Con frecuencia enfrentar la contracorriente tiene el mismo desenlace: el temerario nadador es arrastrado por la fuerza contra la que luchó hasta quedar exhausto, sucumbiendo al esfuerzo. Algo semejante sucede con los partidos políticos en Chihuahua. La percepción de la ciudadanía es que son lo mismo, independientemente de su ideario y de su doctrina, en caso de que la tengan. Esta valoración oculta a primera vista algo decisivo: los partidos políticos, sin importar si pertenecen a una u otra opción ideológica, son lo mismo. La uniformidad en la valoración guarda otras apreciaciones: en la práctica no hay distinción entre los partidos; las dirigencias están más interesadas en lo suyo que en sus simpatizantes; los ciudadanos los consideran igualitos porque una vez en el ejercicio del poder se comportan de la misma manera. A penas hay excepciones a esta observación. Para el ciudadano, todos los partidos políticos son un mismo partido político, integrado por los que han decidido utilizar el servicio público para beneficiarse en lo personal y olvidar inmediatamente a los ciudadanos que votaron por ellos. En la actualidad, los partidos se representan a sí mismos.
Las dirigencias suelen soslayar esta crisis apelando al rechazo de los ciudadanos a la política. No es cierto. El rechazo no es a la política, sino a estos partidos que hacen esta política. Ni estos partidos agotan la posibilidad de que un nuevo partido se comporte de otra manera, sirviendo efectivamente a la ciudadanía, ni impiden que se entienda de otra manera el ejercicio de la política. Sin embargo, se empeñan en secuestrar tanto nuevas opciones como otros modos de hacer política. Los partidos políticos están solos. Convencidos de que salvarán la contracorriente, siguen braceando inútilmente. Una excepción asoma en Chihuahua, Morena. El partido de López Obrador todavía despierta ilusión en los chihuahuenses, pero con un reparo. La esperanza no la genera el partido sino Andrés Manuel. Morena vincula su suerte a la del presidente. Su éxito en 2021será exactamente proporcional a la popularidad que goce entonces su líder. A dos años de distancia, resulta difícil pronosticar el grado de aceptación de Morena en el momento de las elecciones. La imposibilidad de disociar Morena de López Obrador exhibe su principal debilidad: no es opción plural y democrática sino sometida a las necesidades y urgencias de su dirigente.
El escenario, con todo, no es tan desalentador como pudiera parecer. El desprestigio de los partidos y de sus candidatos no implica que lo sufran otras opciones. A pesar de las dificultades, los candidatos independientes podrían ser una alternativa particularmente competitiva. Esta opción sería favorable para quienes como independientes ya demostraron su capacidad y solvencia para ejercer cargos públicos. En este contexto, el independiente se reviste de un atractivo que no adorna a los candidatos de los partidos. El ciudadano lo percibe como uno de los suyos y, por tanto, alguien digno de recibir su confianza, en el supuesto de que si ambiciona el puesto es por un deseo de servir. En esta tesitura, los independientes tienen mayor responsabilidad, puesto que el apoyo lo reciben directamente de los ciudadanos y no de los incondicionales del partido. Pero también se vuelven más vulnerables pues el rechazo de los ciudadanos no está amortiguado por el soporte partidista. Así las cosas, se antoja que su compromiso con los votantes es más franco y noble para lo bueno y lo malo. Chihuahua acostumbra a innovar en materia política. Ante el panorama desolador del Estado de Chihuahua, quizás es hora de que se consideren otras posibilidades democráticas.