El cine me hizo soñar que siempre que la noche es más obscura y peligrosa, podemos encontrar luz y salir triunfante. En mis años como educador me he dado cuenta de que el ser humano aprende a ser persona de tres maneras: por medio de un maestro o guía, observando las equivocaciones de los demás, y claro la más dolorosa, por medio del propio sufrimiento. En esas últimas semanas todos hemos aprendido mucho sobre la importancia del amor, la misericordia y la fe.
Y de nuevo la realidad ha superado la ficción. Por mi parte estoy seguro de que Dios nos ha dado la capacidad a todos de aprender de lo malo y que cuando nos sentamos a reflexionar sobre la propia vida y la de los demás, podemos ser un poco más humanos. En estos momentos de dificultad he aprendido que la necesidad en el mundo es grande y que no podemos cerrar los ojos ante el sufrimiento, que el egoísmo imaginario de la sociedad termina cuando tomo conciencia que de mí depende la vida del otro. Que cuando al adulto mayor lo tenía abandonado ahora tengo el deseo de verlo y no puedo. Que cuando pensaba que no necesitaba del joven por ser mayor, hoy le necesito para sobrevivir. Que la naturaleza protege a los niños y aquí el mensaje fue claro. Que los enemigos ya no son los hombres o las mujeres, sino algo tan pequeño casi invisible y que ha generado pánico, derrumbado naciones y terminado con nuestros esquemas mentales. Aprendí que es más importante el ser humano que el dinero y que solamente juntos podemos salir adelante. Tomamos conciencia de los superhéroes verdaderos, cada doctor, enfermera, intendente, ayudante, agricultor tiene más poder que Superman o cualquier otro héroe de ficción. Que mi voto es importante para escoger al más capacitado en el gobierno, y que si soy político más me vale que tenga una buena preparación, social, profesional y humana. Que si soy guía de personas nada soy si no los tengo. Que las oficinas, los trabajos, los templos, las iglesias, las escuelas, los parques, los cines, etc. No son nada sin lo más valioso, la vida humana. Que estos cuarenta días han sido un momento para recordar y hablar con viejos amigos, para sonreír en familia. Y darnos el tiempo a nosotros mismos, a nuestras familias y despertar nuestra creatividad para sobrevivir.
Definitivamente el mundo no será el mismo. Nos faltarán algunos a quienes tendremos en nuestro corazón. Habremos aprendido amar y a valorarnos como personas. Para así poder reconstruir una sociedad que ame, respete y cuide a los demás, en pocas palabras una realmente fraterna.