Claveles Blancos

Colaboración especial / Lucía Ramírez Lira

El pasado miércoles 15 de septiembre un silencio sepulcral se apoderó del Zócalo Capitalino, el presidente Andrés Manuel López Obrador realizó el homenaje correspondiente al 210 aniversario del Inicio de la Guerra de Independencia en un escenario muy distinto al de hace un año. Y no me refiero al casi nulo aforo en la Plaza de la Constitución, sino a la serie de acontecimientos fatídicos que han ocurrido desde finales del primer trimestre del año y que han ensombrecido otra más de las celebraciones que son motivo de festejo y gozo para todo el país.

La pandemia ha cobrado innumerables pérdidas, por demás está decir que la vida no ha vuelto a ser la misma desde que coexistimos con este misterioso adversario que actúa con sigilo y a una gran velocidad a pesar de los esfuerzos de miles por disminuir su impacto. Todos nos vemos vulnerables por más fuertes que seamos, desde nuestras trincheras intentamos volver funcional el entorno que ha sido drásticamente modificado, poniendo aquí, quitando allá, buscando con desespero algo de lo que podamos anclarnos para dejar de navegar a la deriva.

La Plaza de la Constitución fue escenario del reconocimiento simbólico a 58 miembros del personal de salud que han desempeñado su labor con valor y entereza durante los últimos seis meses, enfrentándose a un sinfín de dificultades y desafíos que solamente ellos han tenido que sortear. Los uniformes inmaculados han tomado el protagonismo de este capítulo de la historia, convirtiéndose en la prueba de que no se necesita hacer alarde sobre las buenas acciones que en silencio se llevan a cabo, pues al final, obrar en virtud del bienestar de los demás con una nobleza tal como la que estos hombres y mujeres han demostrado desde el primer día, será lo que enaltezca sus nombres por encima de quienes creyeron hacer lo correcto mientras subestimaban la gravedad de la situación de la cual todos, sin excepción, hemos sido presa.

Cincuenta y ocho fue el número que representó a los miles de trabajadores de la salud que continúan dando todo de si mismos para ayudar a tantos pacientes como les sea posible; es una cifra corta para honrar a los 1,320 empleados que han perdido la vida salvaguardando la de otros; es una cifra igual de pequeña para representar a todos aquellos miembros del sistema de salud que en este país, al igual que en otras naciones de América, fueron agredidos injustamente por individuos guiados por el miedo, la ignorancia y la terquedad, demostrando no tener un solo resquicio de sensatez y respeto hacia los únicos capaces de contener la primera gran pandemia del siglo.

Según dados de Amnistía Internacional en su informe “El Costo de Curar”, el sistema de salud mexicano aún presenta altas deficiencias en cuanto al suministro de Equipos de Protección Personal (EPP) para los trabajadores de diversos hospitales después de seis meses de crisis sanitaria; es importante señalar que el personal de limpieza es el grupo que se encuentra en mayor desventaja debido a la falta de atención y flexibilidad por parte de las empresas subcontratadas por las direcciones generales de los hospitales. El Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales señala que los Estados Parte deben imponer sanciones y penas adecuadas a terceros en caso de que violen algún elemento del derecho a unas condiciones satisfactorias de trabajo, absteniéndose de adquirir servicios y bienes de particulares y empresas que vulneren ese derecho.

 A pesar del carácter imperativo de estas disposiciones internacionales, los reclamos del personal de limpieza siguen pasando por alto para el gobierno y las empresas que se encargan de ofrecer sus servicios, viéndose obligados a continuar laborando en situaciones precarias, arriesgando sus vidas e incluso siendo víctimas de recortes salariales de forma injustificada al presentar alguna inconformidad. No debe ser en valde el esfuerzo de cientos de personas cuya labor rara vez es reconocida, pero que es de vital importancia para el funcionamiento de cualquier hospital; de nueva cuenta salen a flote las desigualdades prexistentes a la pandemia en nuestra sociedad, una prueba más de que el trabajo en búsqueda de la igualdad no ha terminado.

Son altas las exigencias con que los trabajadores de la salud deben cumplir, los sacrificios también están ahí, en las largas jornadas que permanecen de pie sin poder pensar siquiera en el descanso, beber agua o respirar aire fresco, viéndose sometidos a una presión psicológica que puede ser detonante de serios traumas por no poder cumplir cabalmente con su deber a causa de circunstancias que están fuera de su control. Ataviados con mascarilla y uniforme médico, hombres y mujeres van y viene de un centro de trabajo a otro, arriesgando su vida como nadie más lo hace. Quizás de pronto olvidamos que al igual que nosotros, están buscando el sustento de sus familias a como dé lugar en esta situación tan incierta, que tienen preocupaciones y temores propios de la naturaleza humana que no entienden de profesión alguna.

A pesar de todo este tiempo entre el confinamiento, la nueva normalidad, el distanciamiento social cada vez menos presente y la desesperación colectiva porque todo vuelva a ser “normal”, es preciso recordar la importancia del personal de salud en el destino de no solo nuestro país, sino del mundo entero para poner fin a esta crisis sanitaria.

Lastimosamente hoy somos el país con más muertes por coronavirus entre trabajadores de la salud; a seis meses después del inicio de la pandemia, es indignante que las irregularidades en el suministro de EPP sigan siendo una problemática. El Estado y las empresas privadas del sector salud están obligadas a garantizar condiciones de trabajo dignas para sus empleados, procurando que cada vez sean menos los fallecidos en primera línea, pues la muerte de un solo trabajador de la salud representa la pérdida de cientos de personas bajo su cuidado.

Honremos a los que ya no están actuando con responsabilidad y respeto, hagamos que valga la pena cada momento de ahora en adelante sin olvidar lo que realmente importa, que no haya sido en vano la muerte de esos verdaderos héroes que buscaron la libertad de todos hasta el ultimo momento.

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En 2023, 8 ciudades mexicanas en la lista de las 15 más peligrosas del mundo

México tuvo durante 2023, a ocho ciudades en la lista de las más peligrosas, por el número de homicidios por cada 100 mil habitantes. Los primeros seis lugares en esa lista, lo ocuparon Celaya con 109 asesinatos por cada 100 mil habitantes; Tijuana, con 105; Ciudad Juárez en un tercer lugar con 103; le siguieron en cuarta posición Ciudad Obregón, con 101; Irapuato, 94; y Ensenada con 90. En octavo lugar quedó San Luis, en Missouri en los Estados Unidos; seguida de Uruapan, en Michoacán con 72 ; y en noveno puesto Fiera De Santa Ana, en Brasil, con 67. En el undécimo lugar se ubicó a Cumaná en Venezuela, con 62 homicidios por cada 100 mil habitantes; mientras que las posiciones 12 y 13, correspondieron a las ciudades brasileñas de Fortaleza y Mossoro, con 62 respectivamente. Cerraron el listado de esas 15 ciudades más peligrosas, Guyana, en Venezuela con 62; y Zacatecas en México con 59. El listado fue publicado en las redes sociales por el doctor Alejandro Macías, un destacado infectólogo, considerado el Zar de la Pandemia de Influenza H1N1. En los comentarios se lamentan que las ciudades mexicanas están en esa nada honrosa lista, pues la estrategia de seguridad no ha funcionado. Mientras tanto se informa, que hasta ayer se habían registrado 185 mil 415 homicidios durante el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador.

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