Desde que se anunció el viaje del Presidente López Obrador a Estados Unidos para los días 8 y 9 de julio originalmente; se dio un refuego coincidente de opiniones y pronunciamientos advirtiendo de los riesgos que implicaba y de la “improcedencia política” del mismo, aunada a lo inapropiado de aceptar la invitación formulada por el Presidente Norteamericano.
Inicialmente la reunión se planteó tripartita, con los dos presidentes y el 1er ministro de Canadá, pero por la autoexclusión de este último bajo razón o pretexto de la cuarentena de aislamiento a todo Canadiense que regrese a su país del extranjero, finalmente se acordó como bipartita entre ambos mandatarios.
La desconfianza y el recelo que se manifestó en las opiniones contrarias a la visita del Presidente López Obrador se entienden por los antecedentes inmediatos de expresiones despectivas incluso ofensivas del mandatario norteamericano y su falta de sentido diplomático –hay que decirlo- no solo en relación a México sino a todos los Países.
Por otro lado, a nivel ciudadano confluyen la irritación de la gente contra las actitudes que lindan el terreno del racismo y chovirismo con relación a los grupos de población no anglosajona de EU y a los grupos migratorios; con el sentimiento anti-yanqui producto de toda una historia de invasiones y despojo territorial y agresiones a México por el gobierno norteamericano desde la época independiente (siglo XIX) hasta el siglo XX.
Recordemos la expresión atribuida al notable periodista conservador Nemesio García Naranjo: “Pobre de México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”.
Ahora bien, objetivamente y con los altibajos de la relación entre gobiernos de ambos países, lo cierto es que en las décadas de la época contemporánea, la relación México-Estados Unidos ha ido evolucionando a un mejor y mayor reconocimiento de la interdependencia no solo económica y cultural sino de la integración de México-Estados Unidos y Canadá como un bloque comercial y de intereses comunes continentales en los nuevos escenarios de grandes bloques de países, inicialmente de carácter militar y después de carácter económico, político y cultural propias de un mundo crecientemente globalizado e interdependiente a la vez que competitivo.
Así surgió el Tratado de Libre Comercio (TLC) en 1994 como la base de la nueva y compleja relación económica de México, Estados Unidos y Canadá, que detono en un incremento notable de las 3 economías que ha significado un incremento sostenido de su desarrollo y prosperidad, a pesar de las disparidades entre ellas. Después de 26 años de este tratado, derivó por la renegociación trilateral reclamada por EU en su sustitución por un nuevo Tratado, el T-MEC (Tratado México, Estados Unidos, Canadá) que entró en vigor el pasado 1° de Julio de 2020.
La entrada en vigor del nuevo T-MEC, dio lugar para la invitación del Gobierno Estadounidense a sus similares de México y Canadá a reunirse en Washington DC. La reunión tripartita paso a ser solo bipartita por la no asistencia del mandatario Canadiense y así se celebró con una visita oficial del Presidente Mexicano a la capital estadounidense y la reunión correspondiente con el Presidente Trump, acompañados de sus respectivas comitivas que incluyeron representantes empresariales de ambos países.
Sobre esta visita concluida el día de hoy (julio 9) sobre cuyos preliminares y desarrollo informaron ampliamente los medios de comunicación, podríamos concluir algunos comentarios de valoración.
“….ciertamente en la historia de nuestras relaciones, hemos tenido desencuentros y hay agravios que todavía no se olvidan, pero también hemos podido establecer acuerdos de cooperación y de convivencia….”
O “….El haber conseguido este acuerdo (el T-MEC) significa un gran logro con beneficio de las tres naciones y de nuestros pueblos; es una gran opción para producir, generar empleos y fomentar el comercio sin necesidad de ir tan lejos de nuestros hogares…”
Y luego “….no olvidemos que la participación de los trabajadores en los procesos productivos es igual de importante que el papel de las empresas….”
Quizá el Presidente Mexicano exageró al decir que el Presidente Trump “siempre ha ayudado a México y ha sido respetuoso de nuestra soberanía.”
E incurrió en una expresión injerencista al decir en la guardia ante el monumento del Presidente A. Lincoln:
“ Lincoln fue un gran Presidente Republicano."
El riesgo de interpretación de injerencia en el proceso electoral interno de EU sematizó con declaraciones como la del CandidatoPresidencial Demócrata quien expresó entre otras cosas: "…. Necesitamos trabajar en sociedad con México.”
Un dato para destacar la importancia vital del T-MEC y su impacto es el que alrededor del 80% de las exportaciones de México son a Estados Unidos.
En fin, puede decirse que a fin de cuentas, el balance del primer viaje presidencial al exterior fue exitoso.
Llama la atención que la mayoría de los más destacados miembros de la Comentocracia nacional, fueron coincidentes al considerar el desarrollo de los eventos y declaraciones de los Presidentes como pertinentes y positivas.
Por otra parte, en el ambiente político nacional, se ha notado cierta disminución en la intensidad de las descalificaciones y motes despectivos, como los de Fifis y Chairos. Ahora para referirse a quienes simpatizan o se identifican con el gobierno actual y el Presidente, los denominan como AMLOVERS, un anglicismo suave e ingenioso, al cual podríacontraponerse como antónimo (aunque aún no lo he escuchado) otro anglicismo: AMREJECTERS.