Comencé este camino político a mis 15 años, parecerá algo increíble, y con justa razón, algo indudable. Cuando mis compañeros de clase vivían su vida conociendo los romances de verano, estudiando, practicando un deporte o alguna actividad cultural, yo pasaba mis tardes tocando casa por casa buscando afiliar gente a lo que hoy se llama Morena. Esta actividad se convirtió en mi vicio y al pasar los años descubrí que nací para esto. Pero también me di cuenta que al igual que yo, muchas personas habían dejado cosas importantes por apoyar un proyecto político.
El viernes cumplí 25 años y me di cuenta que han pasado 9 años en que he estado activa en este tema. Cuando me refería a que nos robó, quise decir que la política es nada más y nada menos que nuestra vida.
He visto amigos que sufren y se decepcionan cuando sus planes no dan resultados, pero cómo nos irá la vida si para planear un proyecto tienes que entregar como mínimo un año de anticipación para trabajarlo.
En esta trayectoria existen momentos felices y otros sumamente tristes; he tenido como primera ocasión una deserción real y aunque los días pasan, no he podido superarlo. Pero esto sirve para reflexionar y tratar de recuperar la necesidad de vivir. Como políticos ambicionamos en querer ganar siempre sumando a nuestro lado el egoísmo y el rencor sin recordar que al final del día dejamos de ser políticos y nos convertimos en amigos, primos, hijos, padres y hermanos de alguien.
La naturaleza nos hace amar y servir, servir para ver a nuestros seres queridos ser felices. Pero es entonces cuando necesitas vivir malas experiencias para recapacitar y ver que detrás de todo lo que ves existe una vida y reflexionas que los años que han pasado no regresan, no volveremos a tener 20, 30 o 40 años.
En conclusión, debe existir ese balance para poder tener ambas cosas, sin crear una costumbre no necesaria. Los años pasan, las cosas suceden y el poder no es para siempre..