en verdad está sucediendo y no a lo que le gustaría que sucediese.