
Hoy en día, las redes sociales se han convertido en escaparates de vidas idealizadas. Entre ellas, encontramos constantemente a las llamadas “mamás perfectas”: mujeres impecablemente vestidas, sonrientes, con casas organizadas, hijos siempre limpios y comidas saludables listas en la mesa. Esa imagen parece un sueño… pero, ¿hasta qué punto existe realmente esa perfección?
El espejismo digital
La realidad es que las redes sociales son un escenario cuidadosamente montado. Se muestran segundos brillantes que no reflejan las horas de cansancio, las lágrimas detrás de cámaras ni los momentos de caos que toda madre vive. El peligro es que, en lugar de inspirar, esas imágenes muchas veces generan frustración. Y es lógico: mientras una mamá apenas logra cinco minutos para ir al baño sin interrupciones, en la pantalla aparece otra que parece tenerlo todo bajo control.
La trampa de la comparación
Compararse con esas versiones editadas de la maternidad es injusto y desgastante. Cada madre vive procesos únicos, con circunstancias diferentes: apoyo familiar, recursos económicos, salud física y emocional, redes de ayuda. Pretender alcanzar un estándar irreal solo alimenta la culpa y el sentimiento de insuficiencia. No se trata de “ser menos”, sino de reconocer que la vida real no cabe en un post de Instagram.
La verdadera perfección
La auténtica perfección de ser mamá no está en la foto de un desayuno perfecto, sino en levantarse día tras día, incluso con cansancio, hambre o frustración, para sacar adelante a los hijos. Está en la ternura de un abrazo aunque falte la paciencia, en las risas compartidas aunque no haya juguetes caros, en el esfuerzo silencioso por criar seres humanos con amor. Esa es la perfección que no necesita filtros: la de las madres vulnerables, humanas, que dan lo mejor de sí en la imperfección del día a día.
Dejar de empeñarnos en la perfección vendida
Es momento de cambiar la meta: dejar de empeñarnos en la perfección que venden las redes sociales y comenzar a construir la perfección del sentir. Perfección es amarte con tus fallas, comprenderte en tus límites y perdonarte en tus momentos de debilidad. Perfección es disfrutar las pequeñas victorias, aunque el piso esté lleno de juguetes o la cena sea improvisada.
Una invitación
A todas las mamás que se sienten cansadas, insuficientes o comparadas con lo que ven en línea: no olviden que sus hijos no necesitan una madre perfecta de Instagram, sino una madre real que los ame, los escuche y los acompañe. Ellos no recordarán los desayunos fotogénicos, pero sí la risa espontánea, los abrazos de consuelo y la seguridad de saberse amados.
La maternidad no se mide en likes ni en seguidores, sino en esos instantes invisibles donde el amor vence al cansancio. Porque la perfección, la de verdad, está en ser mujer, madre y humana al mismo tiempo.
Con Cariño, Erika Rosas.