El ocaso Kiliwa

Ensenada, México (26 mayo 2019).- Púljuu ñá kuwí, "dame un abrazo", pedía convaleciente desde una pequeña cama Hipólita "Polita" Espinoza Higuera, mientras estaba al cuidado de su prima, también indígena Kiliwa, Leonor Farlow Espinoza.

Ñab jaay míl iwaa, "aquí estoy prima", le decía Leonor y cobijaba a la anciana de 93 años, que se quejaba del frío de la casa de su familiar en la comunidad Arroyo de León, a unos 150 kilómetros de la ciudad de Ensenada, sobre los cerros que conducen a la Sierra de San Pedro Mártir.

Este diálogo pudiera ser de los últimos desarrollados de manera cotidiana entre dos mujeres en lengua Kiliwa, la más antigua de la familia etnolingüística yumana.

Hipólita Espinoza poseía una cabellera grisácea y tez morena, ya marchita por la edad, ese era el primer indicio del tiempo en una mujer que intentó preservar su cultura a través de los cantos y la enseñanza de la lengua.

Ahora, junto con ella, la lengua Kiliwa -que viene del vocablo Koleeu y no tiene traducción al español- también encuentra el ocaso.

La nonagenaria falleció el pasado 30 de abril, alrededor de las nueve de la noche, entre cerros colmados de yuca, cactus, biznagas, y cimarrones, los animales sagrados testigos de la creación, que con su cornamenta ayudaron a formar el cielo, según la mitología Kiliwa.

Con la muerte de "Polita", apenas quedan tres hablantes.

El cronista de la etnia, Arnulfo Estrada Ramírez -con 30 años de experiencia- cataloga a dichos hablantes como "cotidianos", dos hombres y una mujer, Leonor; todos ellos pasan de los 55 años de edad.

"Con los hablantes se conserva la cultura", subraya Estrada.

Con el tiempo, los linajes Kiliwa han ido desapareciendo. De ser un grupo étnico seminómada, en la época moderna quedaron dos linajes, Uchurte y Espinoza, explica.

"En el 2018, falleció el último integrante de los Uchurte, José Uchurte Espinoza", relata, "fallecieron todos los descendientes, eran de Arroyo Grande, una comunidad hacia el desierto, hacia el valle de Mexicali, ahí abandonaron esa tierra los indígenas en 1840 y se congregaron con sus parientes lingüísticos en Arroyo de León, donde está el linaje Espinoza".

"Los Uchurte eran una familia tradicionalista, hablantes de calidad y conocedores de la cultura Kiliwa", agregó.

En México, existen 11 lenguas yumanas, de las que hay cinco representantes en Baja California: Kiliwa, Pa ipai, Cucapá, Kumiai y Ko´al, esta última considerada una variante del Kumiai, precisa el investigador.

"No tengo duda de que la familia lingüística yumana creció alrededor de donde están los Kiliwa, porque es la lengua más antigua de la familia, es la que tiene más arcaísmos y la que menos se entiende entre los mismos parientes de la lengua yumana. Físicamente, los kiliwas son las personas con mayor estatura", detalla.

Después de la Kiliwa, la etnia Cucapá en Baja California es la que tiene menos hablantes, alrededor de seis, aunque hay unos 25 en Sonora, en el poblado de Pozas de Arvizu, precisa Estrada.

La lengua Kumiai aún es hablada por alrededor de 60 personas, mientras que del Pa ipai habrá menos de 100 hablantes, y es usada principalmente por personas adultas de manera cotidiana.

Sentada en una sillita de madera frente a su casa, la artesana Leonor Farlow Espinoza, de 81 años, contempla las faldas de las montañas desérticas en las que asegura aún se ven las manadas de cimarrones cuando bajan a beber agua.

"Los borregos cimarrones fueron parte de la creación, con su cornamenta formaron el cielo, cuatro animales sostuvieron el cielo con sus cuatro puntos cardinales", según el mito indígena, relata Estrada.

Arroyo de León es una comunidad donde residen apenas unas 25 personas, algunas de origen Cucapá, y está enclavada entre vegetación y animales propios del desierto, también es parte de un valle que conduce a la Sierra de San Pedro Mártir, donde nació Leonor.

En el paisaje, a lo lejos, se ve un grupo de caballos salvajes y Leonor recuerda su niñez criando gallinas, cuidando el ganado, sembrando verduras y ayudándole a su papá, el texano Cherokee Thomas Farlow Robertson, a ensillar los caballos.

Farlow Robertson se casó con la indígena Kiliwa Josefa Espinoza Cañedo, nativa de Arroyo de León, quien nunca quiso irse a vivir a California.

"Él conoció a mi mamá, y se fueron para San Pedro Mártir, él era el ganadero más fuerte de esa sierra, ella hablaba muy bien el inglés, el español más o menos, hasta que tuve 10 años me enseñó el español", platica.

Leonor refiere que la gente piensa que habla inglés por su acento.

"Pero yo siempre contesto que no sé el inglés, que yo hablo Kiliwa".

Leonor Farlow ha dedicado su vida a la artesanía de muñecas, canastos de yuca y cucharas de jojoba, pero también ha sido una entusiasta de la preservación de la lengua.

El Kiliwa tiene unos 2 mil 500 vocablos que pudieron ser rescatados por ella y por Estrada en 2005 en un Diccionario, que se encuentra disponible en internet. El trabajo fue acompañado con un disco compacto para escuchar la pronunciación.

Espinoza Cañedo formó parte de una generación en la que de manera cotidiana se comunicaban en lengua Kiliwa y no en español, la lengua aprendida por los indígenas para evitar la discriminación.

Su hija, Leonor Farlow, escribe y lee poco, pero junto con Estrada lograron concretar varios libros y traducciones.

En diciembre de 2017, Estrada publicó el libro "Lengua y Cultura Kiliwa", donde resume su trabajo de 30 años en la comunidad. Fue editado por el Sistema Educativo Estatal con 350 ejemplares.

Estrada y Farlow volvieron a colaborar para la publicación de un texto explicativo en Kiliwa de la Constitución Mexicana, durante el aniversario número 100 del documento.

Pese al esfuerzo de ambos, en Baja California ya no hay niños ni adolescentes que sean considerados como hablantes de calidad de las lenguas nativas.

Leonor tuvo 10 hijos, pero ninguno habla Kiliwa.

"Tengo una hija que habla más o menos", dice Leonor, "está en Ensenada trabajando, no las enseñé, mucho me reclamaron, pero me acuerdo que cuando mi mamá hablaba y mis tíos hablaban, había mucha discriminación".

Las lenguas se dejaron de enseñar hace muchos años, resalta por su parte Estrada.

"Es el caso de todas las lenguas, la que está más en extremo es la Kiliwa. Leonor Farlow tiene descendientes, pero no les enseñó. Ellos no sabían que su mamá hablaba la lengua, hasta ya grandes supieron".

"Había mucha discriminación entonces", subraya, "ese fue el principal factor (para la muerte de la lengua), la discriminación, definitivamente, de eso estoy muy seguro, y hay otros factores como el abandono de la comunidad, el despojo de sus tierras ancestrales".

Leonor fue Comisariada ejidal Kiliwa, y le tocó conocer de un pleito legal con integrantes del ejido Tepi que había durado más de 70 años.

"Los Kiliwas más viejos peleaban por el terreno de la sierra porque ahí pizcaban piñones y cortaban tunas, era pues nacional el terreno, pero otros se metieron y la Procuraduría Agraria se los dejó a ellos", recuerda.

Estrada refiere que originalmente los posesionarios del Tepi habían pedido permiso a los Kiliwas para que su ganado pastara en sus tierras, pero con el tiempo reclamaron los terrenos de la etnia y los inscribieron como parte de su ejido.

Aunado a la problemática del despojo, las poblaciones de indígenas de Baja California nunca fueron numerosas, explica Estrada.

"Ningún grupo étnico nativo fue numeroso, porque hay que recordar que ellos tenían migraciones, entonces nunca formaron grupos grandes, formaban más bien rancherías extensas familiares, pero nunca formaron un pueblo", aclara Estrada.

"Dependiendo del alimento que se obtenía, se movían entre la zona costa y la sierra en grupos pequeños", sostiene.

Los grupos étnicos estaban tan alejados de las autoridades, que antes ni siquiera se registraban recién nacidos.

Farlow se queda pensativa, dice que se acuerda de la edad "que realmente tenía Polita" y le da coraje.

"Ella no tenía 93 años, tenía al menos 106, yo era una niña cuando ella ya era adulta, pero nos registraban ya que caminábamos", asegura.

Entre Arroyo de León, en valle de la Trinidad, la ciudad de Ensenada, los poblados de San Vicente, Colonet y en parte de Estados Unidos quedan alrededor de 300 Kiliwas, varias familias se han unido con Paipai, Cucapá, estadounidenses, europeos y mestizos mexicanos.


Preservar la lengua se convirtió en una lucha con pocos frutos, lamenta Farlow.

"Se batalló mucho. Arnulfo Estrada y yo hicimos un diccionario para los chamacos, para ver si así aprendían, con casette y todo, pero ni así, allí no tienen tanta culpa ellos, sino las mamás son las que tenían que decirles, enseñarlos, empujarlos.

"Entonces ellos dijeron 'no, para qué queremos hablar Kiliwa'".

Al dejar de enseñar a los niños, los adultos eran los que preservaban la lengua, pero han envejecido.

"La lengua de plano ya se perdió, se puede decir, porque antes había muchos hablantes aquí, no tiene mucho que se fueron, no tiene mucho que murieron, hace dos años éramos 5, ya se fueron dos", dice Leonor Farlow.

Estrada refiere que existen otras tres o cuatro personas que saben Kiliwa desde pequeños, pero viven en el poblado de Santa Catarina, en Ensenada, y no son hablantes cotidianos.

"Hipólita era de quien estamos seguros que hablaba cotidianamente la lengua", explica.

Los dos hablantes hombres que quedan son Eusebio Álvarez Espinoza, que tiene 55 años, y Leandro Maytorell Espinoza, de 57 años, quienes practican la lengua con menos frecuencia, afirma Leonor, y ya no hay niños a quienes enseñar.

La mayoría en Arroyo de León son adultos.

"Van y vienen, salen a trabajar o van a la escuela, mis bisnietos están en valle de la Trinidad (a unos kilómetros de Arroyo de León) y no lo hablan", platica, "los adultos viven de la palmilla, la yuca, lo procesan para una fábrica.

"Estuve enseñando aquí, estuve como ocho meses con los niños que viven en la entrada. Aprendieron bastante con los cantos, saludos, 'cómo te llamas', 'siéntate', 'pásale', muchas cosas aprendieron, pero son también Cucapá, el papá es Kiliwa, la mamá Cucapá, y vino la abuelita materna y recogió a los niños para enseñarles su lengua y, como quien dice, ya me los quitaron", rememora.

"Pronto ellos van a olvidar lo que les enseñé".

 

Aline Corpus | Reforma

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