¿Hay oposición?

Ser una oposición implica el compromiso de asumir una condición de crítica, pero acompañada de una propuesta que ubique una solución al problema que se está señalando.

Hoy en día, desde el tsunami electoral que ha representado la elección del 2018 y la oleada de 2019, muestran una oposición a nivel nacional muy desarticulada, inmersa es una probable descomposición en lo interno, debido a la lucha por el control de lo que puede quedar en cada partido político.

No podemos olvidar que el PRI es un partido que nace del poder, por lo tanto asumirse como oposición le resulta por demás complicado; por ello, la búsqueda de estar cerca de la figura presidencial tiene, en mi opinión, dos razones: la histórica, de ser un partido acostumbrado a ello, y la del cálculo político de intereses; está última bajo la conciencia clara de saber lo que implica tener el poder presidencial y las consecuencias que tiene enfrentarlo.

El PAN se ha convertido en la oposición por excelencia en este momento, su origen está en la estrategia de enfrentamiento al poder; nacen y crecen como oposición al sistema y hoy se acomodan, de nueva cuenta, en esa posición sin perder de vista que ya ejercen el Gobierno en varias entidades federativas y eso también les ha producido un desgaste, porque han resultado malos en la tarea de gobernar.

Movimiento ciudadano, me parece que es un partido emergente, con claridad de propósito en la estrategia de crítica al Gobierno Federal, pero con mediano eco en sus planteamientos; los demás partidos, asumirán lo que han hecho tradicionalmente, acomodarse donde mejor les vaya en el reparto de prerrogativas.

Así las cosas, tenemos una oposición atomizada, en momentos me parece que agonizante; no hay un planteamiento serio, a casi un año de la elección presidencial, que permita ubicar el discurso, la filosofía y la ruta que convierta, a la oposición, en una opción de gobierno.

Será, ¿Crisis de partidos?; ¿Crisis de liderazgos?; ¿temor a enfrentar el Gobierno federal?; me parece que se junta un poco de todo; la prensa se queja, los empresarios se expresan a medias o en privado; las organizaciones de la sociedad civil un tanto desactivadas por la falta de apoyo financiero federal; las redes sociales reflejan un eco de lo que la sociedad expresa; pero por otra parte, tenemos un Gobierno de la República creando una base social, soportada en los programas de reparto indiscriminado de dinero público; aunado al discurso permanente de enfrentamiento y división social.

En los últimos meses hemos visto la caída del estimado de crecimiento económico del país; la pérdida del empleo, según los datos del IMSS; la crisis en salud, los señalamientos de corrupción sin un seguimiento preciso, la democracia participativa que se reduce a los eventos del Presidente; la desaparición del INADEM; la desaparición del INIFED; el problema de las estancias infantiles; una serie de instituciones y programas que se han eliminado, pero que han servido para que el dinero se entregue como bolo en bautizo, incluso a otros países.

La intención del Presidente Andrés Manuel Lopez Obrador, de ir a la boleta electoral, más que garantizar un derecho al ciudadano, se convierte en una acción deliberada para hacer campaña en favor de su partido; por lo que, si queremos que exista una real y verdadera oposición, con idea y propuestas claras, se debe construir a partir de dejar filias y fobias; pretensiones personales y aspiraciones legítimas si se quiere hacer un frente al Gobierno de la República; o bien, transitar en la comodidad de convertirse en un partido satélite, bajo la orden y mando del titular de ejecutivo federal.

Más que una queja recurrente de los partidos en la oposición, se debe hacer un planteamiento que genere una ruta o alternativa disruptiva, que modifique el status que que vivimos actualmente.