
“Asesina brutalmente a su novia de 19 años. Si bien sucedió en la India, en una pequeña comunidad al oeste de ese país, la noticia se hizo viral…”
“Siguen enfrentamientos en Mazatlán… Hallan dos cuerpos más en Culiacán”
Esos y otros encabezados leemos, vemos y escuchamos a diario en los medios de comunicación locales, nacionales e internacionales.
La nota roja vende y si bien en algún momento hubo empresas de la comunicación que decidieron no publicar ese tipo de sucesos, con el tiempo les ganó la mercadotecnia y la meta de ingresar más dinero.
Y si antes los periódicos de la tarde, hoy en extinción, se ocupaban de los hechos de sangre, y los matutinos de difundir acontecimientos de mayor seriedad y relevancia social, con el tiempo la dinámica cambio y a todas horas, desde muy temprano hasta que concluye el día, nos enteramos de hechos violentos.
Este tipo de situaciones, como la de publicar notas policiacas acontecidas en países que no conocemos o que difícilmente sabemos donde están, contribuyen a generar una psicosis social donde las personas, sobre todo los jóvenes y niños, pierden la noción del espacio y la distancia, y perciben que los hechos violentos suceden cerca del entorno donde se desarrollan.
Me toca observar niños nerviosos en el momento que ven imágenes que narran homicidios o hecho violentos, que se alejan rápidamente de la televisión o apagan la radio con un gesto de temor y desagrado.
En otra arista de esta situación, por razones laborales, estuve en Mazatlán durante 10 días.
Tuve la oportunidad de desplazarme una y otra vez por el centro, las colonias y la zona hotelera, prácticamente por toda la zona urbana.
Por fortuna o porque así es, no me tocó escuchar un solo balazo o presenciar ejecuciones o asaltos, que es lo que uno se imagina cuando prende la tele y “escurre” sangre por la pantalla cuando se habla de Culiacán o Mazatlán que es la que me ocupa.
Hoy por cierto, esta última es una ciudad desolada; la economía por los suelos y no por los cielos como era la costumbre.
Cientos de familias emigrando a otros estados, pérdida de empleos,
construcciones inconclusas, así como hoteles, torres de departamentos y casas, sin rentarse durante meses a pesar de bajar los precios más del 50 por ciento, es lo que rodea ahora a Mazatlán.
El origen de todo es un problema de violencia, no mayor a la que sucede en varios Estados, pero intensamente publicitado por los medios locales y nacionales; ignoro si por informar o con la esperanza que el gobierno les ofrezca jugosos contratos publicitarios para hablar de temas más amigables.
El hecho es que la economía de miles de familias, empleados, pequeños, medianos y grandes empresarios, se ha visto terriblemente afectada.
Es urgente que sociedad, gobierno y medios de comunicación, se pongan de acuerdo no en ocultar lo que sucede y si en exigir a los responsables, pero simultáneamente ser menos crudos y expresivos en cuanto a imágenes y descripción minuciosa de ejecuciones, crímenes y demás hechos que sólo atienden la parte más deshumanizada de nuestro México.
La descripción tan repetitiva de este tipo de notas, ciertamente desacreditan y afectan la imagen de un gobierno, pero desafortunadamente quien más sufre las consecuencias es la sociedad civil, no solo por la percepción o la realidad delincuencial, sino porque en el corto plazo, se afecta su estabilidad económica de manera muy grave.
Insisto, sin tener la claridad de una receta precisa, que sociedad, gobierno y medios de comunicación, deben definir líneas de información de cómo tratar con objetividad una problemática que debe combatirse y denunciarse, pero al mismo tiempo tener un equilibrio para que al tema del miedo, no le agreguemos la incertidumbre de afectar la economía, perder el empleo y entrar en el pánico de no llevar de alimentos a las mesas de sus respectivos hogares.
¿Quién le pone el cascabel al gato?