
Estoy en estos momentos del otro lado del mundo en la graduación de la Maestría de mi hija, todavía no termina la ceremonia y yo ya me siento invadida de muchos sentimientos encontrados que se agolpan en mi pecho, mi corazón está agitado, mi mente revuelta y un poco confusa.
Es una mezcla de una felicidad enorme, un orgullo que no se como contenerlo y todo enredado de añoranza y unas gotas de tristeza. Cómo no sentirse feliz por tantos logros y orgullosa por saber que mi hija lo ha hecho sola, pero que siempre, siempre estuve ahí para acompañarla, para apoyarla y animarla, para hacerle ver lo maravillosa que es (aunque a ella le cueste aceptarlo); pero también siento añoranza y tristeza por una vida juntas que cada día se va diluyendo un poco, tantas experiencias vividas, cuantas risas, alegrías, tristezas, miedo, incertidumbre, sueños cumplidos y por cumplir, en fin, simplemente una VIDA.
Con cada paso que ella da, yo siento que doy un paso hacia atrás en la presencia en su vida, pero en realidad no es así. Claro que es un proceso difícil de asimilar, los hijos comienzan su vida formándose en nuestro cuerpo (son literalmente parte de ti), después envueltos en nuestros brazos, luego tomados fuertemente de nuestra mano y poco a poco van soltándose para correr y por último volar sin nuestra ayuda, fuertes, seguros …. o al menos eso es lo que yo quiero y espero.
Pero como todo lo que vivo, cada experiencia me lleva a muchas reflexiones y hoy, cambiando de una cosa a otra, me quiero quedar con esto: de lo que yo he logrado, poco o mucho, cosas sin importancia y algunas otras relevantes al menos para mi, nada lo he hecho sola y eso incluye la crianza de mis hijos; cada persona que se ha cruzado en mi vida, de alguna manera ha puesto una pequeña parte en este ser humano que soy el día de hoy, y así también, ha contribuido en bordar un pedazo del tejido de mi vida y este día comienzo a ver con claridad esa gran verdad.
Creo que hoy la emoción me gana y no alcanzo a descifrar del todo lo que siente mi corazón, pero se que tengo mucho que agradecerle a Dios, a la vida y a quienes me he topado en el camino a lo largo de 57 años. Siento que hoy se marca el fin de una era, una más, pero como cada etapa, seguramente esta también será maravillosa, tendrá sus retos y dificultades, eso sin duda, pero no estaré sola, nunca lo he estado y hoy me siento más acompañada que nunca, así que sólo quiero disfrutar y no pensar en nada más, a seguir viviendo, sonriendo, llorando, lo que toque, pero nunca parar de construir.
Velia Rojas Zambrano