Tenía ya un tiempo sin escribir, no crean que me olvidé de hacerlo, lo que pasa es que de pronto todo se pone en pausa, después de un año tan movido como el que acabamos de pasar, necesitaba mi mente un descanso.
Ha sido un tiempo de reflexión, de ir mas despacio para escuchar mi voz interior y tratar de encontrar el camino que me toca seguir ahora, sé que necesito un cambio, a pesar de que todo en mi vida fluye con mucha paz; el año que pasó fue un año de un cúmulo de aprendizajes, difícil, pero de muchos logros, creo que fue uno de los mejores años de mi vida. Aún así, puede pasar que de pronto nos empecemos a sentir demasiado cómodos en el lugar que estamos y corremos el riesgo estancarnos y de parar de buscar, y debemos saber que, al dejar de buscar y de movernos para encontrar lo que buscamos, también dejamos de crear y ya no hay crecimiento.
Eso es algo que he aprendido estos últimos ocho años de mi vida; después de la muerte de Micky entendí que debía estar siempre en la búsqueda, tratando de encontrar el camino correcto que me llevara a mi y a mi familia al lugar en el que hoy estamos, ha sido una búsqueda constante y también un crecimiento personal que nunca imaginé.
Desde entonces no he parado, estoy en movimiento constante, buscando, creando, estudiando e intentando crecer en amor y sabiduría. Y ahí la llevo, hace unas semanas celebramos con una misa y convivio los siete años de comenzar con Fundación Acompaña en Chihuahua, en cierto momento observe a todas las personas que estábamos ahí, éramos alrededor de 60, mamás y papás que perdieron a sus hijos, tías, abuelas, hermanos y amigos, todos celebrando estos maravillosos años de acompañamiento compasivo y amoroso, sin ninguna otra intención que acompañar a personas que han sufrido igual que yo, igual que todos.
Fue una celebración llena de sonrisas y alguna que otra lágrima, pero sobre todo se respiraba amor, gozo, serenidad y paz, esa paz que te da el saberse acompañado y querido que sólo quienes lo hemos vivido lo podemos entender. Ver esas caras llenas de esperanza, dándole un sentido a la muerte de sus hijos, recuperándose poco a poco, es algo que llena el alma, llena la vida, llena mi vida, me da fuerza y motivo para seguir adelante, en esa búsqueda constante de la que hablaba y que le da sentido a todo.
Tenía la firme convicción de quitarme un poco de trabajo y sobre todo, quitarme responsabilidades este año, pero como siempre, Dios es el que tiene la última palabra y algo muy dentro de mi me dice que todavía tengo un largo camino por recorrer en esta misma dirección.
Pero ¿cómo saber si esto es lo que ahora me toca, como saber si éste es el camino y la ruta que debo seguir? Pues todos tenemos algo que en todo momento nos dará la dirección correcta y créanme, nunca se equivoca, esa brújula que te guía y orienta, es tu propio corazón, si tu corazón está en paz, estás en el lugar que debes estar.
Yo por lo pronto sigo queriendo crecer en el mismo lugar en donde estoy desde hace ya más de 7 años, con algunos cambios importantes y abierta a los retos que se me presenten; sé que no voy sola, voy acompañada de muchas y maravillosas personas que son indispensables para cumplir las metas y objetivos proyectados, también he aprendido que sola, no puedo.
Así que a caminar sin miedo, siempre para adelante, con ilusiones nuevas y con la mirada puesta en el otro, siempre en el otro, pues es ahí en donde encuentro paz y plenitud.
Velia Rojas Zambrano