
A lo largo de varias décadas, John Travolta se convirtió en uno de los rostros más reconocibles del cine popular. Pasó de ser símbolo juvenil de los musicales a trabajar en dramas intensos y películas de culto, sin abandonar del todo la comedia. Esa capacidad de adaptarse a registros distintos, sin perder su presencia, hace que su filmografía sea ideal para revisitarla y tenerla presente.
Sus personajes suelen tener una energía muy física, ya que bailan, se mueven con seguridad, ocupan el espacio, pero al mismo tiempo dejan entrever dudas o deseos de cambiar de vida. Esa combinación hace que incluso las historias más simples resulten atractivas para los televidentes.
En este recorrido te presentamos cinco películas con John Travolta que muestran distintos momentos de su carrera como por ejemplo el boom de los setenta, la consolidación en los ochenta y noventa, el regreso a los musicales y la etapa de reinvención en el cine de autor.
En Grease, Travolta interpreta a Danny Zuko, el líder carismático de una pandilla estudiantil que alterna entre la pose de chico duro y un costado romántico que intenta ocultar. La historia cuenta su relación con Sandy, un amor de verano que se encuentra de nuevo en el colegio y que pone a prueba la imagen que cada uno quiere sostener frente a los demás.
La película se apoya en números musicales coloridos y una estética que mezcla nostalgia y fantasía. Para Travolta fue una carta de presentación poderosa donde cada gesto y cada paso de baile contribuyeron a instalarlo como figura central del cine musical de la época, mientras su personaje refleja el miedo al rechazo y la presión por encajar.
Con Fiebre de sábado por la noche, Travolta dio un paso hacia un registro más dramático sin abandonar el baile como núcleo. Aquí encarna a Tony Manero, un joven de clase trabajadora que espera toda la semana para convertirse en el rey de la pista de un club de barrio. De lunes a viernes soporta un empleo monótono y conflictos en su casa; mientras que los sábados, la música disco lo transforma.
La película combina coreografías memorables con un retrato más áspero de la vida cotidiana. Tony es un personaje lleno de contradicciones, capaz de gestos egoístas y, al mismo tiempo, de mostrar una necesidad genuina de salir de su entorno. Travolta le da intensidad y humanidad, algo que se nota tanto en las escenas de baile como en los momentos en que el personaje queda solo, enfrentado a sus decisiones.
Este film es clave para entender la construcción del mito Travolta. No es solo el traje blanco ni las poses icónicas, sino la manera en que el actor usa el cuerpo para expresar frustración y deseo de cambio.
En Mira quién habla, Travolta cambia de registro y se instala en la comedia contemporánea. Interpreta a James, un taxista que se cruza con una madre soltera y termina involucrado en la crianza de su bebé, cuya voz interior escuchamos durante toda la película. El recurso de escuchar lo que el niño piensa genera situaciones cómicas, pero el corazón de la historia está en el vínculo que se construye entre los tres.
Dentro del universo de las películas familiares, este título se distingue por combinar escenas cotidianas con un toque de fantasía. Travolta aporta cercanía, una simpatía sencilla y una torpeza encantadora que contrasta con la preocupación constante de la protagonista. No es el galán distante, sino un hombre común que intenta hacer lo correcto mientras lidia con los problemas propios.
La película muestra otra cara del actor, más ligada a los gestos pequeños que a los grandes despliegues. Su James se gana el cariño del público por cómo acompaña y por la forma en que va aprendiendo a asumir responsabilidades que no estaban en sus planes.
Años más tarde, Travolta volvió al musical con Hairspray, adaptación de un espectáculo teatral. Su papel es el de Edna Turnblad, la madre de la protagonista, una mujer tímida, acomplejada por su cuerpo y acostumbrada a quedarse en segundo plano. El actor interpreta a Edna con un disfraz completo, maquillaje y traje acolchado, pero se preocupa por darle profundidad y ternura.
En Hairspray sueltate el pelo, la trama se sitúa en los años sesenta y gira alrededor de un programa de televisión donde adolescentes bailan frente a las cámaras. En paralelo se abordan temas como la discriminación racial, la inclusión y los estándares de belleza. Edna atraviesa su propia transformación, puesto que pasa de esconderse a animarse a salir a la calle, bailar y apoyar públicamente a su hija.
Travolta sorprende por la delicadeza con la que construye a este personaje. Sus movimientos y su forma de hablar transmiten inseguridad al principio y una confianza creciente a medida que avanza la historia.
La llegada de Pulp Fiction marcó un antes y un después en la carrera de Travolta. Bajo la dirección de Quentin Tarantino, se puso en la piel de Vincent Vega, un sicario que se mueve en un mundo de diálogos extensos, situaciones absurdas y violencia inesperada. Su baile con Mia Wallace en el restaurante se volvió una escena emblemática que dialoga con su pasado como estrella de musicales, pero en un contexto completamente nuevo.
Aquí, el actor deja de lado el brillo juvenil y se convierte en un hombre cansado, algo desalineado, con un humor seco y una forma particular de estar en pantalla. La película salta entre historias y deja que los personajes hablen de temas cotidianos mientras realizan tareas peligrosas. Travolta logra que Vincent sea recordado incluso cuando comparte escena con figuras muy fuertes.
Al mirar estas películas en conjunto se entiende mejor por qué John Travolta sigue siendo una figura muy presente en la cultura popular. En Grease y Fiebre de sábado por la noche construyó al ícono del chico que domina la pista de baile, capaz de expresar casi todo con el cuerpo. En Mira quién habla bajó a un terreno más cotidiano, cercano a quienes buscan reírse con historias de crianza, romance y segundas oportunidades, ideales para quienes disfrutan de películas familiares que mezclan humor y ternura.
Con Hairspray sueltate el pelo mostró disposición a reírse de sí mismo y, al mismo tiempo, a tomar en serio un relato sobre aceptación y cambios sociales. Y en Pulp Fiction probó que era capaz de reinventarse en un cine más oscuro y fragmentado, sin quedar atrapado en la nostalgia por sus trabajos de juventud.
Esa variedad hace que una maratón con estos títulos se sienta dinámica. Se puede pasar de los peinados perfectos y los autos brillantes de los años cincuenta a las noches densas de la música disco, luego a la cotidianeidad urbana de una comedia con bebés parlantes, seguir con el color y la energía de un musical sobre inclusión y terminar en un universo de criminales donde cada diálogo importa.