Bolivia: cambio o continuidad

Cd. de México (20 octubre 2019).- Los bolivianos deciden hoy entre un cuarto mandato de Evo Morales o la posibilidad de un cambio.

En medio de diversos escándalos de corrupción que le han ido restando votos, Morales, aquel que ganó simpatía internacional en 2005 por convertirse en el primer Presidente indígena de Bolivia, se disputa las urnas con el ex Mandatario Carlos Mesa (2003-2005), quien le sigue en las encuestas.

En noviembre de 2017, el actual líder boliviano consiguió que el Tribunal Constitucional del país aprobara la posibilidad de una tercera postulación para las presidenciales de 2019, lo que revocó el referendo de febrero de 2016, en el que un 51.3 por ciento de los bolivianos dijo no a un cuarto mandato presidencial.

Así, desde ese momento, y aunado a que, de acuerdo con expertos, en sus casi 14 años de Gobierno se ha hecho del control absoluto de todos los órganos del Estado, la legitimidad de este proceso electoral ya está en duda.

"En una elección transparente y limpia es muy difícil que (Evo) gane, por eso existe el temor justificado de que se manipulen los resultados, porque tiene la posibilidad fáctica de hacerlo", señaló a REFORMA Waldo Albarracín, rector de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) de La Paz, y miembro del Comité Nacional de Defensa de la Democracia (CONADE).

"Se habla incluso ya de un fraude electoral antes de las elecciones (de hoy) por el control absoluto que ejerce del Tribunal Supremo Electoral".

El descontento contra el Presidente, no obstante, ha generado "una gran consciencia ciudadana", traducido en concentraciones masivas en las últimas semanas, llamadas cabildos, en repudio de la reelección de Morales.

"(La gente) que acude a estos cabildos es, obviamente, la mayoría que vota, entonces la pregunta es, dónde está la gente que respalda a Morales", enfatizó Albarracín, también Defensor del Pueblo de Bolivia durante 2003 a 2008.

Las encuestas posicionan como favorito al Mandatario, de 59 años y quien va con el Movimiento al Socialismo (MAS), con más del 30 por ciento de las preferencias, mientras que en segunda posición se encuentra Mesa, de 66 años y quien va con la alianza Comunidad Ciudadana, con alrededor del 27 por ciento.

Ante ello, los analistas auguran que ninguno de los dos lograría el 50 por ciento de los votos o la ventaja de 10 puntos sobre el otro que se necesita para ganar en una primera vuelta.

"Existe una alta probabilidad de que hoy se defina que vamos a tener que ir a una segunda vuelta (que sería el 15 de diciembre), con un margen estrecho entre los dos primeros candidatos", vaticina Roger Cortez Hurtado, docente emérito de la UMSA en Comunicación Social, Ciencias Políticas y Economía.

Proveniente de una familia humilde de campesinos aymarás, pastor de llamas, sindicalista y líder cocalero, Morales gozó de una alta popularidad al llegar al poder, el 22 de enero de 2006, tras obtener el 54 por ciento de los votos en las elecciones de 2005, cuando, tras diversas movilizaciones, logró desbancar a Mesa.

"Evo Morales es una figura que ha ido distorsionándose con el tiempo. Él llegó con buena legitimidad ciudadana porque recogió en 2005 el descontento de la clase política tradicional que ya había cumplido un ciclo de desprestigio y de corrupción", apuntó Albarracín.

"El problema fue posterior, de que ya en el poder, no sólo él, si no toda la gente de su alrededor se envilecieron, se embriagaron en el poder".

Y aunque durante los primeros años de su Gobierno cumplió gran parte de sus compromisos de campaña, como en el reconocimiento de los derechos de los indígenas y sus tierras, todo pareció esfumarse con el tiempo.

En agosto de 2017, por ejemplo, promulgó la Ley 266, con la que fue eliminada la norma que protegía a territorios indígenas contra grandes proyectos, como la construcción de carreteras o la explotación de sus recursos naturales.

"El Gobierno que nació bajo una identidad y ser indígena es ahora el peor enemigo de los indígenas", destacó Cortez.

"Ha empezado a reprimirlos, a inhibir sus organizaciones, a duplicarlas, a negarles espacio, a quitarles sus territorios".

Además, "Evo", como le gusta que lo llamen, también ha sido criticado por el derroche de recursos públicos en "lujos innecesarios", como la construcción de la nueva sede de Gobierno, un edificio de 28 pisos que costó alrededor de 36 millones de dólares y que rompe con la arquitectura colonial del Centro Histórico de la capital, o el Museo de "Revolución Democrática y Cultura" que inauguró en su honor en 2007 y que costó unos 7 millones de dólares.

"Es un Gobierno que ha gastado mucho dinero en homenajear al dirigente, en hacerle pirámides, Evo es un faraón que tiene más que su palacio", criticó Cortez.

Aunque se ha dicho que su Gobierno ha sido el más próspero de Bolivia, los expertos señalan que tuvo una suerte con la subida de los precios de los hidrocarburos en 2010, cuestión que, sostienen, no supo aprovechar, y que aunque ha habido inversiones, los especialistas consideran que no han sido las más adecuadas para un crecimiento de la economía del país.

"La cosa es cómo crece Bolivia, y crece gracias a inversiones estatales que terminan no dando réditos; las fábricas de plástico son el próximo paso, fábricas de azúcar que no funcionan, y de las 39 empresas estatales creadas donde se invierte y eso da dinamismo al PIB no hay ninguna que haya transformado la economía boliviana, entonces no es un buen pronostico dentro de esas características que tiene", manifestó Cortez.

Estefania Escobar

Reforma