
“Con agua y jabón, el lodo sale mejor”, dice Ángel, con un dejo de broma en la voz, pero con la certeza de quien lo ha hecho muchas veces. Mientras lanza un balde de agua sobre el piso de la mueblería donde trabaja —una bodega ubicada sobre la avenida Ignacio Zaragoza, entre la estación del Metro Acatitla y el puente de La Concordia—, el lodo se revuelve con los restos del desastre más reciente.
Las lluvias de este domingo provocaron inundaciones a apenas 500 metros de la zona donde hace cinco días ocurrió la explosión de una pipa de gas que se volcó, dejando hasta el momento a 14 personas fallecidas y 39 que continúan hospitalizadas. Hoy, lo que queda es otro tipo de desastre: agua sucia, mercancía perdida y cansancio acumulado.
—Lo malo es que esto ya no es un misterio. Siempre se nos inunda aquí, en la sección Santa Martha —explica Ángel—. Antes la delegación nos ayudaba, pero ahora nadie se hace responsable.
Las lluvias del domingo volvieron a sembrar el caos, especialmente en el oriente del Valle de México. En esta zona, el agua alcanzó hasta metro y medio de altura, afectando seriamente a las mueblerías y a decenas de negocios que, como cada año, pierden parte de su inventario y de su ánimo.
Sobre la avenida, las imágenes se repiten: salas y comedores mojados, cobijas y almohadas colgadas que aún escurren un agua espesa, que hiede. Adentro, un grupo de personas trabaja a marchas forzadas para restablecer la normalidad. Todo debe estar listo cuanto antes: el lunes comienza la semana laboral, y la clientela ya era escasa desde la explosión.
—Nos urge limpiar y acomodar todo —dice Jessica, una de las trabajadoras—. Desde la semana pasada, el negocio ha estado muy flojo. Creo que a la gente todavía le da miedo pasar por aquí.
Jessica, como muchos otros, no termina de procesar lo vivido. En menos de cuatro días pasaron del fuego a la inundación.
—Eso te deja marcada —afirma—. “Y cansa”, remata.
Los vecinos y locatarios aseguran que llevan años solicitando apoyo a la alcaldía de Iztapalapa. Las mesas de trabajo y reuniones con autoridades suelen terminar en una serie de promesas sin fecha, sin presupuesto y sin ejecución.
Ángel González lleva 23 años en el negocio de los muebles, y ya ha vivido más inundaciones de las que puede contar. El agua dañó gran parte de su mercancía, hecha principalmente de madera y materiales que no resisten la humedad. Son pérdidas irrecuperables, que deberá absorber sin ayuda mientras espera —una vez más— a que el gobierno reaccione.
La del domingo fue la quinta inundación en lo que va del año en esta zona. Aunque muchos vecinos comienzan a resignarse, otros insisten en seguir reclamando soluciones: obras hidráulicas, mantenimiento a la infraestructura, y sobre todo, una respuesta real a una crisis que, aunque cíclica, no deja de doler.
Con información de: Animal político.