
JIRONES DE NUESTRA HISTORIA
Por: José Luis Jaramillo Vela
Sus orígenes
Jean Baptiste Lagarde Gassión, nació en el año de 1822 en el puerto de Veracruz, de padres de origen francés Joseph Lagarde y Jeanne Gassión; del matrimonio Lagarde-Gassión nacieron Francisco, José, Javier, Luis y Juan Bautista, como se le llamaba; nunca en el transcurso de su vida utilizó su nombre afrancesado, siempre se hacía llamar simplemente Juan Lagarde; de los cinco hermanos, los tres últimos tomaron parte muy activa en la política mexicana; aunque algunos lo ubican como nacido en Francia, la verdad es que nació en Veracruz, aunque por la parte francesa de sus padres, todos los hijos tuvieron acceso a la doble nacionalidad.
Desde muy joven mostró su torcida personalidad
En 1839, con diecisiete años de edad, se inició en la carrera de las armas al ingresar como escribiente en la Sección Administrativa de la Armada; apenas con tres meses de trabajo y haciendo gala de cinismo e irresponsabilidad, solicita una licencia de cuatro meses con goce de sueldo, para trasladarse a la Ciudad de México y es aquí donde surgen los primeros problemas; por principio de cuentas, se necesita ser muy cínico para con tres meses de trabajo, solicitar permiso por cuatro meses con goce de sueldo; en segundo lugar, en la Armada no existen permisos de ese tipo y en tercer lugar, Lagarde jamás indicó el motivo por el que solicitaba permiso por cuatro meses (aunque después se supo que era con el fin de inscribirse en el Colegio Militar y en caso de no serle satisfactorio, regresar a su trabajo).
Como era de esperarse, la superioridad le negó el permiso bajo el sólido argumento de que “tenía muy poco tiempo laborando y ya mostraba ser desafecto al servicio y al trabajo”; a Lagarde le importó poco la negativa y por sus pistolas se ausentó un día de su trabajo para preparar su traslado a la Ciudad de México; esta insubordinación le costó un arresto laboral, es decir tendría que hacer doble turno en su trabajo; abandonó su arresto y le fue impuesto otro, que también abandonó, entonces fue detenido en el Puerto de Veracruz y sus superiores le ordenaron arresto corporal, es decir, arresto tras las rejas en una celda; ahí estuvo durante seis meses encarcelado por insubordinación, abandono de trabajo y desacato de órdenes superiores. Todos quienes hemos servido en cuerpos armados de seguridad, sabemos que la base de la organización y de la estructura interna del cuerpo es la disciplina, en donde las órdenes no se discuten, se acatan y se ejecutan; ésta conducta de aversión a las órdenes superiores y las faltas al servicio, fueron una constante en la trayectoria militar de Juan Lagarde, quien no parecía entender un principio básico del orden y la disciplina: para saber mandar, primero se debe saber obedecer. Más adelante veremos como este principio se lo hizo saber a Lagarde el General Antonio López de Santa Anna de manera muy convincente.
Echado con deshonra de la Armada, ahora va al Ejército; Santa Anna le da una lección
En diciembre de 1839, Juan Lagarde cumple sus seis meses de prisión, es liberado y dado de baja deshonrosa de la Armada; decide irse a la Ciudad de México, debido a las excelentes relaciones de sus padres con el Presidente, General Antonio López de Santa Anna, el joven Juan Lagarde es aceptado así, sin más trámite como Sargento en el Sexto Regimiento de Caballería, en donde en poco tiempo ascendió rápidamente.
Para el año de 1843, Juan Lagarde ya había obtenido el grado de Capitán sin haber pisado el Colegio Militar, generando molestia y malestar entre los verdaderos militares de carrera, que veían como Lagarde ascendía sin méritos militares, además con una conducta militar cuestionable; desde luego que estas promociones y ascensos no los obtuvo por servicios militares, sino por órdenes de su paisano el Presidente Santa Anna, quien por cierto ya para esas fechas mantenía relaciones amistosas, familiares y de negocios con la familia Lagarde.
Durante todos estos años, desde 1843 hasta finales de 1847, Juan Lagarde se mantuvo muy cerca de Santa Anna, tanto en batallas como en la Presidencia de la República; a pesar de que Lagarde era un mal militar, Santa Anna le tenía aprecio, también tenía intereses con su familia y Lagarde le servía para misiones de máxima confianza, pero también comenzaban a fastidiarle las constanes quejas de los mandos militares acerca de las actitudes de Lagarde como militar y no eran cualquier cosa, entre los quejosos figuraban nada menos que los Generales Félix Zuloaga, Miguel Miramón, Anastasio Parrodi, José María Pattoni y Antonio Canales Rosillo entre otros.
A principios de 1847, en la Batalla de Angostura, cerca de Saltillo, Coahuila, Santa Anna ordenó a Juan Lagarde ponerse bajo las órdenes del General Francisco Ávalos y su división, a regañadientes aceptó; al término de la batalla, el General Ávalos en su Parte Oficial de Guerra informa que el Capitán Juan Bautista Lagarde Gassión cayó en actos indignos de un militar al desacatar órdenes, mostrar cobardía y desertar en plena batalla dejando tirados a sus compañeros. El General Francisco Ávalos no se anduvo por las ramas y le solicitó al General Santa Anna se le abriera una causa militar al Capitán Lagarde.
Por su parte, Santa Anna ya completamente harto de la conducta de Lagarde lo manda llamar y en su presencia le ordena al General Ávalos le abra un expediente militar bajo los cargos de indisciplina, cobardía y deserción en batalla, para que un jurado militar determinara su situación y en caso de resultar culpable, se le degradara y se le fusilara públicamente; al oir esto, Lagarde sintió que se le caían los calzones, su protector lo estaba dejando a su suerte; acto seguido, Santa Anna dio por terminado el encuentro ordenando el arresto y encarcelamiento del Capitán Lagarde.
Enseguida, Santa Anna llamó al General José Joaquín de Herrera, a quien le dio la instrucción precisa de manipular el juicio militar de Lagarde para que no fuera fusilado, pero con la intención de que se llevara el susto y la lección de su vida. Así fue, Lagarde aprendió muy bien la lección que le había dado Santa Anna; el Capitán Juan Lagarde nunca durante su vida supo de que todo había sido un montaje de Santa Anna para meterlo en cintura.
Como si fuera un premio, lo hacen Jefe de la Policía
Después de la tremenda lección recibida, Juan Lagarde supo que había corrido con mucha suerte y que la milicia, la disciplina y las armas no eran cosa de juego ni de tomarse a la ligera; para entonces el Presidente Don Manuel de la Peña y Peña estaba teniendo dificultades con la Policía de la Ciudad de México, el Gobernador de la ciudad, Miguel María de Azcárate no deseaba hacerse cargo de la policía de la Capital, alegando que él solo se encargaría de la parte administrativa, lo que se convertiría en un grave error político de Azcárate
Entonces, por instrucciones de Santa Anna, el Presidente De la Peña designa al Capitán Juan Bautista Lagarde Gassión como nuevo Jefe de la Policía de la Ciudad de México el 1 de febrero de 1848, un hecho significativo, pues ante la negativa del Gobernador Azcárate, el Gobierno Federal asumió el mando de la Policía de la Capital, dándole un giro inesperado que con Lagarde al frente, se convertiría en una temible y temida corporación, no para combatir al crimen, sino para combatir a los enemigos políticos del gobierno.
Lagarde organiza una policía política que no existía
La designación de Juan Lagarde al frente de la Policía de la Ciudad de México no fue obra de la casualidad, fue una maniobra política muy bien planeada que se comenzó a gestar cuando el Regente de la Ciudad de México, Miguel María de Azcárate declinó que su gobierno se hiciera cargo de la corporación, un grave error político, pues un gobernante que no tiene control sobre sus cuerpos de seguridad es un cero a la izquierda, que se convierte en presa fácil de sus enemigos políticos….y también de sus amigos, por lo que su carrera política será de corta duración y terminará siendo un fracaso.
El nombramiento de Lagarde no fue casual, pues durante todos los años que anduvo al lado de Santa Anna, éste lo utilizaba para casos muy especiales y específicos; misiones que requerían un alto nivel de confidencialidad que solo conocían Santa Anna y Lagarde; misiones como seguimiento y espionaje de personas, establecer contactos confidenciales, sabotajes e incluso, eventualmente desaparecer a alguien por determinados motivos. Con todos esos años de experiencia con Santa Anna, a Lagarde no le resultó difícil estructurar el cuerpo policíaco que le habían confiado; poco a poco fue sentando las bases de una verdadera y temida policía política mexicana, al servicio del régimen y del presidente en turno.
Dividió y modernizó a la corporación en tres secciones, la Primera Sección era la Administrativa; la Segunda Sección era la Operativa, es decir, la policía uniformada, encargada de lo relativo al orden público, de las faltas administrativas y al bando de policía y buen gobierno y la Tercera Sección, era la de Inteligencia, referente a la policía secreta o policía política, misma que se movía entre sombras, con suma discreción y bajo un total hermetismo.
El imperio del terror, surge la leyenda de “Barba Rubia”
El gobierno de Santa Anna fue un verdadero carnaval, Su Alteza Serenísima, como le gustaba que se le llamara era un tipo sumamente veleidoso, inconstante y cambiante; su gobierno inició en 1833 y finalizó en 1855, en ese lapso de 22 años, el señor se ausentó y retomó el poder en once ocasiones por diferentes y diversos motivos, siempre dejando a un títere en su lugar mientras regresaba; debido a eso, el Capitán Juan Lagarde tenía las órdenes precisas de que solo recibiría instrucciones de Santa Anna y/o de quien él hubiese designado en su lugar; así mismo solo a ellos debía presentar sus informes. Lagarde ahora sabía que se estaba moviendo en arenas movedizas, en el mundo de la intriga y el espionaje, donde una traición, una indiscreción y hasta un simple malentendido se pagan con la vida.
Juan Lagarde estaba que ni mandado a hacer para realizar este tipo de tareas, tenía el perfil ideal, al igual que el personal a su cargo, todos de su absoluta confianza; pronto se comenzaron a ver los resultados de la labor de Lagarde y su policía política: ya para entonces, las potencias como Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Francia, España y Rusia y varios países más de menor importancia tenían una red de espías operando en México y por supuesto, todos esos espías tenían una red de informantes mexicanos, casi todos ellos funcionarios de los gobiernos federal y estatales, algunos eran enemigos del régimen y otros más pertenecientes al bajo mundo, que a cambio de dinero entregaban información.
Así estrenó Lagarde a su policía política, haciéndola sentir entre la red de espías que operaban en México; comenzaron por vigilar a las embajadas de estos países, sabían que los extranjeros radicados en México muy rara vez o casi nunca visitaban la embajada de su país, entonces identificaron a todos esos extranjeros que cotidianamente entraban y salían de sus embajadas, así supieron que esos eran los espías yendo a recibir instrucciones o a dejar información; después identificaron los domicilios de todos y cada uno de ellos; luego, a base de vigilancia y seguimiento dieron con sus informantes y sus contactos, de esa manera crearon un expediente de cada uno de los esoías, su nacionalidad, su domicilio y sus informantes.
Ya con los expedientes y con la información completa de cada espía que operaba en México, el Capitán Juan Lagarde y su gente comenzaron con la cacería de espías e informantes, así es que las detenciones, torturas y desapariciones estuvieron a la orden del día; en el espionaje las desapariciones y ejecuciones son cosa común y frecuente, ni sus gobiernos ni sus embajadas van a presentar reclamo alguno por su desaparición y/o muerte, debido a que sería tanto como reconocer que esa persona espiaba contra México para beneficio de su país, simplemente dejan pasar el hecho.
De esa manera, los diferentes países y embajadas comenzaron a perder gente que aparecía muerta o que ya no aparecía y llegaron a la conclusión de que el Estado Mexicano estaba operando ya una policía política que estaba identificando las labores de espionaje y actuando en consecuencia; en el caso de los informantes mexicanos, la gente de Lagarde los torturaba y les sacaba confesiones e información para luego ser encarcelados. De esta manera el mundo se enteró de que México tenía una policía política dirigida por el temible e implacable Capitán Juan Lagarde, quien comenzó a labrar su leyenda de terror bajo el apodo de “Barba Rubia”.
Terror para todos, también los políticos
Lagarde estrenó a su “selecto” grupo de policías haciendo sentir su presencia en el mundo del espionaje y ante gobiernos extranjeros; eso fue, digamos que para que “le fueran midiendo el agua a los camotes” en cuanto a su injerencia en México y también para que su grupo policiaco quedara bien aceitado, afinado y calibrado, porque su tarea principal, el motivo por el cual fue creado, era para investigar y actuar contra los opositores al régimen, los grupos subversivos y los grupos anarquistas.
Como Jefe de la Policía de la Ciudad de México y como Jefe de la Policía Secreta, Juan Lagarde acumuló un enorme poder político, pues conocía a todos los políticos, por lo que todos le temían; esto le generó a Lagarde muchas amistades, pero también muchos enemigos, como el periodista y escritor duranguense Francisco Zarco entre muchos otros; con tanto poder político, Lagarde comenzó a desvirtuar sus funciones y comenzaron los abusos y tropelías de él y su gente, no solo en la Ciudad de México, sino que operaba impunemente en los Estados vecinos o en cualquier parte del país a donde se le ordenara, por supuesto que los diferentes gobernadores se quejaron pero Lagarde les aplicaba la del régimen actual: le presentaba al gobernador quejoso su expediente y con eso los ponía en paz.
Bajo la dirección de Juan Lagarde, la Policía Secreta o Policía Política, como se le quiera llamar, encarceló y/o desapareció a centenares de enemigos del régimen, sembrando el terror entre los políticos de la época y la población en general, pues Lagarde agarraba parejo, con solo saber o sospechar que una persona era anemigo del régimen, o era comunista o anarquista, iban por ellos y si bien les iba, quedaban encarcelados, pues cientos de ellos desaparecieron; entre los casos más sonados de los abusos de Lagatde destacan los siguientes:
Al primero que le echó guante fue al General Francisco Ávalos, aquel que le levantó cargos por cobardía militar, abandono de compañeros en batalla y deserción; desde luego esto era una venganza personal, pues el General Ávalos fue sacado de su casa a golpes, su casa saqueada y encarcelado; este abuso provocó la intervención del Secretario de Guerra y Marina, General José María Tornel y Mendivil, quien al frente de un regimiento se presentó en las oficinas de la Policía para exigir la liberación del General Ávalos y después de abofetear a Lagarde le advirtió que si volvía a atacar al Ejército sería lo último que hiciera.
En 1853, hubo un breve interinato en la Presidencia de la República ocupado por Juan Bautista Ceballos, quien disolvió las dos Cámaras Legislativas enviando a Juan Lagarde y su grupo a arrestar a los Diputados y Senadores disidentes que habían puesto una demanda en contra del Presidente de la República; en ese incidente fueron golpeados, detenidos y encarcelados un nutrido grupo de legisladores, entre ellos Francisco de Olaguibel, José María Lacunza y José María Lafragua. Esta “heróica” acción le valió a Lagarde ser ascendido a Teniente Coronel.
Ese mismo año, el temible “Barba Rubia” es detenido, golpeado y encarcelado el escritor y periodista duranguense Francisco Zarco por publicar consignas contra Santa Anna, su periódico “Siglo Diez y Nueve” fue saqueado y cerrado por el temible y abusón comandante. Esta “honorable” acción le valió a Lagarde el ascenso a Coronel.
En 1858, Lagarde allana las casas de los hermanos Luis, Pascual, Dolores e Ignacio Picazo, arrestando a todas sus familias, quienes fueron a parar a la cárcel con todo y esposas e hijos, bajo la acusación de ser “Juaristas”.
También en 1858, el Presidente Félix Zuloaga envía a Lagarde a allanar la Cámara de Diputados y el Ayuntamiento de la Ciudad de México con la orden de detener y encarcelar al Licenciado y General Vicente Riva Palacio, Secretario del Ayuntamiento de la Ciudad de México, por motivos de su filiación liberal y apoyar a Benito Juárez; Lagarde lo envió a la Prisión de Tlatelolco
El 16 de noviembre de 1860 el Presidente, General Miguel Miramón y Tarelo envía a Lagarde y su grupo con la orden de asaltar la Embajada Británica en México para robarse 600 mil pesos, propiedad de ciudadanos ingleses radicados en México que enviaban remesas a sus familias; al no encontrar el dinero ahí, causaron destrozos, dirigiéndose a la casa del Cónsul donde se guardaba el dinero, saqueando la casa y robándose el dinero, mismo que le fue llevado a Miramón. Miramón ascendió a Lagarde a General Brigadier.
Es trabajo sucio, pero alguien lo tiene que hacer; sentó las bases
La tarea encomendada a Juan Lagarde era atroz, perseguir enemigos del presidente en turno y por más atroz y sucia que haya sido, Lagarde la desempeñó de la mejor manera, entregó excelentes resultados a sus jefes y en el ámbito donde se desempeñó, lo hizo de manera más que satisfactoria, al grado de que sus acciones, por más deleznables que pudieran haber sido, le valieron ascender hasta General Brigadier.
A pesar de su origen netamente francés, Lagarde se rehusó de manera rotunda y tajante a apoyar la Segunda Intervención Francesa y al Segundo Imperio Mexicano de Maximiliano de Habsburgo, mucho menos a perticipar en el conflicto.
Al restablecer Benito Juárez la República, disolvió la Policía Secreta y Juan Lagarde desapareció por completo de la escena política mexicana. En 1864 solicitó a la Secretaría de Guerra y Marina su retiro del Ejército para atender su salud. Finalmente el 30 de junio de 1869, el General Brigadier Juan Bautista Lagarde Gassión fallece a consecuencia de males cardíacos, tenía 47 años. Curiosamente el único periódico que informó sobre su muerte fue “El Siglo Diez y Nueve” de Francisco Zarco, finaizando su nota con un “Séale leve la tierra”, que equivale a un “Descanse en Paz”.
Juan Bautista Lagarde sentó las bases de la policía política en México, Benito Juárez la disolvió, pero Porfirio Díaz la retomó sobre las bases, métodos y formas de trabajar que dejó Lagarde y por supuesto los sucesores mejoraron, modernizaron y tecnificaron los métodos a través de los años. También ha tenido diferentes nombres, pero su función es la misma, detectar enemigos del gobierno. Por ahí han pasado personajes tan lúgubres y siniestros como el General Félix Díaz, José Vasconcelos, el Capitán Fernando Gutiérrez Barrios, el Capitán Luis de la Barreda, Javier García Paniagua, el Teniente Coronel Miguel Nazar Haro, el Licenciado José Antonio Zorrilla Pérez, el Capitán Jesús Miyazawa y el Ingeniero Genaro García Luna.
De la familia de Juan Lagarde han destacado Carlos Delucio Lagarde como luchador profesional bajo el nombre de “Karloff Lagarde” y sus hijos “Karloff Lagarde Jr.”, “Ángel Negro”, y “Coco Rojo”, este último un payaso luchador.
Referencias Bibliográficas:
+ researchgate.net
+ sedena.gob.mx
+ relatos e historias.mx
+ cdigital.dgb.uanl.mx
+ alternativehistoryfandom.com
+ memoricamexico.gob.mx