Unificando lo inconmensurable

Un millón de personas han muerto alrededor del mundo a causa del coronavirus, pareciera una cifra insignificante en contraste con los más de 7,700 millones que habitamos el planeta, pero no es así. A nueve meses del inicio de este extraño capítulo lleno de altibajos en la historia humana, la forma en que coexistimos ha cambiado radicalmente; lo que en un principio parecía una exageración, ahora forma parte de nuestro diario hacer, el uso de cubrebocas, aceptado a regañadientes, al igual que el distanciamiento social que ha afectado a más de uno en formas que jamás creímos que sería posible, se han convertido en el mejor, si no es que en el único, método de prevención de contagios en ausencia de una vacuna efectiva. La socarronería con que muchos nos comportamos al inicio del confinamiento ha cobrado factura de la única forma en que pudo ser: la muerte de seres queridos, conocidos, en fin, en una tragedia que ni el más erudito de los visionarios hubiera podido dimensionar aquel 11 de enero en que se tuvo conocimiento de la primera muerte a causa del ya conocido virus en su país de origen.

Los estados de alarma no se hicieron esperar ante la primera ola de contagios que arrasó con miles de personas en el viejo continente y que pronto migraría a Estados Unidos, mismo que hoy en día ocupa el primer lugar en las estadísticas con 7 millones 115 mil 338 casos confirmados según datos de la Universidad Johns Hopkins. Para entonces, las alarmantes cifras entre el mes de marzo y mayo parecían ser una réplica de la pandemia ocurrida de 1918 a 1920, en la que aproximadamente 50 millones de personas murieron alrededor del mundo; afortunadamente no se llegó a ese extremo. Pronto los sistemas sanitarios se vieron saturados, enfrentando carencias que se evidenciaron en los hospitales de todo el mundo; la transparencia en las cifras que los gobiernos informaban a la ciudadanía era cada vez más cuestionable, pues si bien, hoy se ha hecho registro de un millón de decesos, habría que extender esa cantidad en relación con las miles de muertes que tuvieron lugar en hogares, asilos, y demás sitios ajenos de los registros de instituciones de salud pública o privada.

El mundo cambió por completo la forma de verse a sí mismo, el ámbito político, económico y educativo fueron modificados drásticamente de la mano de la digitalización, convirtiéndose en la única herramienta capaz de mantener a flote gran parte de lo que aún somos como humanidad, pues bastó aproximadamente mes y medio para darnos cuenta que el mundo no puede paralizarse de un momento a otro sin tener por seguro que pereceremos a causa de la inmovilidad prolongada.

La carrera por crear una vacuna que ayude a combatir y erradicar la pandemia se ve cada vez más cerca de alcanzar la recta final. AstraZeneca se ha posicionado como la primera farmacéutica en presentar avances prometedores en el desarrollo de una vacuna eficiente dentro de las 180 que se están desarrollando alrededor del mundo, por lo tanto, se prevé que a finales del año se encuentre lista para su distribución. Comprendiendo el carácter imperativo de la colaboración internacional, AstraZeneca y la Universidad de Oxford se han vinculado con varias organizaciones tales como Fundación Carlos Slim, la cual se ha comprometido a garantizar el acceso a la vacuna en México y América Latina.

Ante la posibilidad de una segunda ola de contagios el temor aumenta debido al inicio de la época más fría del año en el hemisferio norte, dando paso a la temporada de gripe que podría agravar el número de fallecidos en poblaciones de mayor edad, aunado a las medidas de desescalada cada vez menos restrictivas. Michael Head, investigador sénior en Salud Global de la Universidad de Southampton, Inglaterra, afirma que durante esta época habrá una gran propagación de casos al igual que un aumento en las hospitalizaciones y grandes cargas en los servicios de salud. Tan solo en la primera semana de septiembre los grupos poblacionales más afectados en Europa han sido individuos entre 25 y 49 años, así como el sector de 50 a 79 años considerado como grupo de riesgo según Hans Kluge director para Europa de la Organización Mundial de la Salud.

Ahora bien que las cartas se han puesto sobre la mesa nuevamente y que la seriedad que nos embarga desde que este virus apareció entre nosotros vuelve a instaurarse al igual que en un inicio, como mexicanos debemos voltear nuestra atenta mirada hacia donde están ocurriendo los hechos ahora mismo, anticipándonos a lo que podría ocurrir en nuestro territorio en cuestión de semanas, dejando de lado la idea errónea de que la inmensidad del mar esta vez nos mantendrá a salvo de una catástrofe o peor aún, que corremos con una mejor suerte en esta situación que ha demostrado no discriminar en lo absoluto.

Es preciso que en este momento no restemos importancia a lo que ocurre al otro lado del mundo como hicimos al inicio del confinamiento, anteponiendo la responsabilidad como miembros de una sociedad que debe ser procurada por cada uno en pos de la construcción de un futuro próspero donde no tenga cabida el retroceso. Ahora que somos más conscientes del riesgo que implica asistir a lugares concurridos, no usar cubrebocas e incluso no mantener las medidas de higiene pertinentes, afrontemos con mayor entereza y asertividad los próximos meses que serán determinantes para el destino de nuestra nación y del resto del mundo.

Campeche está en semáforo verde, lo cual puede provocarnos infinidad de sentimientos al respecto, procuremos que sea uno de completa responsabilidad y sigilo que guíe sabiamente nuestro actuar, puesto que no estamos al final del túnel, aún queda mucho por recorrer antes de poder celebrar a nuestras anchas tal como muchos ya lo han hecho como si no existiera pandemia alguna. Esperemos que el costo de tal ligereza no resulte muy alto…