El propóleo, en la cultura griega era cosechado de sus colmenas, algunas rusticas, y otras, de barras superiores o estilo “marimba” que ahora conocemos como Kenia –en una de sus versiones. Lo más seguro es que con un clima Mediterráneo, que es moderado y poco extremoso, los reductores de piquera no fueran común, y es para asumirse, por el nombre, que las abejas cerraban las piqueras y las abrían según las temporadas los griegos aprendieron a cosechar “la puerta de la ciudad” o propóleo para utilizarlo en sus remedios médicos.
Este compuesto es maravilloso, con muchos usos y muchísimas propiedades de salud humana. Pero en la colmena, el propóleo es el material multiuso que permite estabilizar el flujo del aire, reducir entradas, sellar las entradas extras para evitar pillaje, intrusos y frio, es agregado estructural, esteriliza y desinfecta el interior y entradas o piqueras. Las abejas hacen un “tapete” o manto para que al llegar se limpien o desinfecten sus patas. Este proceder es confundido de la forma contraria, donde creemos que las abejas “manchan” las piqueras por la actividad cotidiana, pero el recubrimiento en la entrada tiene la función de desinfectar toda abeja antes de que entre a la colmena.
La cosecha de propóleos por parte de las abejas tiene varias explicaciones y teorías, y por supuesto, yo tengo la mía.
Dicen algunos de los expertos, que el propóleo viene de la recolección de resinas producidas en los botones o yemas de las hojas de ciertos árboles. Otros dicen que provienen de las resinas emitidas en heridas en los árboles. Yo digo que de ambas partes.
Los árboles y arbustos emiten resinas para protegerse de los posibles ataques de microbios, bacterias y bichos. Al producir las yemas o recibir heridas, los árboles las producen y las abejas han aprendido a utilizar y colectar estas valiosas resinas. Al recolectarlas, las transportan de la misma forma que lo hacen con el polen en sus canastas. Al llegar a la colmena las abejas tendrán que ser auxiliadas por sus compañeras para retirar la substancia pegajosa de sus canastas.
Sin ahondarme en lingo técnico –porque técnico no soy-, digamos que el propóleo contiene más de 240 compuestos químicos que cambian dependiendo del entorno y tipo de vegetación en donde nuestras abejas habitan. El propóleo está compuesto de 45-55% de resinas, 25-35% de ceras y grasas y un 10% de aceites esenciales y compuestos aromáticos o fenólicos, 5% de polen y otros 5% de otros componentes como los flavonoides y otros que no se han identificado aún.
El 5/16” o ¼” –Espacio vital…
Otra vez, en la apicultura tenemos el espacio vital con el que se rigen las abejas y que, si un apicultor no lo entiende, estará sufriendo descalabros. Si el espacio es menos de 5/16” de pulgada, las abejas lo cubren de propóleos, si es mayor a 3/8”, construirán pencas.
Aunque existen muchos tipos de trampas para la recolección del propóleo, las inspecciones diarias en los apiarios o la cosecha de miel nos brinda la gran oportunidad de cosechar propóleos, y al mismo tiempo, mantener nuestro equipo libre del pegamento del mismo en lugares no deseados. Las trampas incluyen mallas mosquiteras sobre los cajones y entre la tapa dispositivos perforados hechos para ese propósito y otros más. También se pueden hacer tiras de madera de ¼” que nos permitan instalarlas en dos lados de las cámaras de cría; antes de instalar las alzas o aun las tapas, se dejan dos lados entre los cajones con estas rendijas, y las abejas las cubrirán para evitar el viento y luz dentro de la colmena. Al ser llenados, el apicultor sólo tiene que raspar o cortar el propóleo y dejar las tiras de madera otra vez para que continúe produciendo propóleos de esta manera.
Aurelio Páez