umz0zf0Amaneció sin sol.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0El cielo olía a cables quemados y las nubes eran en realidad drones mimetizados que fingían una lluvia triste para no parecer lo que eran, espías con licencia diplomática.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0Mundo Guerra abrió los ojos en su cama de concreto. No soñaba desde 2014, el día que Crimea se fue de casa sin despedirse. Su techo estaba lleno de grietas, como si alguien hubiera tratado de trazar un mapa con explosiones. En su mesita de noche, un calendario vencido marcaba el año cero.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0Se levantó con lentitud. Tenía el cuerpo hecho de fronteras. Cada cicatriz era un tratado. Cada arruga, un armisticio roto.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0Ese día tenía una cita con viejos conocidos en el Despacho de la Desinteligencia, un edificio circular, sin ventanas, donde la luz venía de una bombilla intermitente y el eco repetía mentiras en catorce idiomas (inglés, español, chino mandarín, hindi, ruso, japonés, coreano, francés, italiano, alemán, turco, portugués, árabe y bengalí), con cinco segundos de retardo.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0Irán llegó puntual, envuelto en incienso, los dedos teñidos de petróleo y los ojos quemados de profecía; traía consigo un puñal que decía haber heredado de Ciro el Grande, aunque lo afilaba cada semana en una piedra para amolar hecha de resentimiento fresco.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0Israel entró poco tiempo después, impecable como siempre, enfundado en un traje de diseñador, cargando con un maletín lleno de drones y una Torah escrita con sangre. Su sombra medía más que su cuerpo. Mucho más. Saludó sin mirar, como quien sabe que será obedecido aunque no hable.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0—Otra vez ustedes —murmuró Mundo, sin sorpresa.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0—Otra vez, Mundo —contestaron al unísono.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0Mientras se disputaban el derecho a la última ofensa, llegaron los otros. Franklin Rex llegó tarde, pero consiguió que todos lo esperaran. Traía democracia en un portafolios y muerte en una cláusula. Saludó con la mano derecha mientras la izquierda apretaba el gatillo del mercado.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0Silko entró flotando, como quien nunca toca el suelo. Vestía de jade, olía a té… o a tiempo. No hablaba mucho, pero cuando lo hacía, las palabras caían como monedas antiguas. Traía un cuaderno sin títulos y una pluma sin tinta. Anotaba sin escribir.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0Zarova llegó detrás. Lleva un abrigo de piel sintética y una bufanda empapada en hastío; tenía el rostro surcado por la Guerra Fría y los ojos húmedos de nostalgia imperial. Arrastraba un abrigo de invierno que olía a óxido y nostalgia. Nadie la había invitado, pero ella ya había movido una silla antes de que alguien notara su presencia. Fumaba tabaco negro. Su aliento parecía salir de una trinchera de 1917.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0—¿Y ustedes? —preguntó Mundo.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0—Nosotros apostamos —dijo Silko.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0—Y bebemos mientras tanto —añadió Zarov.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0En otra sala, Gaza sangraba por la nariz, Ucrania lloraba con los dientes rotos, Taiwán se escondía detrás de un biombo y Yemen ni siquiera tenía silla.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0Allá, afuera del mundo, la ONU, como siempre, repartía folletos de colores: “¡La paz comienza contigo! Firma aquí”. Nadie firmaba. Nadie leía.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0Mundo Guerra apagó las luces con un mando a distancia.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0En la penumbra, su silueta se volvió más nítida, no era un hombre, era una época.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0—¿Cuál es el siguiente movimiento? —preguntó Israel.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0—El mismo de siempre —respondió Silko, sin levantar la mirada —Esperar a que ustedes se destruyan.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0—Yo no espero —dijo Zarov—. Yo acumulo.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0Irán bufó.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0—¿Y tú, Mundo?umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0—Yo sólo administro las ruinas —respondió.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0En ese instante, la puerta del fondo se abrió sin que nadie la tocara. Entró Diké.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0Vestía de blanco, pero su túnica estaba desgarrada.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0Sus ojos vendados estaban manchados de tierra.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0Sostenía una balanza rota, como quien carga un cadáver antiguo.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0—¿Sigues aquí? —preguntó Mundo, sin ironía.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0—A ratos —respondió ella—. Me invocan cuando necesitan coartada. Todos la miraron como si fuera un recuerdo. Nadie se levantó.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0—¿Qué vas a hacer ahora? —insistió Mundo.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0Diké lo pensó un instante. Su voz salió más vieja que la historia.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0—Quizá callar. Quizá irme. Quizá volver en mil años, cuando alguien recuerde cómo se llamaba el equilibrio.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0Rex sacó una calculadora de última generación.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0Zarov encendió otro cigarro.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0Silko cerró su cuaderno sin haber escrito una sola palabra.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0Irán revisó el filo de su puñal.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0Israel abrió su maletín.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0Mundo Guerra, sereno, se puso el saco.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0Tenía una cita con la historia; y, como siempre, llegaría puntual.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0Contácteme a través de mi correo electrónico o sígame en los medios que gentilmente me publican, en Facebook o también en mi blog: https://unareflexionpersonal.wordpress.com/umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0Luis Villegas Montes.umz0zf0 Omnia.com.mx
umz0zf0luvimo6608@gmail.com, luvimo6614@hotmail.comumz0zf0 Omnia.com.mx