Chihuahua es uno de los estados que más dinero aporta al país. Somos un estado trabajador y productivo. Pero a pesar de eso, seguimos recibiendo muy poco a cambio del Gobierno federal. Es frustrante ver cómo, mientras aquí faltan recursos para mejorar nuestras escuelas, hospitales, carreteras o incluso la seguridad, otros estados que no aportan tanto reciben más apoyo.
No es justo que los chihuahuenses pongamos tanto y recibamos tan poco. Hay comunidades enteras que viven con muchas carencias, y aun así, el dinero que generamos se va y no regresa.Resulta jurídicamente cuestionable y éticamente reprochable que, por cada peso que Chihuahua aporta, solo reciba en promedio 39 centavos, mientras que otras entidades, con menores niveles de contribución, reciben hasta el doble de lo que entregan, siendo ejemplos el estado de Chiapas, Guerrero y Oxaca.
Merecemos que el esfuerzo de nuestra gente sea reconocido y que ese dinero que sale de aquí regrese en forma de bienestar para las familias chihuahuenses. Porque hoy, lo que se vive es un abandono disfrazado de “distribución”. Esta disparidad no solo no respeta el pacto federal, sino que daña la confianza de las y los ciudadanos en la justicia distributiva que debería de establecerse en un Estado constitucional de derecho. La federación está obligada a garantizar condiciones mínimas de equilibrio entre entidades, especialmente cuando hablamos de servicios esenciales como salud, educación, infraestructura y seguridad.
Es momento de alzar la voz con firmeza y dignidad. Chihuahua no está pidiendo favores, está exigiendo justicia. Porque no se puede seguir ignorando la realidad de un estado que sostiene con trabajo gran parte de la economía nacional, pero que es tratado como si no importara. La desigualdad en el reparto de los recursos no solo retrasa nuestro desarrollo, también hiere la unidad del país. Si verdaderamente aspiramos a una nación equitativa y solidaria, el primer paso es reconocer y corregir este trato injusto. Chihuahua merece más.