Semilla de mostaza

Cada ser humano en el mundo, ha de pasar por alguna circunstancia en la que se ponga a prueba su capacidad de tener fe. En el mundo existe el dolor y el sufrimiento, estos se manifiestan de múltiples maneras, puede ser con la pérdida de un ser amado, una ruptura amorosa, la pérdida de la salud, etc., hay personas que logran pasar por esas dificultades con gran valor, y al final se cuelgan una medallita como diciendo “número 1”, otras en cambio, se sumen en el pánico, y no logran avanzar, ¿qué diferencia a una persona de otra?, en algunas ocasiones había pensado que era la actitud positiva siempre, otras veces pensaba que era la red de apoyo, pero ahora estoy convencida de que es la fe.

La fe, es esa palabrita difícil de adoptar,  etimológicamente, la palabra fe viene de pistis (griego) y fides (latín) que significan confianza, seguridad en la palabra del otro; por otro lado, y exclusivamente como nota cultural, es menester señalar que la Biblia dice que fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve, para el budismo, la palabra fe es equivalente a la palabra saddh?,  el saddh? a veces se describe como una convicción de que algo es, una determinación de lograr las metas personales y una sensación de dicha, producto de los dos anteriores. En conclusión podemos decir que la fe es tener certeza de algo, científicamente algo sustentado en pruebas fehacientes y, espiritualmente basada en una emoción que va más allá de lo existente y palpable con los sentidos.  Esto me lleva a evocar la  película “Little Boy”, del año 2015, dirigida por  Alejandro Monteverde, en esta película se narra la historia de un niño pequeño, cuyo padre es enviado a luchar en la Segunda Guerra Mundial, la historia es muy enternecedora, pues un día en la iglesia, escucha al sacerdote decir que la fe del tamaño de una semilla de mostaza puede mover montañas, inocentemente él coloca una semilla de mostaza en su bolsillo, y un día se propone mover las montañas, justo en ese momento, la tierra tembló (llámalo casualidad o súper poder), pero él estaba convencido de que la semilla de mostaza hacía que él pudiera mover montañas y debido a eso, él puede hacer que su padre regrese sano y salvo de la guerra, esta películas es hermosamente paradójica, pues nos muestra que la fe se manifiesta de diversas maneras, pero siempre se logra que ocurra algo con ella, por ejemplo, en uno de los pasajes de ese filme, el pequeño está platicando con uno de los sacerdotes, y le dice que mueva una botella que tiene en su escritorio, el pequeño se aferra a su semilla de mostaza y comienza a concentrarse en mover la botella, pasaban los minutos y nada ocurría, hasta que el padre toma la botella y la coloca en el otro extremo de la mesa “¡listo, ya, se movió!”, le dijo al pequeño, quien inmediatamente le increpa “no, la moviste tú”, el sacerdote le dice que él la movió porque fue el deseo ferviente del niño lo que lo empujó a hacerlo, y le explica que si bien es cierto, las cosas no ocurrieron de la forma que él lo contemplaba, el resultado buscado se dio.

En situaciones complicadas, es difícil mantener la fe, fe en que todo saldrá bien, fe en que pasará, es difícil ¿cierto?, pero no imposible. Personalmente, a mí me gusta la connotación que le da el budismo a la fe, pues combina los tres aspectos: la convicción, que se suma a una determinación para lograr que las cosas pasen (nada se cumple por arte de magia y sin acción), y la sensación de dicha, pensar en las cosas como si ya se hubiesen logrado (no te mentiré, este último punto es en el que normalmente fallo). ¿Qué sería del mundo si no tuviéramos fe?, y es que, mira a tu alrededor, hay mucho dolor, hay odio, hay guerra, hay tristeza, pero, a pesar de todo, tenemos la capacidad de sonreír, de salir de la cama, quizá hoy no sea tu mejor día, quizá hoy la vida pesa, pero tuviste el valor de salir de tu cama y hacer algo por ti, hacer algo, ¿por qué?, pues porque tienes la convicción de que todo mejorará, por ello actúas (con determinación) y eso te hace sentir un poco mejor de como estabas.

Mi madre, siempre me dice que cada día hay algo que agradecer, incluso ahora que pasamos por un momento complicado, ha de salir con una palabra que me da fuerza, para decirme “ey, sonríe, esto pasará, esto mejorará”. No sucumbir ante las adversidades no es sencillo, como dije, a veces la vida pesa, siempre habrá algún acontecimiento triste o doloroso, pero, no por ello la vida deja de tener arcoíris en el cielo para recordarnos que el Universo también sonríe, y pese a todo, siempre vendrá algo mejor.

En este efímero transitar, hemos venido a este mundo a aprender, vinimos por experiencias, hemos venido a  sentir el dolor, para apreciar la alegría, hemos venido a experimentar el desamor para amarnos a nosotros mismos y  compartir ese amor con los demás, sólo a través del dolor, se puede apreciar la belleza, la alegría, nadie nos garantiza que la vida será perfecta (que aburrimiento si así fuera), pero en esas imperfecciones que duelen, que nos dan miedo, que nos hacen llorar, es cuando nos damos cuenta que las cosas pasarán (tenemos la convicción de que así será), imagínate que no tuvieras esa esperanza, el dolor se haría aún más desgarrador y nos comería vivos, y esa esperanza de que algo mejor vendrá es lo que nos motiva a movernos, a actuar, nos determina a cambiar, y cuando empezamos a actuar por solucionar las circunstancias que nos aquejan, entonces nos sentimos en paz, nos sentimos contentos porque sabemos que estamos trabajando para que lo que con fe deseamos, se cumpla. Una persona sin fe, sucumbe ante su adversidad, se queda anclada al dolor y nada la sacará de ahí, elige la amargura que le provoca su situación, y se deja ir al vacío sin cambiar.

Una amiga, cambió mi perspectiva, pues, en mi soliloquio, pensaba, ya me he cansado de luchar, incluso le comentaba que a veces me causaba molestia que las personas, para darme ánimo me dijeran “guerrera”, o “que admirable eres, eres una luchadora”, cuando lo que yo quería era estar en paz, que toda la enfermedad y el proceso del tratamiento oncológico pasara y yo pudiera respirar, le dije,  una guerrera lucha, y yo ya no quiero pelear, y ella me dijo algo que me sacudió: “¿por qué no te ves como una guerrera de amor?”, ahí es donde entendí, guerreros de amor, todos en este mundo somos guerreros de amor, pues nuestro espíritu se embarcó a este viaje por el mundo, para vivir experiencias inciertas, bonitas, dolorosas, intensas, pacíficas, todos somos valientes, venimos a enfrentarnos a alguna que otra adversidad, nos exponemos constantemente a mirar caos, pero aun así creemos firmemente que con nuestras acciones, con nuestro trabajo, con nuestra compasión, podremos cambiar las circunstancias y salir victoriosos de cualquier situación. La vida siempre mejorará, no sabemos cómo, no sabemos cuándo, pero siempre mejorará, sólo que hay que trabajar para ello, y también aferrarnos firmemente a nuestra semillita de mostaza.